martes, 29 de mayo de 2018

UNA FINANCIACIÓN ADECUADA PARA LA ENSEÑANZA PÚBLICA


La política practicada por los gobiernos durante la crisis económica ha efectuado recortes considerables en el gasto educativo, a la vez que se incrementaban los fondos públicos destinados a centros privados concertados. 
España está a la cabeza en número de plazas concertadas, de las cuales la Iglesia concentra el 60 %
 

Juan M. Valencia Rodríguez - 29 de mayo de 2018

El acceso universal y gratuito a la educación, al saber y la cultura, es una de las grandes conquistas de las clases trabajadoras de la sociedad contemporánea, que no pudieron tener las poblaciones de épocas anteriores. La exigencia social hizo que el Estado liberal primero, y en especial las democracias en un momento posterior, asumieran  como propia la tarea de la “instrucción pública”.

En España, ese formidable logro tuvo uno de sus hitos más importantes en el primer bienio (1931-1933) de la Segunda República, en el que se produjo un esfuerzo mayúsculo de alfabetización y de construcción de centros escolares públicos. El retorno a la democracia tras la dictadura de Franco abrió nuevas esperanzas y posibilidades para el desarrollo de la enseñanza pública en nuestro país. La Constitución de 1978 sancionó el derecho de todos a la educación al establecer la enseñanza básica como obligatoria y gratuita.

La educación es un derecho universal, una prioridad humana y un bien público. Permite a las personas desarrollar las capacidades intelectuales para hacerse su propia idea de la vida y del mundo, adquirir la formación necesaria para ganarse el sustento con dignidad y también para disfrutar de las creaciones culturales y artísticas de la Humanidad. Hacer realidad tal derecho exige medios económicos, una financiación suficiente y adecuada. Cada colectividad debe preguntarse qué cantidad de la riqueza socialmente producida, es decir, qué porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) debe asignarse al gasto en Enseñanza pública, a través de la parte correspondiente de los impuestos recaudados por el Estado.

En este asunto la realidad española deja mucho que desear, porque a nuestro atraso secular se une la política seguida por los gobiernos durante la crisis económica, de recortes considerables en el gasto educativo (iniciados en los dos últimos años de gobierno de Zapatero y agravados en los gobiernos de Rajoy): de un 4,94 % del PIB en 2009 se pasó al 4,1 % en 2015, y sigue bajando: en el Programa de Estabilidad remitido por el Gobierno de Rajoy a Bruselas se contempla que España rebaje el gasto educativo en 2020 al 3,67 %.


Andalucía es tras Extremadura la comunidad autónoma que más gasta en Educación en % de su PIB (5,1 % en 2017 por un 4 % del total de España). Sorprende sin embargo que el PSOE (que ha abandonado el pacto educativo estatal por no aceptar el PP un gasto mínimo en Educación del 5 % del PIB), en Andalucía haya rechazado, junto a Ciudadanos y el PP, la admisión a trámite de una Proposición de Ley presentada por Podemos e Izquierda Unida, y apoyada por los sindicatos de Enseñanza CGT, USTEA, CCOO, UGT y CSIF, para reformar la Ley de Educación de Andalucía de 2007, al objeto de garantizar un gasto mínimo del 5 % del PIB andaluz en la educación no universitaria (ahora está en el 3,93 %).

Al reducirse con la crisis el gasto educativo público miles de docentes fueron despedidos y el resto vio aumentadas sus horas docentes y empeoradas sus condiciones de trabajo, mientras aumentaba el alumnado y la ratio de número de alumnos por profesor,  y se recortaron drásticamente los programas compensatorios que ayudaban con dotación adicional de profesores a la atención del alumnado con mayores  necesidades educativas. Estos recortes contribuyen a un incremento de las desigualdades sociales existentes y sitúan a la población más desfavorecida en peores condiciones para desenvolverse, justo cuando las cosas vienen mal dadas en el trabajo y la economía.

Paradójicamente, iba creciendo con fuerza el gasto público en centros privados “concertados”, es decir, sostenidos con fondos públicos. La existencia de dichos centros se quiso justificar en razón de la “libertad de enseñanza”, pero tal derecho está garantizado en los centros públicos. Su profesorado, en el que está presente todo tipo de ideologías, tiene la obligación de defender unos valores cívicos y democráticos de aceptación general, y es seleccionado a través de oposiciones los funcionarios y el interino mediante bolsas de trabajo públicas regidas por un baremo razonado. Quien desee para sus hijos una enseñanza confesional o adscrita a una determinada ideología, debe pagársela de su propio bolsillo.

España es el cuarto país de Europa donde menos escuela pública hay en Secundaria y el tercero en Primaria. Solo un 69% de los alumnos españoles de Secundaria acuden a centros públicos (68% en Primaria), como puede verse en el gráfico correspondiente de abajo, cuando la media europea es del 81 %. España está a la cabeza en número de plazas concertadas, de las cuales la Iglesia concentra el 60 %. En Andalucía el alumnado de los centros concertados, subvencionados con fondos públicos, alcanzó el 20,2 % en el curso 2015/2016 (por debajo del 25,6 % de la media en España). Pero siendo una Comunidad que siempre ha estado gobernada por el PSOE, sería deseable que se hubiera practicado una política de reducción progresiva de los centros concertados, con plazos razonables para su supresión y ofreciendo la posibilidad de transformación de los mismos en centros públicos, en vez de la política de cierre de aulas públicas que se está haciendo.

Los datos ofrecidos revelan el desprecio hacia la enseñanza pública y hacia la mayoría social por parte del Gobierno del PP. Entretanto, este partido ha sido ya sentenciado por los jueces como culpable de una corrupción sistemática y por tanto de un uso delictivo del dinero público. Pese a lo cual Rajoy, beneficiario directo en sobres ocultos a Hacienda de esa corrupción, no tiene al menos la vergüenza de presentar su dimisión, algo difícil de entender en Europa. Este Gobierno no puede seguir machacando ni un día más los intereses de la inmensa mayoría de la población, hay que echarlo del poder. Si quienes pueden hacerlo desde el Congreso de Diputados no lo hacen tendrán que dar cuenta a la ciudadanía.

Anexos

Como puede comprobarse en los gráficos de abajo, España se encuentra entre los países de la Unión Europea (UE) que menos dinero público destinan a la Educación, tanto si se considera en % del PIB (4,4 % frente a la media del 5,1 % de la UE en 2014) como en gasto por alumno (en España 5.983 € por alumno en Primaria frente a los 7.350 € de la UE-22, y en Secundaria 7.328 € en España por los 8.647 de la media europea, datos de 2013).