Generosidad
no es compartir lo que no sirve. Solidaridad no es desprenderse de aquello que
no usamos para darle una segunda vida. La solidaridad es compartir lo
necesario, desprendernos de aquello que es útil y preciso.
Jose
Antonio Bosch.
7
de abril de 2020
No
albergo duda alguna de que saldremos de la actual crisis sanitaria, pero no
tengo tan claro ni cuándo saldremos ni cuáles serán las secuelas que nos deje.
Desconfío por lo general de la capacidad de aprendizaje de nuestra especie. Creo
que cada vez somos más listos, pero avanzamos poco en sabiduría y buena muestra
de ello es que siguen plenamente vigentes las tragedias griegas con más de dos
mil años a sus espaldas, por lo que no tengo demasiadas esperanzas en que aprovechemos
las lecciones y experiencias que nos brinda la pandemia que nos azota.
Y
tan claro como tengo que de esta crisis sanitaria emergeremos, tengo que de sus
consecuencias y secuelas sólo hay dos formas de salir: aumentando la
desigualdad o reduciéndola. A estas alturas resulta evidente que la crisis
sanitaria va a dejar, además de los fallecidos durante la misma, cientos de
miles de víctimas sin capacidad alguna para solucionar los enormes problemas
socio-económicos con los que nos vamos a tener que enfrentar. Esta crisis, que
a buen seguro va a causar más daño y desolación que la sanitaria, se puede
afrontar con políticas y medidas que beneficien a la mayoría, es decir, que
acerquen a los extremos sociales, que reduzcan las desigualdades, o con
políticas y medidas que profundicen el abismo entre los extremos y que
continúen ampliando las desigualdades.
Y
es evidente que los efectos no sanitarios de la pandemia ya los están
padeciendo miles de ciudadanos y ciudadanas y que, conforme transcurran las
semanas, los van a ir padeciendo muchos cientos de miles más. Hoy sabemos, por
ejemplo, cómo miles de familias llegan a final de mes con la ayuda de sus
tarjetas revolving, ayuda que mes a mes le ahonda su problema financiero; cómo
miles de trabajadores y trabajadoras ya saben que no se incorporarán a sus
puestos de trabajo porque sus empresas, que ya andaban tocadas, se devienen en
inviables; y qué decir de los miles de desempleados anteriores a la crisis a
los que ésta va a profundizar en su desesperación.
Es
por ello que entiendo que no hay que esperar a la finalización de la pandemia para
definir la línea de las políticas que queremos. Tenemos que adelantarnos a su
finalización e ir trazando el camino de la recuperación, camino que debe
transitar por medidas que beneficien a la mayoría y que ayuden a reducir la
brecha de las desigualdades. Y a esas políticas deberemos de consagrarnos
todos, aunque sólo sea por aquello que esta crisis sanitaria está dejando tan
claro y es que no caben salvaciones individuales, que o actuamos de forma coordinada
y eficaz como sociedad o pagaremos altos precios, sociales e individuales.
Pero
las políticas colectivas no deben dejarnos a todos en espera y aguardando a ver
que se les ocurre a nuestros políticos; no deben situarnos en posiciones
pasivas, sino que debemos asumir que estamos ante una tarea de todos. Si nos
quedamos inactivos, si abandonamos el espacio de la iniciativa, nuestro hueco
será rellenado por otros, por aquéllos que siempre ven en una crisis la
oportunidad de mejorar sus cuentas de resultados, por aquéllos que hacen de la desigualdad
la base de su riqueza. Ha llegado el momento de ser generosos, de ser
solidarios y ponernos todos y todas a la tarea.
Generosidad
no es compartir lo que no sirve. Solidaridad no es desprenderse de aquello que
no usamos para darle una segunda vida. La solidaridad es compartir lo
necesario, desprendernos de aquello que es útil y preciso. Hoy más que nunca
necesitamos la defensa de la igualdad que consagra nuestra Constitución como
valor supremo de nuestro ordenamiento jurídico. Hoy más que nunca necesitamos
que los poderes públicos promuevan las condiciones favorables para el progreso
social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más
equitativa y antes de que me digan que si lo que pido es ser como Venezuela,
aclaro que lo que pido es que se cumpla nuestra Constitución.
Parece
que ahora hasta los más liberales miran al Estado en solicitud de soluciones
para “lo suyo”. Hasta aquéllos que decían que es el mercado el que nos sitúa a
cada uno en su sitio, que no es buena ninguna intervención, claman por las
ayudas estatales, pero estas ayudas, que deben salir de una caja común tienen
que ser soportadas con lo que todos ingresamos en la caja y, ha llegado el
momento para que, con escrupuloso respeto a nuestra carta Magna todos
contribuyamos al sostenimiento del gasto público de acuerdo a nuestra capacidad
económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de
igualdad y progresividad.
Pero
la generosidad y solidaridad no es algo cuya ejecución debamos dejar sólo en
manos del Estado, o de los otros, sino que todos debemos de practicarlas. Es un
contrasentido que clamemos por la solidaridad internacional y nos olvidemos de nuestros
compromisos con países en vías de desarrollo. Hay que solicitar ayuda, pero hay
que seguir ayudando. Y, a nivel interno, no se trata de quién, de qué colectivo
logra más ayudas o recibe más protección, sino de apoyar a quien más lo
necesita. Tenemos que ser capaces de aceptar el sacrificio que supone la
reducción de la desigualdad, el acercamiento de los extremos, que pasa
necesariamente por la reducción de los privilegios de unos pocos (eliminación
de los paraísos fiscales, tributación de las empresas en los países donde se
generan los ingresos, prohibición de las sociedades offshore, limitaciones a
los movimientos del capital…etc.).
Y
a nivel individual también cabe la solidaridad y la generosidad. Está muy bien
que aplaudamos desde los balcones todas las tardes y así podemos seguir hasta
la eternidad, pero, lamentablemente, con ello no contribuimos ni a paliar ni
a mejorar los efectos de la crisis. Es momento de comportamientos nobles, de
mutualizar la ayuda. Son momentos que, los que podamos contribuir, debemos
mantener los puestos de trabajo, aunque sea a costa de resultados negativos. Son
momentos de mirar por la caja común y de cómo la llenamos más que de ver cuánto
podemos sacar de ella. Son momentos que deseo nos sirvan para ser mejores y
para trabajar en pos de lograr una sociedad más justa e igualitaria.