Nota: El presente
artículo de Juan Torres López (Catedrático de
Economía aplicada en la Universidad de Sevilla), ya ha sido
publicado el día 21 de marzo de 2020 en el diario “Público”. Hoy, 27 de marzo de 2020, con la autorización del mencionado
autor, se publica en este Blog para nuestros lectores.
Juan Torres López
21 marzo, 2020
Estoy
completamente seguro de que todas las autoridades europeas están haciendo un
esfuerzo inmenso para tratar de dar la mejor respuesta posible a la crisis en
la que estamos. Pero los hechos muestran, a mi juicio, que no están acertando
con las medidas que toman.
Banderas de la Unión Europea ondean
en la puerta de la Comisión en Bruselas.
REUTERS/Yves Herman
En artículos anteriores me he referido a lo que creo que se está haciendo mal hasta ahora pero, como se siguen cometiendo errores de envergadura, voy a insistir de nuevo en ellos, ahora de forma algo más detallada.
Primer error
Esta crisis no se puede enfrentar
como si fuera la de 2008. Entonces se produjo una paralización de la economía
que debía resolverse inyectando dinero para que las empresas y los consumidores
siguieran produciendo y consumiendo. Ahora, las medidas inmediatas no deben
buscar eso. El problema que tenemos es otro: que durante un tiempo que puede
ser largo, muchas empresas y consumidores no van a poder producir ni consumir,
aunque dispongan de dinero suficiente para ello, porque estamos en una crisis
sanitaria que obliga a paralizar la vida económica. Por tanto, no se necesita
estimular, sino mantener en hibernación a las empresas y a las personas, porque
si mueren en el periodo de inactividad, lo que tendremos después no será una
recesión sino una depresión muy larga.
Segundo error
Por la razón anterior, no vale con proporcionar alivio venidero en forma de préstamos sino de evitar desde este mismo momento que las empresas tengan que cerrar en unas pocas semanas y que haya personas que se queden completamente sin ingresos. Por tanto, lo que se necesita son ayudas inmediatas de dinero en los bolsillos y en las cajas de las familias y las empresas. Y no es necesario darlo a todas sino a las que efectivamente lo necesitan para sobrevivir (una cuestión técnica secundaria que no puedo tratar aquí es cómo lograrlo). Una parte muy considerable del que diésemos a quienes no están perdiendo ingresos no se iba a poder gastar en una situación de catástrofe sanitaria.
En este sentido van, correctamente,
las medidas que están tomando los gobiernos como el español, pero es necesario
que se extiendan, que se agilicen y que proporcionen más recursos. No basta con
que las empresas se mueran sólo un poco, sino que hay que evitar que
desaparezcan ahora o unas pocas semanas o meses después de que pase la
emergencia sanitaria. Si queremos que no cierren miles de empresas, no basta
con retrasar pagos de impuestos, sino que hay que eliminarles la carga que no puedan
soportar durante el tiempo que dure su inactividad. La única solución posible
es que los gobiernos garanticen que las empresas y los hogares sigan
manteniendo -al menos en la mayor parte- su flujo de ingreso durante este
primer periodo de inactividad.
Tercer error
Hace falta más dinero con carácter
inmediato. Es verdad que eso lo reconocen las propias autoridades, pero no
llevan a la práctica lo que dicen. En estos momentos no puede haber limitación
alguna a la hora de proporcionar el dinero que necesita el sector sanitario, el
de cuidados, el mantenimiento de las condiciones de vida digna de las personas
y la supervivencia de las empresas cuando, como he dicho, aunque quisieran no
pueden realizar actividad alguna.
En realidad, el error que cometen
las autoridades europeas no es que no quieran poner más dinero, sino que están
recurriendo a una fuente para ponerlo que no puede dar el que se necesita. Bien
porque es un mecanismo lento y no es seguro que funcione (préstamos de los
bancos), bien porque se tiene miedo a que si lo ponen los propios gobiernos
endeudándose, tengan que asumir el riesgo de no poder soportar la carga
financiera poco tiempo después.
