Antonio Sánchez Rodríguez
19
de junio de 2018
Ha
sido este hecho, de la Moción de Censura y el nombramiento de un nuevo
gobierno, el más deseado y esperado por una gran mayoría de españoles. La
expulsión del gobierno de la derecha corrupta, intolerante, abusiva e
insensible a las penurias, agobios y dolor de sus gobernados, sin más
justificación que servir los intereses de sus señores: los poderes económicos, ha
sido, de momento, un alivio para todos.
Una
mayoría del Parlamento que representaban a millones de votantes de izquierda y
nacionalistas supera a la nueva derecha y a la vieja, confirmando que este
grupo político del PP ha conseguido posicionarse, por sus propios méritos, como
un partido indeseable.
Su
lugar, lo ha ocupado la resistencia de un partido de la agotada
socialdemocracia con un equipo de mayoría femenina que reconoce con ello el
potente movimiento feminista del 8 de marzo, con una mayoría de funcionarios
del estado, que desde el primer día sabrá cómo moverse, y un tercio de
procedencia del sector privado. Al mismo tiempo cuenta con personajes ejemplares
que representan el esfuerzo y la perseverancia. Y en general da, este equipo,
una visión de urbanitas de buena educación con modos respetuosos y democráticos
y de buenos profesionales que rondan -ni jóvenes ni viejos- los cincuenta años.
El
conjunto ha caído bien, se les supone que son representantes de una visión más humanista de la vida y democratizador de
viejas estructuras partidistas. Ha creado esperanza e ilusión a esa gran
mayoría de españoles que comentaba, pero también es cierto que entre ellos no
hay nadie de “mi barrio”, ni de “mi pueblo” y demasiado cercanos a mi edad
–sexta decena-, sin embargo no hay “pensionistas”, a mi modo de ver falta
representación del mundo del trabajo, de la gente que produce y de las
generaciones que vienen supuestamente más conocedores de los nuevos modos y modas
–muchas de ellas con base en las tecnologías- de los que algunos y algunas de
incidencia directa a derechos fundamentales de trabajo, privacidad, etc. habrá
que frenar en seco.
Todos
los componentes pueden ubicarse en esa clase educada y universitaria que desde
hace unos años vota a la izquierda. Gran parte de ellos, especialmente su líder
Pedro Sánchez vienen de perder-ganar-perder-ganar en su partido, ante los
agotados socialdemócratas o de los de la tercera vía, en diferentes momentos
históricos. Pero que finalmente han conseguido vencerlas al conectar con unas
bases más exigentes, hartas de ver como
los anteriores líderes claudicaban antes los poderes económicos, sin apenas
resistencia, ofreciéndoles en bandeja reformas laborales retrógradas o cambiar
el artículo 135 de La Constitución para anteponer los prestamistas a las
necesidades sociales esenciales.
El
equipo, de momento, ha hecho una apuesta clara de jugarse el todo por el todo,
solos y sin apoyos, ellos serán los que recojan los frutos de su gobierno y lo
cierto es que tienen margen y además el momento de movilizaciones sociales le
es propicio.
El
neoliberalismo ha conseguido grandes triunfos, ha acorralado a la izquierda y
al mundo del trabajo y a las pequeñas y medianas empresas, apoyado en el
instrumento fiel de un gobierno de derechas, lo ha hecho endureciendo las leyes
laborales, los contratos de trabajo, la temporalidad y precariedad dejando las
relaciones empresario-trabajador en un “de tú a tú” anulando la negociación
colectiva, y como complemento con leyes sociales –ley mordaza- para acallar las
protestas y la libertad de expresión.
Tanto
han avanzado que las reacciones han ido fraguando y tomando cuerpo en las
calles, los sindicatos embarbascados y educados en la “negociación, negociación,
negociación” perdieron poder de convocatoria y los partidos no acababan de
conectar con sus gentes, así las mareas se organizaron cada una en su sector,
del mismo modo las Marchas de la Dignidad apuntaron el modo de confluir sin
marcas ni banderas y en este primer semestre de 2018 todo se ha ido desbordando
en las calles, mientras en paralelo los casos de corrupción no dejaban de
aparecer día tras día con especial protagonismo del partido del gobierno.
Estas
continuas revueltas contribuyen a que los poderes económicos se planteen que dados
los enormes avances conseguidos, y dada la situación, la conveniencia de ceder
dos de los veinte pasos ganados y así evitar el riesgo de pérdidas mayores. De
hecho saben que se pueden ceder en aspectos con escasa repercusión económica
como por ejemplo la derogación de la Ley mordaza o dar curso a la Memoria
histórica, pero es más, incluso en lo económico también tienen margen para ceder
una parte de los grandes beneficios obtenidos, de manera que la CEOE ha debido
tomar nota de ello y empieza a aceptar una subida salarial que vaya frenando los
ímpetus. Del mismo modo en las renegociaciones del Pacto de Toledo las subidas
a los pensionistas respetando el IPC parece que sigue la línea comentada.
Otra
cosa serán las leyes de las Reformas laborales de 2010 aprobada por el PSOE y
la del 2012 por el PP, que ya el nuevo gobierno pretende “retocar” y no
derogar, en la más clara línea del reformismo. Por ello habría que llamar su
atención respecto a que la historia no se repite, la socialdemocracia como tal
no volverá, puede haber momentos históricos semejantes, pero jamás idénticos.
Los acuerdos de las postguerras mundiales cuajaron en una situación histórica
muy diferente a la actual. Ha cambiado radicalmente el modo de producción, con
la aparición de las tecnologías y la robótica, y mucho más los modos de
comercializar los productos, superando todas las fronteras, no hay que
colonizar los países con ejércitos porque las desregularizaciones de la
economía y de los mercados ha abierto caminos y relaciones nuevas que han
generado una configuración de nuestra vidas absolutamente diferente a la de
hace pocos años porque las relaciones laborales son el núcleo alrededor del
cual se conforma las sociedad.
Eso
sí, en muy poco espacio de tiempo –pocos días- hemos visto como la sensibilidad
y el humanismo supuesto eran una posibilidad certera como demuestra el caso del
barco Acuarius y la forma de tratar la inmigración, del mismo modo que la
retirada de las concertinas de las fronteras es también una muestra clara, sin
olvidar en este caso que implica una censura a una medida adoptada por su
propio partido. Pero lo importante es que no deben quedarse en actos sueltos,
sino que deben ser aprovechados para presentar exigencias en la Unión Europea
al tratamiento de ‘sus’ fronteras porque no son sólo de los países de por sí
fronterizos.
Por
tanto la otra izquierda más transformadora, la que apunta un cambio y no un
retoque, apretará, debe hacerlo porque la mayoría de la población afectada por
una cosa u otra así lo exige, y una vez mostrado el apoyo “incondicional” para
la Moción de Censura ahora vendrán los momentos más serios para cumplir los
objetivos y establecer un nuevo sistema más participativo y democrático
capaz de corregir no sólo los dos pasos que el neoliberalismo están dispuestos
a ceder, sino acercarse a los veinte.
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