El 8 de marzo haremos una Huelga Feminista. Seguro que habrá una Huelga Feminista. Mujeres herederas de años y años de desigualdades, sometimiento, educadas para la reproducción de roles basados en la obediencia a un patrón de relaciones patriarcales en todos los ámbitos de la vida, saldrán de sus espacios privados para sumarse al espacio colectivo del NOSOTRAS.
Mujeres que se mueven a diario en medio de la hostilidad, la indiferencia, el acoso (el directo y el otro, el menos visible, pero, auna así, tan palpable)... Mujeres al mismo tiempo luchadoras, valientes, afrontando un día a día cargado de búsquedas de equilibrio entre el "quiero y no puedo"
Desde la época en la que las
feministas éramos “feas, putas y lesbianas” hasta el día de hoy, antesala de la
1ª Huelga Feminista, ha llovido mucho. Julia Conesa expresó antes de su
asesinato por el régimen franquista su última petición: “QUE MI NOMBRE NO SE
BORRE DE LA HISTORIA”. Rescatar los nombres de las mujeres que han contribuido
a recomponer una identidad colectiva de nuestra sociedad, implica reconocer la importancia
de construir individualidades diferentes, inclusivas, en una conversación
dialéctica que no tiene ni tendrá, afortunadamente, fin.
Un pequeño recuerdo: Se presenta en público movimiento
feminista con la celebración en Madrid de las 1ª Jornadas
Nacionales por la Liberación de la Mujer
en diciembre de 1975, en las que
participan 500 mujeres. En enero de 1976 se realizó la primera
manifestación importante bajo el lema “Mujer: lucha por tu liberación”; las Jornadas
Catalanas de la Dona, organizadas en Barcelona en marzo del 1976, con participación de tres mil personas; se lideraron dos grandes luchas a lo largo de 1977, a favor de la amnistía para la
mujer (de la que se habían olvidado
los partidos políticos en su reivindicación de amnistía para los presos
políticos) y por
la despenalización del adulterio, y se celebra, por primera vez, en la
calle y de forma unitaria, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Se inicia una potente
campaña por una sexualidad libre y se
elabora un programa reivindicativo para que sea incorporado a los
programas electorales de los diferentes partidos ante las primeras elecciones
“democráticas”. En 1978, el movimiento feminista centra sus esfuerzos en el análisis, debate y propuestas para el proyecto constitucional: la
Plataforma de Organizaciones Feministas elabora El Manifiesto feminista frente a
la Constitución planteando
numerosas enmiendas en relación a la familia, desarrollo igualitario de la
educación, que no fueron incorporadas y defendiendo pública y activamente la ABSTENCION.
Dice Amelia Valcárcel ("Rebeldes hacia la paridad"): "No nos tocó enfrentarnos a una misoginia travestida o vagarosa, sino a las prácticas civiles y penales del Estado y al conjunto de la moral corriente. (...) No es (el nuestro) un feminismo por lecturas, sino por vivencias. Primero vinieron la rabia y el coraje. Las lecturas vinieron después"
Sin embargo, de la lectura de los relatos oficiales se desprende que la lucha de las mujeres no existió. “A todos los grupos oprimidos se les roba la historia y la memoria”, nos recuerda Rosa Cobo, “lo que no tiene pasado no tiene legitimidad, por lo tanto, no tiene capacidad de propuesta política”.
Quedan en la agenda del presente indiscutibles retos que
hay que seguir afrontando: el reconocimiento pleno de los derechos de las
personas con cualquier orientación sexual e identidad de género. Un
indiscutible éxito del feminismo es haber logrado la visualización y la
aceptación social de lesbianas y homosexuales, y a partir de finales de los
setenta, realizar un recorrido común de parte del
camino con los diferentes
colectivos que conforman la diversidad sexual.
La erradicación de la violencia
machista, con una apuesta real y decidida de las organizaciones del Estado,
incorporando una profunda revisión acerca de los modelos educativos imperantes.
Las Naciones Unidas declararon en 1980 que "la violencia contra las
mujeres es el crimen encubierto más numeroso del
mundo”: ¡Nos queremos vivas!
La pobreza de las mujeres: la precariedad, la
discriminación laboral, el abuso de la doble jornada, la hipocresía de los
cuidados, la ley de dependencia amparada en el encadenamiento de las mujeres
pobres al cuidado de mayores, menores y dependientes, el agotamiento
psicológico de las mujeres que no disponen de nada…
La tremenda desigualdad que se constata en la
convivencia con mujeres pertenecientes a sectores poblacionales aún más
marginados por su raza, su procedencia geográfica y cultural (inmigración),
receptoras del rechazo y la exclusión propia y de sus hijos e hijas, y que se
evidencia en la falta de apoyo real y efectivo en su derecho a avanzar.
Rescatar para el presente el término “sororidad” para
designar una nueva forma de fraternidad entre las mujeres, que debe reforzarse
para articular respuestas cercanas y redes alternativas para el apoyo mutuo y
el reconocimiento de un espacio propio donde expresarse en libertad.
El feminismo, ha logrado sobrevivir a los procesos de
sometimiento ideológico y de reabsorción institucional, pero lo ha hecho desde
soledades individuales y desde pequeños grupos que han logrado mantener unida
su esperanza intelectualmente sostenida.
Somos las mujeres las que debemos rescatar del
olvido intencionado esta realidad y ayudar a las generaciones jóvenes a comprender los procesos de cambio promovidos desde el feminismo, que no
sólo se centran en aspectos de igualdad “normativa”, sino que cuestionan buena
parte de los valores dominantes: invalidación de los modelos masculinos
imperantes y lograr un cambio radical en las relaciones entre las personas y en
la misma forma en que se construye la identidad (que tanto asusta a la derecha
de nuestro país, a la de siempre y a la nueva derecha, pero que también
desconcierta a los partidos de “izquierda”).
Las mujeres que tuvimos la fortuna de construirnos por aquellos años, cargados de imborrable experiencia de lucha y de transformaciones, tenemos hoy la posibilidad de reconocernos, también, en una colectividad que se mueve, imparable, hacia realidades profundamente igualitarias.
Dentro de poco se
conmemorará, también, el surgimiento del “Movimiento 15 M”, hoy diseminado
entre frustraciones y esperanzas, que confluirán de nuevo en el surgir de
nuevas propuestas de alternativas progresistas, protagonizadas especialmente por
mujeres y por pensionistas, en un proceso indiscutible de avance hacia cambios
profundos que nos acerquen cada vez más a una realidad igualitaria, sin
posibilidad de retorno.
El día 8
de marzo hay que parar en las
fábricas, en las empresas, en los lugares de ocio, en el transporte y en la
escuela, en las casas y en el campo. Hay que parar para empezar a andar, con
las mujeres de todo el mundo, para CAMBIAR las
cosas.
Nos quedan muchos
colores por descubrir, por debajo de la luz que inspira los del “arco iris”. La
HUELGA FEMINISTA del 8 de marzo, seguro
que nos aportará colores nuevos más intensos