6 de junio de 2023
Afrontamos este proceso
electoral del veintitrés de julio con cierto escepticismo. No en vano venimos de los ingratos resultados de las elecciones
del 28M, con una expansión de la derecha que le ha supuesto incrementar su
poder institucional en numerosas comunidades autónomas y municipios. Esta
realidad nos sugiere que estamos indudablemente en un proceso de regresión social que se viene produciendo desde la
crisis de la burbuja inmobiliaria. Una regresión social y política que viene
jalonada por estas tres crisis sucesivas: la de la burbuja inmobiliaria, la de
la pandemia Covid y la de la guerra de Ucrania con sus efectos colaterales –crisis
energética, inflacionaria, etc.
Es muy importante señalar
que ya van quince años marcados por la
incertidumbre de estas tres crisis. Y que en cada una de ellas se han
producido significativamente y de manera reiterada importantes beneficios para
las grandes empresas, sean energéticas, inmobiliarias, o financieras. Y que en
cada una de ellas se han producido durísimos ajustes que han venido a recaer
principalmente entre la clase trabajadora y los sectores más vulnerables, así
como en los servicios públicos, sean educativos, sanitarios, de pensiones o de
dependencia… Tenemos una población, pues, “educada” en la incertidumbre.
Hay que resaltar que sólo en los últimos años las políticas para afrontar estas crisis se han basado en la intervención pública, dirigida a disminuir en parte las desigualdades sociales, mejorar la calidad y la estabilidad del empleo, subir el SMI, garantizar un Ingreso Mínimo Vital, situándonos en este momento en cerca de 21 millones de personas afiliadas a la Seguridad Social. Esto es muy relevante, pero…
Sin embargo, a pesar de esta
perspectiva contrastada, donde queda de manifiesto que el gobierno de coalición
ha desarrollado políticas sociales eficaces que han beneficiado a una gran mayoría
de la población, resulta, en este
balance electoral del 28M, que han salido perdedores en estos comicios los
partidos de izquierdas, han perdido apoyos y presencia institucional en
ciudades y comunidades autónomas… ¿Por
qué?, nos preguntamos.
¿Cómo es posible que amplios
sectores de la ciudadanía hayan depositado su confianza en partidos que, sin
ningún tipo de tapujos, han manifestado sus posicionamientos a favor de las
privatizaciones de la sanidad o la educación, su negacionismo ante el cambio climático,
su oposición a las numerosas iniciativas de mejoras sociales, como la Reforma
Laboral, la subida del Salario Mínimo, la Ley de Vivienda, la subida de las
pensiones, etc.?
Surge aquí la interpretación
de que este comportamiento electoral viene dado porque los partidos del
gobierno de coalición no han sabido
explicar y hacer llegar a toda la población las medidas que han aprobado. Y
también se argumenta, como eje principal de la campaña ganadora, que lejos de
citar datos estadísticos, lo que han
hecho es llegar al centro de las emociones más primarias de las personas
con la finalidad de, en la polarización e indignación conseguidas, proyectar
sobre Pedro Sánchez y la izquierda la culpabilidad de todo cuanto de mal se
haya dado y pueda venir en el futuro…: “El
país está cercano a la quiebra”;
“están llevándonos a la ruina”; “la
ETA está aquí”; “los ocupas invaden
las viviendas”; “España se rompe”; y un largo listado de titulares donde
subyacen elementos dirigidos a generar miedo, incertidumbre y ansiedad.
Miedo,
incertidumbre, desesperanza y ansiedad… Conceptos históricamente
utilizados para generar inseguridad y, en consecuencia, inducir a una demanda
de seguridad, entendiendo ésta como ley, orden, normas… Y aquí es donde se
produce, a mí entender, la causa mayor que genera estos comportamientos
electorales, y que parece como si amplias capas de la sociedad terminan votando
contra sí mismos. Algo ya estudiado y descrito por el joven Marx en sus Manuscritos y desarrollado más
ampliamente con posterioridad y por otros pensadores marxistas: LA ALIENACION:
La base teórica de la alienación dentro del modo de producción capitalista es que el
trabajador pierde invariablemente la capacidad de determinar la vida y el
destino cuando se le priva del derecho a pensar (concebirse) a sí mismo como el
director de sus propias acciones; determinar el carácter de dichas acciones;
para definir relaciones con otras personas; y poseer lo producido por su propio
trabajo.
