martes, 2 de julio de 2024

LAS AULAS NO SON PARA EL VERANO

Carmen Yuste Aguilar

2 de julio de 2024

 

Los largos días y las cortas noches de los veranos de la infancia y la juventud ocupan un lugar especial en nuestra memoria. Semanas sin colegio, libres de la rutina de las clases y las obligaciones escolares, de acostarse tarde y levantarse más tarde aún, desayunar sin prisas, helados, travesuras, andar con los pies descalzos para sentir el frescor de las losetas húmedas, eternas siestas en semipenumbra para esconderse del calor… A veces sin salir del barrio, otras en la casa familiar del pueblo, en la playa o la sierra e incluso más lejos. Reencuentros, nuevas amistades y amores efímeros que se juran eternos. Los veranos de nuestros recuerdos los evocamos como mágicos y, de alguna manera, seguramente lo fueron.

En estos primeros días de julio, muchas niñas y niños empiezan a construir sus recuerdos del futuro. Habrá viajes, juegos en el mar, excursiones a la montaña, los primos y primas del pueblo, chapuzones en la piscina, campamentos e incluso viajes al extranjero para conocer otras culturas y aprender idiomas. Habrá también un paseo por el barrio cuando refresque al caer la noche, tomar algo en la terraza de un bar, ir a ver una peli en los escasísimos cines de verano que aún resisten, salir a la plazoleta, pipas, charlas, ligues… - ¡Venga, a casa que ya es muy tarde! (Ya se puede intentar dormir con las ventanas abiertas).

Pero no todos los recuerdos serán dulces. Los días de verano parecen aún más largos y monótonos cuando no se puede hacer nada más que esperar a que el calor permita salir a la calle. Y más aún, cuando en casa no hay aire acondicionado y ni siquiera se puede poner el ventilador o meter agua en el frigorífico para que esté fresquita. No es una exageración ni, lamentablemente, una situación tan excepcional: más del 16 % de las niñas y niños de Andalucía viven en situación de pobreza severa y, cada verano, los cortes de luz son una pesadilla habitual en los barrios más vulnerables.

Ninguna persona, y particularmente ningún niño o niña, tendría que sufrir la pobreza y sus consecuencias; erradicarla tendría que ser la principal preocupación social y política. O al menos paliar sus efectos. ¿Qué medida ha articulado la administración educativa para que la infancia andaluza pueda, al margen de su contexto, disfrutar del verano? Pues que sigan yendo a clase.

En la primavera de 2019, la Consejería de Educación puso en marcha lo que llamó «Programa de Refuerzo Estival». Adornado con la palabrería habitual sobre el esfuerzo y la excelencia educativa, se trata de un plan de apertura de centros escolares para que el alumnado que no ha superado «los objetivos marcados» reciba clases durante el verano. Este plan ha recibido, desde su puesta en marcha, las críticas de toda la comunidad educativa y, de hecho, el número de participantes es ridículo. Sin embargo, se reedita año tras año y los responsables de la Consejería siguen defendiendo su existencia, impermeables a las críticas y al fracaso de participación que acarrea.

Este programa no tiene ningún valor pedagógico. Nadie puede defender que unas cuantas clases durante unos días de verano puedan suplir el déficit de recursos y personal al que la administración somete a la escuela pública. La comunidad educativa lo tiene claro: necesitamos más docentes, especialistas para la atención al alumnado más vulnerable, bajar la ratio, aumentar la inversión en infraestructuras y dotación… Todo, menos convertir los centros escolares en almacenes para la infancia más desfavorecida, desde una retorcida y deformada imagen de «conciliación» familiar que consiste en vigilar a las niñas y niños cuyas familias deben trabajar hasta la extenuación para sobrevivir.

Óscar Wilde tiene un cuento en el que el protagonista, el gigante egoísta, al negar la entrada a su jardín a las niñas y niños, provoca un invierno eterno en el que las plantas no florecen y los pájaros e insectos no se atreven a cruzar el muro. A los colegios e institutos «agraciados» con esta «genialidad» de plan del gobierno andaluz, el verano tampoco parece llegar nunca. Las clases continúan y continúan para quienes debieron tener todo el apoyo necesario durante el curso y, sin embargo, lo que reciben es un castigo por una situación de la que son inocentes, en toda la extensión del término.

El gigante del cuento comprendió que la primavera solo volvería a su jardín si regresaban también los juegos infantiles. Las niñas y niños volvieron y con ellos las flores, los pájaros y las abejas. ¿Comprenderá el gobierno andaluz que el verano solo es de verdad verano si todas las niñas y niños de Andalucía pueden disfrutar de él? Habrá que hacerles entender que las aulas no son para el verano.