- En una situación tan cruda, algunos persisten en su proceder egoísta
- La solidaridad y disciplina social, valores esenciales
- Unidad y movilización en torno a la defensa de lo público, la clave para una reconstrucción justa
Juan M. Valencia Rodríguez
27 de octubre de 2020
Nunca nos habíamos visto en otra igual. Una situación así no esperábamos vivirla, por más que algunos la previeran (informe de la Organización Mundial de la Salud, septiembre de 2019). Para quienes sufrieron la Guerra Civil y la durísima postguerra tampoco es la peor experiencia. Pero a los demás la incierta encrucijada actual nos parece una pesadilla insólita cuya duración y forma de resolución ignoramos.
Parámetros básicos en los que se desenvolvía nuestra existencia (mucha vida en la calle, amplias redes de sociabilidad) se han visto trastocados por completo. El horizonte se ha llenado de negros nubarrones y bastante gente lo está pasando mal, está sumida en la tristeza, la desesperanza, la incredulidad por todo lo que se les ha venido encima. Unos han perdido a seres queridos, por lo general gente mayor. Otros, miles, han perdido su trabajo o su pequeño negocio y no saben cómo llegar a final de mes. Muchos más temen perder su empleo a corto plazo. Organizaciones e instituciones sociales se ven desbordadas ante las colas de ciudadanos que esperan la entrega gratuita de alimentos. El miedo a contagiarse del virus inquieta a casi todos.