Rosario Granado Gallardo
1
de noviembre de 2019
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Los
medios de comunicación actuales no son medios informativos sino medios de
propaganda. Tienen como objetivo lograr la aceptación de las políticas
neoliberales y militaristas que se nos están imponiendo.
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La
concentración en pocas manos de todos los medios informativos nos da una única
visión de los acontecimientos y nos impide ver otros enfoques y otros relatos.
Así se crea el pensamiento único en una sociedad que pierde la capacidad de
análisis y de crítica
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Los
periodistas más jóvenes están haciendo un gran esfuerzo para poder encajar en
un sector en el que la falta de trabajo y la precariedad es lo normal. Se
encuentran claramente condicionados por la falta de libertad.
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Ante
esta situación de control de las agencias de la opinión pública sólo nos queda
la educación y la conciencia.
ÉticaPeriodísticaYa es el “hastag” que utilizaron algunas
comunidades musulmanas ante la proliferación de titulares en la prensa
claramente difamatorios y ante el aumento de la islamofobia fomentada en gran
medida por los medios de comunicación.
Pero la falta de ética periodística nos afecta a toda la sociedad en su
conjunto. Por eso este lema tendríamos que asumirlo todos.
La manipulación informativa es total en todo
tipo de información, tanto en la más cercana como en la internacional, con
falsas noticias, con mensajes subliminales, con el uso de un vocabulario que
conlleva valores negativos atribuidos a determinadas personas, grupos o países.
Es importante tomar conciencia de que los medios de comunicación son en
realidad medios de persuasión que tienen como objetivo crear opinión pública,
mantener el pensamiento único y el consentimiento, es decir, la aceptación de
las políticas neoliberales y militaristas que se nos están imponiendo. Los
medios de comunicación actuales no son medios informativos sino medios de
propaganda.
En teoría, en las sociedades democráticas,
todos los ciudadanos tenemos derecho a una información veraz; sin embargo para
acceder a una información diversa y contrastada tenemos que recurrir a los
medios alternativos, que se mueven entre la precariedad y el hostigamiento. La
concentración en pocas manos de todos los medios informativos nos lleva al
totalitarismo mediático que nos da una única visión de los acontecimientos y
nos impide ver otros enfoques y otros relatos. Así se crea el pensamiento único
en una sociedad que pierde la capacidad de análisis y de crítica, manipulada por
el poder mediático. Poder que se concreta en unas cuantas agencias de
información puestas al servicio de las grandes empresas multinacionales a las
que pertenecen. Agencias que nos transmiten todas exactamente lo mismo.
Los periodistas más jóvenes están haciendo un
gran esfuerzo para poder encajar en un sector en el que la falta de trabajo y
la precariedad es lo normal. A veces se encuentran claramente condicionados por
la falta de libertad, otras veces caen en la rutina de reproducir lo que dicen
los demás sin ningún contraste, y utilizan con normalidad como fuente de
información lo que ha dicho otro medio. El tema es que nos encontramos, sin
duda, con una degradación del oficio y que por un motivo o por otro, cada vez
hay más ciudadanos que desconfían de los medios.
El caso de Julián Assange, encarcelado y
sometido a aislamiento absoluto como forma de tortura por hacer un periodismo
de investigación al servicio de la ciudadanía, es un claro ejemplo de falta de
libertad y al mismo tiempo de disuasión.
Estas agencias no tienen escrúpulo ninguno en
manipular la información, a veces ocultando noticias importantes con un
silencio informativo impuesto, otras veces recurriendo a las medias verdades,
(como decía Oscar Wilde no hay peor mentira que la que se acerca a la verdad),
o en muchos casos mintiendo descaradamente.
Son muchos los casos de silencio informativo
que podríamos citar. Quizás uno de los más claros sea la guerra del Yemen
(impuesto a las agencias por Arabia Saudí) o el silencio sobre los crímenes
cometidos por Israel en los Territorios Ocupados Palestinos (impuesto a las
agencias por Israel). El silencio ha sido también notorio sobre las grandes
movilizaciones populares contra gobiernos títeres y corruptos, fuertemente
reprimidas, como fue en su momento el caso de Bahréin, o más recientemente de
Honduras o Haití.
En contraste con el silencio vemos otros
casos en que las noticias son exhaustivas. Pero esta continua y constante
información siempre está sesgada, en el sentido de que nos ofrecen los hechos
desde un solo punto de vista. Este tipo de información exhaustiva suele estar
siempre descontextualizada. Es el caso de Venezuela o de Hong Kong, en que se
le niega la voz a una de las partes enfrentadas, la del propio gobierno, y se
le da a los opositores. Se trata sin duda de crear opinión pública y no de
informar a la ciudadanía.
Las mentiras descaradas se han utilizado en
los casos en que se ha pretendido justificar la guerra, ocultando los
verdaderos motivos y presentándola como inevitable y necesaria. Se utilizó en
Irak, después en Libia, y más recientemente en Siria, con noticias falsas de
todo tipo, algunas grabadas por actores en escenarios ficticios (poco importa
que más tarde se demuestre su falsedad). Los bombardeos sobre la televisión del
país invadido y el asesinato de periodistas es práctica común del ejército
estadounidense. Resulta difícil para la ciudadanía tener opinión propia cuando
es imposible contrastar puntos de vista distintos.
Ejemplo también de falta de la más mínima
objetividad es toda la información referente a Rusia y China, que convierte a
países amigos con los que existían buenas relaciones en enemigos declarados.
Poco importa que perjudique seriamente a los intereses comerciales del campo
andaluz y de España. Hay que anular los acuerdos comerciales con Rusia porque
lo dice Europa siguiendo el mandato de EEUU. Y los medios “informativos” están
para justificarlo, para convencernos de que hay que bloquear la economía rusa
porque “no respeta los Derechos Humanos”.
Ante esta situación de control de las
agencias de la opinión pública sólo nos queda la educación y la conciencia. Así
como los feminismos han analizado y denunciado el uso de contenidos machistas,
tenemos que analizar y denunciar los mensajes racistas, xenófobos, belicistas,
falsos, y como dice Ángeles Díez, profesora de Sociología de la Complutense,
igual que hemos aprendido a mirar las etiquetas de los productos que compramos,
tenemos que aprender a analizar las noticias, contextualizar, ver las fuentes,
contrastar, y denunciar en su caso. Es un reto que tenemos por delante si
pretendemos vivir en democracia.