Se equivocan porque existe la
posibilidad de disponer de todo el dinero necesario, sólo que se debe acudir a
la fuente adecuada, que no es otra que la que en última instancia crea el
dinero que hay en la economía: el banco central que puede darle a los gobiernos
y a la economía en general lo que nadie más puede proporcionarle de un día para
otro, todo el dinero que necesiten (los bancos privados también crean el dinero
de la nada pero haciendo negocio con ello).
Recurrir a los bancos comerciales
para financiar a los gobiernos y a las empresas en medio de una emergencia
sanitaria es una barbaridad y una irresponsabilidad histórica (si no algo peor)
puesto que retrasa la financiación, la hace más cara y convierte la ayuda de
hoy (o, mejor dicho, la que se recibirá pasado mañana) en una carga más que
solo retrasará el cierre de miles de empresas.
Cuarto error
Mucho peor que el de recurrir a los
bancos comerciales en una emergencia es el error de utilizar, como ya se está
barajando, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, es decir, esperar a que los
países caigan para levantarlos después mediante rescates que estarían
vinculados a condiciones sociales y económicas draconianas. Algunos lo están
pensando, es la solución fácil, la del matarife, y esto es mucho peor que un
error.
Quinto error
La Unión Europea se equivoca también limitándose a anular las reglas fiscales de contención como hará la semana próxima anulando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y permitiendo que los gobiernos escapen del corsé fiscal que les impone. Se trata de una medida necesaria e inevitable pero completamente insuficiente: es como si las autoridades de una ciudad en donde está prohibido que las calles se mojen, cuando se produce un tsunami lo que dicen es que se permite que se mojen. ¡Pues claro que los gobiernos se van a saltar esas reglas! (salvo que estén en manos de irresponsables dispuestos a que sus compatriotas mueran por falta de recursos sanitarios y a que su economía se hunda irremisiblemente más tarde).
No basta con eliminar esas reglas
que cualquier gobierno sensato se iba a saltar de facto, sino de establecer al
mismo tiempo en qué condiciones podrán gastar ahora, en medio de la emergencia,
más de lo que se puede gastar con esas normas. Es decir, lo que tendría que
hacer Europa es establecer las condiciones necesarias para que este gasto
extraordinario y el incremento de deuda que va a producir no lleve consigo
después un daño económico (y político) incluso peor del que ahora estamos
viviendo.
Para evitar este error lo que se
necesita es que la financiación extraordinaria a la que han de recurrir
inevitablemente los gobiernos no esté sometida a la amenaza de "los
mercados" (en realidad personas individuales o societarias con nombres y
apellidos). Y eso es algo que se puede conseguir fácilmente, como digo, si el
Banco Central Europeo es quien actúa como prestamista directo de los gobiernos
o garante de esa financiación, y no sólo como el que paga el banquete de la
banca.
Sexto error
Si se leen las declaraciones de los
dirigentes de los bancos centrales o de la Comisión (véase, por ejemplo, el
artículo que hoy mismo publica el gobernador del Banco de España en el diario
El País) es fácil observar que se hablan dándose orientaciones uno a otro, como
si fueran (en realidad lo están siendo) dos polos diferentes del problema, dos
fuentes distintas e independientes de decisión. Eso es un error porque de lo
que se trata ahora es de utilizar una tijera que, como he dicho, corte por lo
sano. Pero esa tijera, como todas, tiene dos hojas, la de quien pone el dinero
(el banco central) y la de quien lo gasta (los gobiernos). Y ninguna tijera
puede funcionar actuando cada hoja por su lado. Es algo que sabemos desde hace
mucho tiempo y la metáfora se la debo al premio Nobel James Tobin: "La
idea de que el dinero y los precios pueden separarse y delegarse al banco
central mientras que el Congreso y el Ejecutivo se ocupan por su cuenta del
presupuesto, los impuestos, el empleo y la producción es una falacia".