La alienación surge cuando el producto del
trabajo del hombre, en lugar de satisfacer sus necesidades, se vuelve algo
ajeno, es decir el producto cobra una existencia totalmente independiente del
hombre que fue quien la produjo, una vez que ese producto cobra su
independencia, se genera el trabajo alienado, a través del cual el hombre se
vuelve esclavo cada vez más y más de las cosas que produce…
Marx hace una analogía con la religión basada en los estudios de
alienación de Feuerbach, y explica que el mismo proceso se da cuando el hombre
religioso se subordina a su dios (idea abstracta del mismo). Ahora “su dios” es
el dinero.
La ofensiva neoliberal que estamos presenciando
en toda Europa –y en el mundo- necesita tres basamentos que forman partes
vinculadas del sistema:
1.-Unas fuerzas reaccionarias,
ideológicamente de extrema derecha, amenazantes y propicias al uso de la
violencia, para generar intimidación, miedo e inseguridad… Con ello, la derecha
aparecerá siempre como el “mal menor”:
El concepto de mal menor es uno de los más
relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay
siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era
menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y
así hasta el infinito. No se trata,
pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un
movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza
eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular
progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por
efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa
o, si ésta ya existiese, a reforzarla. [Gramsci:
Quaderno, 16 (XXII)]
2.-Una fragmentación social que impida la confluencia de acción de las
capas sociales afectadas por las políticas económicas, sociales y culturales de
la derecha, o del sistema. Fragmentación y división sindical, encauzamiento
hacia los ámbitos de concertación y concesión de los mismos, aparición y
desarrollo de los sindicatos corporativos. División y fragmentación de las
izquierdas, leyes electorales que los diluyan. Incremento de los valores del
consumismo y del individualismo y de la competitividad frente a las ideas
cooperativas y comunitarias… Desorganización y desmantelamiento de la sociedad
civil organizada, de las asociaciones, colectivos y entidades ciudadanas y
civiles. Descreimiento y desconfianza generalizada, corrupción, desafección
social hacia la política… Y un largo etc., que nos da idea de la descomposición
social y cultural que propicia una alienación social y cultural en todos los
ámbitos.
3.- Unos mecanismos y medios de difusión y de comunicación que estén en
consonancia con los intereses del sistema: monopolio informativo de todas las
cadenas de televisión y de casi todos los diarios, revistas y publicaciones
digitales. Dominio de las redes, incrementando todo cuanto resulte morboso,
atractivo o adictivo para las mentes neuróticas: mentiras, insultos,
agresiones, dependencias y una amplia gama de vectores informativos y líneas de
control ciudadano.
Visto todo esto, para afrontar no sólo las próximas elecciones del 23 J, sino el futuro más a largo plazo, hemos de ir construyendo un “Contrapoder” que, sobre una línea estratégica basada en la esperanza frente a la desesperanza (Ken Loach: “La esperanza es una cuestión política. Cuando la gente la pierde, vota al fascismo”) y que sea capaz de desarrollar tres líneas muy sencillas, pero laboriosas de conseguir:
1.- Un programa unitario de la sociedad civil y las fuerzas políticas transformadoras. Un programa que no puede ser una “carta a los reyes magos”, sino un conjunto de compromisos bien estructurados según medios, disponibilidades y agenda realista, pero radical en el fondo y en la forma. Participativo. Basado en la sinceridad, en la solidaridad y en la fraternidad. Un programa común que afecte a todos, tanto en su elaboración como en su consecución, rompiendo las barreras de incomunicación y alejamiento de la sociedad civil con sus representantes en las instituciones.
2.- Una organización con carácter de movimiento sociopolítico, democrática, unitaria pero plural y diversa ideológica, política y culturalmente, donde tengan cabida todos los matices y diferencias, pero donde se respeten todas las opiniones y se acepten los criterios de las mayorías, sin menoscabo de los derechos de las minorías. Una organización descentralizada, federal/confederal, municipalista, capilar…, que trabaje con objetivos, proyectos y programas participados…
3.-Una estrategia de alianzas transversal, que agrupe a colectivos, entidades, asociaciones, grupos sociales, instituciones de progreso… Que tenga en sus señas de identidad, para conformar estas alianzas, los valores de libertad, igualdad, fraternidad, feminismo, ecosocialismo, solidaridad, respeto y fomento de la diversidad en todos los aspectos de la vida, diversidad de género, diversidad funcional, defensa de lo público, laicismo, republicanismo…
Un proyecto global de amplio alcance elaborado participativamente. Esto,
pienso, es lo que está intentando muy tímidamente Yolanda Díaz, pero es solo el
comienzo de algo que será sin duda mucho más profundo y extenso.