Miguel Toro
14 de junio de 2022
Estamos en plena campaña
electoral. Tras una larga época de gobiernos del PSOE y una legislatura con
gobierno del PP parece que los vientos le soplan favorables a la candidatura de
Juan Manuel Moreno Bonilla. El actual presidente de la Junta de Andalucía, sin
hacer muchos movimientos, simplemente está esperando que los resultados de las
encuestas se hagan realidad La campaña de los socialistas está siendo plana y
aburrida. Su candidato, Juan Espadas, es un candidato sin carisma, sin ilusión.
Parece que está esperando que pasen las elecciones para quedarse tranquilo.
Habla mucho de derecha y ultraderecha pero no propone nada concreto. No propone
nada que genere ilusión y pueda movilizar a los suyos. Los partidos a la
izquierda del PSOE han tenido un arranque de campaña no muy prometedor.
Hay que agradecer a personas
concretas como Sebastián Martín Recio y otros, pero particularmente a él, los
enormes esfuerzos para conseguir una candidatura conjunta de las izquierdas del
PSOE: desde IU hasta Podemos, incluyendo Más País, Equo e Iniciativa del Pueblo
Andaluz. Es la apuesta Por Andalucía que después de los traspiés iniciales
finalmente se presenta a las elecciones del próximo 19 de junio.
¿Pero es esto suficiente? Lo primero que tenemos que peguntarnos es: ¿suficiente para qué? Para mí suficiente es hacer lo conveniente para revertir la situación en la que progresivamente estamos entrando y al calor de las encuestas podemos prever que irá a más. Una situación donde la parte más débil de la sociedad está perdiendo. Está perdiendo porque los servicios públicos se están deteriorando, en particular la sanidad pública. Está perdiendo porque desde la crisis del 2008, y se ha acentuado con las posteriores, la diferencia de ingresos tras impuestos de la parte más débil de la sociedad va aumentando con respecto a la parte ganadora. El gráfico siguiente ilustra esta realidad. El gráfico está tomado de la base de datos sobre la igualdad mantenida por Piketty y otros.
En la siguiente gráfica podemos ver la evolución de la riqueza. Es decir las propiedades muebles e inmuebles, de los ciudadanos. Podemos ver cómo el 1 % posee el 19,8 %, el 10 % más rico el 46, el 50 % menos beneficiado, curva roja, se conforma con el 17,1 % y además ha ido disminuyendo en los últimos años. Estos son los datos a nivel de España. A nivel mundial la situación es aún más cruda.
El gobierno progresista de
España ha hecho muchas cosas relevantes: el IMV (Ingreso Mínimo Vital), el
aumento del SMI, la gestión de los Ertes en la pandemia, la reforma laboral, etc.
Pero su gestión está siendo empañada por dificultades no resueltas u otras
recientemente aparecidas: el IMV ha llegado a muy pocos de sus destinatarios
potenciales, el aumento del SMI está siendo consumido rápidamente por la
inflación, la sanidad pública, aunque competencia de las autonomías, va en caída
libre, las empresas aceptaron los Ertes pero siguen sin abonar un volumen
inmenso de horas extras a los trabajadores, la inflación está generando
pérdidas muy relevantes a los asalariados, etc.
Lo anterior genera impotencia
en los ciudadanos. Ven un gobierno progresista que no logra sacar adelante sus
grandes proyectos. Las dudas y titubeos del PSOE a la hora de hacer una reforma
fiscal más progresiva refuerzan más esa sensación de impotencia. Algo similar
está pasando con la indecisión del gobierno central de controlar a las eléctricas
y sus desmedidas ganancias caídas del
cielo. La privatización a pasos agigantados de la sanidad en muchas comunidades
del PP pero también del PSOE añade más elementos descorazonadores.
En esta situación las izquierdas,
en las que incluyo al PSOE, no pueden simplemente quedarse en decir que viene
el lobo, que viene la ultraderecha como está siendo la parte central de la campaña
del PSOE. Tampoco puede conformarse con pregonar la unidad de los partidos a la
izquierda del socialismo. Ni conformarse con decir que hay que financiar mejor
la sanidad. Todo esto es insuficiente. Hay que plantear propuestas más
concretas que puedan ilusionar a un sector amplio de la sociedad, convencerlos
para conseguir una mayoría progresista en Andalucía y aumentar la mayoría a
nivel de España.
Estamos a nivel europeo y
mundial y particularmente en España, en el centro de una batalla cultural. Una
batalla cultural que están ganando, posiblemente, pero no solamente por el
control que tienen de los medios, los que propugnan eliminar el papel del
Estado, liberar la economía, bajar los impuestos y disolver o minimizar los
servicios públicos.
