Soplan
malos vientos para los derechos civiles; no debiéramos olvidar el gran esfuerzo
y enorme precio que pagó el pueblo español para poder disfrutar plenamente de
derecho civiles y libertades.
¿Qué
juzgan y condenan en España por un rap? No me lo puedo creer, me decía un joven
hijo de un amigo ¡Pero si vivimos en una democracia moderna! La verdad es que
resulta sorprendente; en los países de nuestro entorno no sucede, pero lamentablemente
no sólo pueden condenar y condenan por una
canción, también por una foto artística, por un chiste, por manifestarse sin el
debido respeto, por un teatrillo de títeres y por un largo listado de
manifestaciones culturales o expresiones que inicialmente pudiéramos creer que
están contempladas y protegidas como derechos constitucionales, tales como el
derecho a la producción y creación artística, el derecho a expresar y difundir
libremente los pensamientos, ideas y opiniones… entre otros, pero que muy al
contrario son hechos por los que juzgados y tribunales terminan juzgando y, lo
que es mucho peor, condenando.
Muchos
ciudadanos tienden a la explicación fácil de que hay algunos jueces
reaccionarios pero, lamentablemente, aunque haberlos haylos, esa no es la
explicación porque afortunadamente nuestros jueces están sometidos al imperio
de la ley y con independencia de sus creencias religiosas, su ideología… cuando
dictan sus sentencias deben hacerlo conforme a lo previsto en nuestras leyes,
es decir, cuando condenan por unos hechos concretos y los califican como
delitos es porque estos están tipificados en nuestro Código Penal.
Un
código penal es una recopilación, ordenadas y sistematizadas, de normas
punitivas de las que se dota un Estado para sancionar las conductas que estima
delictivas; debe ser el último filtro de una sociedad pero, lamentablemente, no
está al margen de la ideología del legislador que lo promulga, quién deja
huella de sus valores y prioridades e incluso a veces de su moral.
En
España, en los últimos tiempos y mas concretamente en el año 2015 cuando un
partido, el PP, tenía mayoría en el Congreso se fueron introduciendo
modificaciones y reformas en nuestro Código Penal endureciendo las penas y/o
aumentando las conductas delictivas, y dadas las voces que en estos tiempos se
escuchan de quienes quieren que se endurezcan aun más y que se tipifiquen
nuevos delitos, parece que para algunos la libertad de expresión, el derecho a
la producción y creación artística, el humor… son armas que “carga el diablo” y
que a toda costa hay que desactivar.
Soplan
malos vientos para los derechos civiles; no debiéramos olvidar el gran esfuerzo
y enorme precio que pagó el pueblo español para poder disfrutar plenamente de
derecho civiles y libertades que, cual jardín al que la falta de riego termina
secando las flores, los derechos civiles y las libertades se marchitan si vamos
permitiendo restricciones y limitaciones injustas, limitaciones que no tienen
más justificación que la imposición de una moral o una ideología amparándose en
la aritmética parlamentaria
Pero
afortunadamente todo tiene solución y la ola de reaccionaria también, es tan
fácil como que los ciudadanos y ciudadanas demócratas exijamos cambios
normativos para que nuestros jueces no tengan que aplicar leyes que convierte
en delito una expresión artística o un chiste, que demandemos de nuestros
diputados y senadores que hagan su trabajo y reformen un Código Penal que
convierte en delito la expresión artística de mal gusto o contraria a alguna
moral, y si no son capaces o no quieren reformarlo debemos de tomar buena nota
y en la siguiente elección de servidores públicos dotarnos de representantes en
el poder legislativo que se ofrezcan a eliminar las trabas que entorpecen el
ejercicio de parte de nuestros derechos civiles, porque si seguimos inmóviles,
si seguimos impasibles soportando la penalización del ejercicio de derechos,
cuando ya hayan condenado al humorista, al rapero, al fotógrafo, al cantante,
al titiritero… y vengan a por nosotros nos lamentaremos y como en el viejo
poema diremos: y cuando vinieron a por
mí, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.
José Antonio Bosch.