David
Benavides
Profesor
Titular de la ETSI Informática. Universidad de Sevilla.
Primer secretario político de Podemos Andalucía @davbencue
Primer secretario político de Podemos Andalucía @davbencue
En este blog se publica el 27 de diciembre de 2018
Fui
el primer secretario político de Podemos
Andalucía.
Di el paso a formar parte de la estructura de un partido que se
presentaba como nuevo. Lo hice desde mi experiencia profesional y mi
compromiso social impulsado por una ola de ilusión que había
empezado a fraguarse en el 15M y otros movimientos ciudadanos y
populares. Nunca antes había militado en un partido. Lo hice desde
Andalucía porque quería cambiar la realidad de mi entorno. Impulsar
la universidad y la educación como motores de cambio a futuro y como
elementos centrales que podían y pueden hacer una Andalucía mejor,
más sostenible, más igual, más humana, más avanzada. Plantear
propuestas solventes, posibles y al mismo tiempo atrevidas
para hacer frente a una crisis global con muchas aristas desde
económicas hasta ecológicas.
Mi
experiencia duró
dos años.
La distancia entre "una nueva forma de hacer política" y
la acción real era muy grande. De la participación y la decisión
colectiva se pasaba rápidamente a la centralización de las
decisiones, al poder del aparato y al apretar filas frente a
opiniones divergentes. En lugar de ampliar la base social a medida
que el partido ampliaba su representación institucional, la base del
partido se iba minando poco a poco y la gente que un día se acercó
con ganas de aportar para un cambio de ciclo, se iba quedando
descolgada.
Se
empezaba a echar en falta el proyecto inicial con el que Podemos se
presentó a la ciudadanía. Ese proyecto se hubiera conducido con
honestidad y coherencia y no cambiado de rumbo tantas veces,
cometiendo graves errores discursivos y dejando de ser un referente
para una buena parte de las personas que mostraron su apoyo al
principio. Después del 2D, y siguiendo una serie de decisiones y
acciones, lo que va quedando, como mucho, es ocupar el espacio que
ocupaba Izquierda Unida anteriormente. Y esto se ha hecho
sacrificando un proyecto para el país y para Andalucía a cambio de
un férreo control interno.
Mi vivencia personal
podría ser anecdótica, pero creo que es un pequeño síntoma de un
problema más global y general que ha hecho que hace apenas unos
días, muchas andaluzas y andaluces se hayan quedado huérfanos de
referentes progresistas.
El
PSOE de Andalucía, uno de los buques insignias del PSOE a nivel
estatal, capitaneado ahora por Susana Díaz ha ido perdiendo apoyos
elección tras elección desde hace 15 años. El descontento de sus
simpatizantes ha ido creciendo hasta el punto de que el agua ha
llegado a la máquina de motores. Se ha presentado a estos comicios
con un mensaje muy parecido al que lleva mostrando desde el inicio:
Andalucía
soy yo. Y Andalucía le ha respondido que no.
El
proyecto que presentó
Adelante
Andalucía
era un proyecto poco creíble, refrito con aceite quemada que apartó
a mucha gente que antes vio a Podemos con ilusión. Mucha gente
diversa que llenó el Velódromo de Dos Hermanas en 2015. Mucha gente
que podría rescatar muy poco de la acción parlamentaria de Podemos
Andalucía más allá del "cortijo apesta" o "ni
muerta". Entre 200.000 y 400.000 personas que han dejado de
prestar su apoyo a la marca electoral. Y es que no hay peor receta
que coger la bandera prestada del andalucismo sin Andalucía. Una
marca solo teñida por nuevos logos, un par de partidos residuales y
un tándem de dos personas que no han sabido, no han podido o no han
querido conectar con una masa social amplia que pudiera, ante los
peores resultados electorales del PSOE en la historia de Andalucía,
presentarse realmente como alternativa. El resultado de su leitmotiv
se juzga por si mismo: una alternativa al susanismo sin pasar por las
derechas.
Tres razones
Se pueden identificar
tres vectores clave en el auge de la (extrema) derecha en Andalucía.
Un hecho insólito que ha hecho que sea por nuestra tierra por donde
haya brotado con fuerza la raíz del populismo de derechas.
El
primero, la crisis territorial que desde hace más de una década
está siendo conducida de manera nefasta por los dirigentes del
Estado y de la Generalitat. Una crisis en la que Andalucía ha sido y
es el actor escondido, ese actor que pudiera jugar un papel relevante
pero que nadie parece querer ponerlo en escena. Una crisis que,
además, no tiene horizonte de ser solucionada y de la que, al final,
quienes están sacando mayor tajada, como en tantas otras crisis, son
las élites del estado y de Cataluña. Esto ha dado un caldo de
cultivo para instalar un marco antagónico fuera de Cataluña: los
catalanes nos roban (la
bandera, la unidad, la paz social, la lengua, la cultura) sin que
nadie haya planteado un marco alternativo en el que Andalucía
pudiera jugar ese papel relevante.
En segundo lugar, y no
menos importante, la falta de certezas frente a la ya prolongada
crisis que ha hecho que muchos votos hayan sido votos rebeldes
escondidos en siglas variadas. La incapacidad de dar soluciones a lo
cotidiano hace que en tiempos convulsos desde jóvenes a adultos se
planteen apoyos nuevos, soluciones aparentemente simples que pongan a
pelear a los estratos más vulnerables entre ellos.
Y, en tercer lugar, y
puede que más importante, precisamente la falta de referentes
progresistas con propuestas y salidas a esos dos problemas de una
manera atrevida y valiente.
Y si frente a las
elecciones ha habido pocos referentes, la situación no es mejor
desde el día después. Por una parte, Susana Díaz dice estar
dispuestas a gobernar en Andalucía después de haber cosechado el
peor resultado de su historia sin asumir ni un milímetro de
responsabilidad ni un horizonte de renovación. Por la otra, Pablo
Iglesias llamando a las trincheras antifascistas cuando se acaban de
abrir las urnas mandando un mensaje cuando menos confuso para
contentar a la que parece que ha decidido debe ser su parroquia. Y,
por último, Teresa Rodríguez haciendo el avestruz y tras titubear
sobre el resultado y no saber qué decir dejando claro que tampoco va
a asumir responsabilidades y refugiándose en un periodo de reflexión
interno como si al interior de Podemos quedara mucha gente. Como si
la gente que quedara pudiera participar en un debate abierto y amplio
sobre lo sucedido para dar un horizonte sobre lo que hay que hacer.
Alguien dijo alguna vez
que en España no había entrado la extrema derecha gracias al 15M.
Pues bien, ya están aquí y parece que han venido para quedarse.
Para
encarar la nueva situación se antoja imprescindible reconstruir el
espacio transversal y progresista que haga frente al discurso fácil
de la centralización y el chovinismo desde un discurso
descentralizado, solvente, eficaz y creíble;
que haga frente al discurso machista desde un discurso feminista,
ganador e inclusivo; que haga frente al discurso del odio al
inmigrante desde un discurso veraz, realista y solidario; que haga
frente al discurso de debilitar el Estado con bajadas masivas de
impuestos desde un discurso de un Estado más eficaz como motor de
innovación y cambio; que plantee en definitiva un proyecto para
Andalucía y el país con el discurso del sentido común progresista
que tantos pasos empezó a dar en 2011 pero que -por el mal accionar
de muchos- convirtió el 2D en un día sin referentes progresistas.