Es un trágico error que en medio de
una catástrofe se siga actuando bajo esa falacia, creyendo que el Banco Central
Europeo debe actuar con independencia de los gobiernos. En estos momentos de
emergencia extraordinaria todas las autoridades deben sentarse y actuar al
unísono, adoptando medidas acordadas entre todas y ayudándose una a otra a
resolver el problema gravísimo al que se enfrentan las personas y las
economías.
Séptimo error
Los gobiernos europeos, y en particular el alemán y el de Países Bajos, están cometiendo un error de dimensiones históricas imponiendo la idea de que cada país debe actuar por su cuenta para hacer frente a la pandemia. Un error al que, en menor medida, ha contribuido también el Banco Central Europeo cuando dijo que no podía hacer más y que la solución era fiscal y que dependía de los gobiernos, de unos gobiernos que hoy día no disponen ni de recursos propios, ni de moneda propia, ni de una hacienda común.
Alemania, sobre todo, se equivoca
por dos razones. La primera, porque es estúpido dar respuestas locales a una
crisis sanitaria y después económica que es intrínsecamente propia de la
sociedad interrelacionada y globalizada en la que vivimos. Y la segunda, porque
está quemando sus propias naves. La gente que va a sufrir de nuevo por el
empeño ultramontano alemán, o por su inconfesable voluntad de seguir dominando
a toda Europa por cualquier medio, terminará viendo lo que hay detrás de la
falta de respuestas mancomunadas: ética supremacista, egoísmo y ánimo de
dominar. Es verdad que Alemania ha podido acumular superávits comerciales
gigantescos gracias al diseño actual del euro, pero también lo es que necesita
a sus socios y que si ella misma genera un profundo sentimiento anti alemán y
antieuropeo lo que hace es matar a la gallina que le pone huevos de oro.
Octavo error
Se equivocan también las autoridades si confían preferentemente, tal y como expresamente se decía en el comunicado del Eurogrupo, en los llamados estabilizadores fiscales automáticos, es decir, en la bajada de pagos fiscales o en el aumento de los subsidios que se ponen en marcha automáticamente cuando baja la actividad. El tipo de impacto que estamos sufriendo requiere mucho mas. Y, repito, no sólo impulso económico puesto que en medio de una sociedad obligadamente paralizada por razones sanitarias no basta con poner gasolina al motor, sino que se trata de evitar que no se eche a perder por no utilizarlo.
Son demasiados errores y se trata
además de errores que están costando muy caros porque se refieren a actuaciones
inmediatas. Y que si se siguen cometiendo van a ponernos en peligro cuando
salgamos de la crisis sanitaria: ¿cómo no está claro que si se sale de esta con
las empresas cerradas vamos directos a un problema subsiguiente de nuevas y
terribles consecuencias? ¿cómo no se entiende que una emergencia sanitaria
global no se soluciona con el vaso medio vacío sino con todos los recursos
disponibles y creando otros nuevos, como pueden hacer los bancos centrales?
¿cómo no se dan cuenta de que una cuarentena que se alargue significa el cierre
inevitable de empresas y la ruina de las personas si no se les garantiza un
flujo mínimo de ingresos? ¿cómo no se dan cuenta de que eso no se está
consiguiendo ni se va a conseguir con las medidas que están tomando hasta la
fecha?
La Comisión Europea debe sentarse
con el Banco Central Europeo, poner sobre la mesa todo el dinero necesario y permitir
que los gobiernos garanticen inmediatamente el flujo de ingresos que están
perdiendo las empresas y las familias. Sea como sea, sea la cantidad que sea y
sean cuales sean mañana las consecuencias de esa actuación de ahora porque, en
cualquier caso, no serán peores de las que tiene equivocarse y no hacer ya lo
que se debería haber hecho.