La
mal llamada Emma, ha traído alivio al campo y su gente. La generosa lluvia
ofrece humedad a las plantas, alimento al ganado y tranquilidad a los
agricultores y ganaderos. Bienvenida sea.
Digo
mal llamada porque los fenómenos meteorológicos no deben tener nombre. Al
identificarlos con nombre de persona, les atribuimos intenciones humanas y eso
es rotundamente falso. Las borrascas y anticiclones, las nubes, las olas, el
viento, simplemente son, existen. Nunca tendrán la intención de hacer daño ni
beneficio.
No les carguemos una responsabilidad que no pidieron. Es, simplemente nuestra.
La
última borrasca ha regado generosamente y aleja la sombra de la sequía, que, me
temo, se quedará cerca y volverá a preocupar al medio rural y tratará de hacerse
hueco en los noticieros.
Cada
vez son menos los que miran al cielo cada día porque su vida depende de ello.
No olvidemos el resto que, Justo esos, son los indispensables porque son los
que nos dan de comer, los que gestionan el territorio, los que potencian la
biodiversidad, los que frenan el cambio climático.
Según
los expertos, los periodos secos se alternan con los húmedos.
Así
lo han constatado durante muchos años. Tenemos que asumir que somos los Hombres
los que estamos alterando profundamente el medio y los propios ciclos
climáticos.
Las
sequías, los temporales cada vez tienen peores consecuencias, cada vez son más
dañinos, y somos nosotros los responsables, los culpables y también los
sufridores.
La humanidad entera, otras miles de especies animales y vegetales, seguimos dependiendo del clima, del agua. Tenemos que entender esto para reconocer que es el agua, el bien común más valioso en estos momentos y que, de nuestra relación con ella, depende nuestro futuro.
Francisco Casero