viernes, 11 de diciembre de 2020

INFORMACIÓN Y DOMINIO PÚBLICO


Francisco SIERRA CABALLERO
, catedrático de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, Presidente del Ateneo Republicano de Andalucía

11 de diciembre de 2020

Los medios masivos de comunicación, advertía Wright Mills, dicen al hombre quién es, le prestan una identidad, le dicen qué quieren ser proyectando sus aspiraciones vitales, para ello le muestran cómo lograrlo, por qué medios o recursos, y, finalmente, le dicen cómo han de sentirse, contribuyendo en el plano de la fantasía a resolver las contradicciones propias del modo de vida americano o, si prefiere el lector, del capitalismo puro y duro.

Esta dinámica que incide en la expropiación del dominio público es el principal obstáculo para la construcción de cultura republicana en países como España y no es nuevo. La deriva del periodismo en la producción del consentimiento y la lógica del autoritarismo premoderno se viene dando invariablemente desde el siglo XIX.

Se afirma, con frecuencia, que el efecto burbuja de incomunicación es un producto de las redes sociales propio de la era Internet, pero esta lógica de la repetición y la indiferencia es consustancial a la cultura de masas, a la pulsión de muerte que, como denunciara el situacionismo, define la lógica escópica del espectáculo en nuestro tiempo. Como advierte Daniel Blanchard, nada tan mórbido como un telediario. El mejor medio de impedir a la gente pensar y expresarse de modo autónomo es ahogarles en el flujo prefabricado de la emisión en línea, de acuerdo al modelo de edición de las industrias culturales por el que otros definen las palabras con las que imaginar y representarnos lo real. El lazo social directo – escribe Blanchard – el tejido social que se teje hilo a hilo, entre cercanías, es reemplazado por un lazo tele-social, por decirlo así (a distancia), que mediatiza la relación, sondea nuestros sueños y calcula nuestras opiniones en un continuo proceso de expropiación y extrañamiento.

El resultado de duopolios como el que sufrimos en España ya saben cuál es. En palabras del afinado Gore Vidal, tenemos un régimen socialista para los ricos y de libre empresa para los pobres que es presentado como un gran teatro de las ilusiones, y a veces un circo acrobático a lo Sálvame o el programa de Ana Rosa, que para el caso no hay diferencia sustancial. No olvidemos que la industria del espectáculo proviene, como Cantinflas, de la barraca de feria y en ese escenario seguimos.

Ejemplo sintomático de ello es la cobertura del conflicto en Cataluña o los sucesivos montajes recientes del imperio de los sentidos que domina en el orden reinante de los medios como arietes contra Unidos Podemos y el gobierno de coalición. La experiencia acumulada de ataques a las posiciones progresistas es amplia. Recuérdese la campaña de acoso y derribo sufrida por Julio Anguita, que ejecutara el periodista Rodolfo Serrano y su jefe, Ciudadano Cebrián, ejemplos de mala práctica profesional pensada para evitar el gobierno del demos. Llama por ello la atención que, en esta perversa dialéctica del periodismo contra lo público, el medio de referencia dominante, El País, haga una hagiografía de su fundador, con motivo de su retirada de la primera línea de actuación del grupo PRISA, poniendo en valor su contribución a un oficio que siempre menospreció en su empeño por incluso evitar la creación de las Facultades de Comunicación para la acreditación profesional que él, como Mariló Montero, no estaba dispuesto a certificar. Permita el lector unos breves apuntes a este respecto porque la nota, por antológica escritura del disparate, es un ejemplo contrafáctico de lo que debería ser, en verdad, el periodismo. Según el diario de los fondos buitre, el fundador de El País es un punto de referencia, una fuente de inspiración, de brillante trayectoria, “un éxito de referencia ejemplar”, según Antonio Caño, que dudo lo compartan la mayoría de redactores, columnistas y público en general que han asistido perplejos a la decadencia e historia de un fracaso anunciado liderado por el factótum del Colegio del Pilar, en este caso, no sabemos si por falta de criterio, probablemente, o por nula formación como periodista. Convendría saber, por cierto, si el autor de la nota estudió Ética y Deontología Informativa, dado que, vistos los antecedentes, es razonable dudar que en su currículo figure la licenciatura en Ciencias de la Información. Si fue a clase ese día, a diferencia de Pablo Casado, no le cundió para nada. Pues lo que ha sufrido El País es un desprendimiento de RETINA en toda regla que le ha dejado ciego, no mudo, pero sí sordo ante las tropelías que ha vivido, en términos de derechos y libertades civiles, la ciudadanía en España. Lo más divertido, no obstante, de este despropósito de despedida a toda página del fundador del grupo PRISA resultó ser que la nota fue publicada tras el titular que rezaba “Una docena de lobbies acapara el poder en España”. Pues eso. Larga vida al César. Mientras tanto, como reza un principio de la Internacional Situacionista, otros somos conscientes que la comprensión de este mundo no puede fundarse más que en la contestación y esa contestación no posee verdad ni realismo sino en cuanto contestación de la totalidad. Una práctica en las antípodas del modo de concebir y ejercer el periodismo en este reino de España.