Los progresistas debemos
abordar la manera de cambiar la tendencia actual con respecto a la desigualdad.
Debemos indicar que la riqueza no es un derecho natural y que debe ser
distribuida de forma más equitativa. Y esto no solamente por razones morales,
más bien por razones fundamentalmente económicas. La época más igualitaria en
el mundo, desde los 40 hasta los 80 ha sido la época de mayor prosperidad para
la humanidad. En España, debido a la dictadura, esta época dorada ha sido más
tarde: de los 80 a los 2000. La forma de hacer esto como ya han propuesto
algunos como Piketty es mediante los impuestos. Hacen falta unos impuestos más
progresivos en lo que respecta al IRPF. Es decir a los ingresos anuales de las
personas. Los ingresos superiores digamos a 200.000 euros deben ser grabados en
mayor medida y más progresivamente los superiores a un millón, etc. Los números
pueden ser orientativos pero debemos tener en cuenta que el ingreso medio por
adulto en España es alrededor de 31.000 euros y el SMI 14.000. Hay que
convencer a los votantes socialistas de esta necesidad. El presidente Pedro
Sánchez y algunos de sus varones autonómicos no están convencidos de esa idea
pero debemos atraerlos a estas posiciones.
Pero hay que crear más
impuestos. En particular un impuesto que grave a las propiedades agregadas a
nivel de Estado. Esto incluye aumentar y
no disminuir el impuesto de sucesiones para cantidades superiores a un millón
de euros. Es justamente lo contrario de lo que hizo el gobierno socialista de
Susana Diaz. Y, además, hay que armonizar los impuestos en el Estado español.
No es plausible que se permita una lucha a la baja de los impuestos entre
comunidades autónomas. Este impuesto sobre la propiedad bien diseñado puede ser
la base de una herencia universal. Es decir una cantidad de dinero que
todo el mundo recibiría a los 25 años. Algunos han estimado que podría ser del
orden de 120.000 euros.
Los progresistas debemos ser
más ambiciosos también a nivel europeo en el terreno de los impuestos. Hay que
establecer algunos a nivel europeo, hay que perseguir los paraísos fiscales a
nivel europeo y hay que poner un impuesto mínimo a los beneficios empresariales
a nivel europeo. Resulta al menos sorprendente que haya tenido que ser Biden,
el presidente de EEUU, quien haya propuesto y conseguido un impuesto mínimo del
15 % a estos impuestos. Es sorprendente que haya sido Biden y no algún líder socialdemócrata
europeo. Y es sorprendente que su propuesta inicial de que ese mínimo fuera del
25 %, la propuesta de alguien claramente no de izquierdas, fuera reducida al 15
% por la presión entre otros de los líderes europeos, y que la izquierda no
dijera nada al respecto. Hay que aspirar a subir ese mínimo al 25 %.
Hay cosas que tienen que
cambiar en las ambiciones, las prioridades y los objetivos de la izquierda progresista.
He citado la forma de abordar la desigualdad pero hay otras temáticas que solo
voy a citar aunque las desarrollaré más adelante.
Una de ellas es el gran
problema de la humanidad con el cambio climático. Es un problema que debemos resolver
claramente aunque todavía no se están tomando las decisiones necesarias. Pero
en este tema, como en muchos otros, las izquierdas progresistas debemos mirarlo,
también, desde el punto de vista de la desigualdad: ¿Quienes son los que más
contaminan?, ¿Quienes son los perdedores con el cambio climático? ¿Qué impacto
está teniendo sobre las áreas rurales?
El papel del Estado es otra
de ellas. Claramente defendemos el papel muy importante del Estado en la recolección
de impuestos, el mantenimiento del Estado del bienestar, etc. Pero no solamente
eso: el Estado debe abordar iniciativas que las empresas y el sector privado no
se atreven a abordar por el riesgo que conllevan o las pocas expectativas de
beneficios a corto plazo. Ideas que trataremos en otro momento pueden
encontrarse en las publicaciones de María Mazzucato. Debemos pensar que el Estado
y los servicios públicos en general deben estar para satisfacer las necesidades
de los ciudadanos y los servidores públicos, funcionarios o no, debe estar dedicados
a ese cometido.
Otra problemática muy
relevante en estos momentos es la de los autónomos. Los progresistas debemos diseñar
propuestas convincentes para ellos. Debemos apoyar a empresarios que se arriesgan
y aportan innovación y evitar a otros empresarios que sólo piensan en absorber
los recursos públicos.
En definitiva votemos a las
opciones progresistas, pero no nos conformemos con decir que viene el lobo.
Aportemos opciones políticas que busquen el beneficio de la mayoría y concretemos
pactos par hacerlas posibles.