Leandro del Moral, Fundación Nueva Cultura del Agua
8
de abril de 2025
Entre los múltiples componentes y perspectivas que caracterizan la coyuntura histórica que atravesamos hay una a la que sintéticamente quiero dedicar esta entrada, separándome de mis habituales temas sobre política de aguas y de las conexiones a las que ese tema poliédrico remite. Se trata de la simplificación y eliminación de antecedentes y de contextos histórico-geográficos característica de las explicaciones sobre la génesis y situación actual de la guerra de Ucrania.
La estructura de esa explicación simplista contiene, de un lado, la demonización personal de Vladímir Putin, la utilización de la expresión “gánster” como categoría suficiente para explicar y valorar una política de agresión, crimen, violencia injustificada y futuros objetivos aún más perversos y peligrosos; una personificación del mal que, como en otras ocasiones, conduce a su equiparación con “Hitler”, como ya lo fueron Sadam Hussein, Muamar el Gadafi o Bashar al-Ásad. Y, de otro lado, la asimilación de los críticos con ese relato a ingenuos, descontextualizados, prorrusos o herederos de los ‘apaciguadores’ de los Acuerdos de Múnich, con Neville Chamberlain a la cabeza. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta argumentación durante las dos últimas décadas (no solo estos dos o tres últimos años) y con mayor intensidad durante la última media docena de meses? La inconsistencia y el desgaste de estos símiles es tal que da pudor encontrarlos defendidos por personas con alta formación y produce alarma verlos incorporados en la conversación de una mayoría social. Me llama la atención verlos repetidos con insistencia en la mayor parte de los medios por los principales creadores de opinión; me duele verlos incorporados en la lógica de bastantes de los compañeros y amigos con los que comparto tareas laborales o actividades de ocio.