Enrique
Cobo
19
de mayo de 2020
En
medio de un monumental cambio del que sabemos algunas cuestiones como que habrá
muchísimos muertos, que habrá una incalculable crisis económica, de que el
poder en el mundo se ve compelido a unas nuevas tensiones y, por tanto, irá
hacia un nuevo equilibrio o desequilibrio mundial que tendrá otras bases y
otros equilibrios entre los estados y las alianzas entre ellos. Pero también se
avecinan nuevas certezas que habrán de encontrar su formulación política en el mundo,
en los conjuntos de estados “aliados”, en cada uno de los estados, en cada uno
de nosotros.
Me
gusta formular algunas apreciaciones sobre algunas líneas generales sobre
salud, educación, economía y participación que la situación actual me sugiere.
La
salud de los ciudadanos es una cuestión con unas dimensiones individuales, locales,
regionales, mundiales. Ya nos resulta evidente que la salud es una cuestión que
solo puede encontrar respuesta desde la intervención de los poderes públicos y
que necesita de acuerdos internacionales y mundiales y que, sin embargo se
concretan en actitudes individuales y colectivas. La sanidad es una cuestión
pública, de gestión pública. No será el mercado el que la organice porque sus
“métodos” no son eficaces si no están al servicio de las decisiones de los
estados y de organismos internacionales.
La
educación tendrá que adecuarse y revisar sus postulados en cuanto a objetivos, metodologías,
técnicas, organización y medios pero por la dimensión de las cuestiones que
plantea necesariamente necesitará de una dirección, una financiación y unos
medios que contando con los profesionales, los creativos la iniciativa
individual, la libertad de catedra tendrá que estar dirigida, coordinada y
financiada con medios públicos para que sea más eficaz y tendrá que contar con
objetivos compartidos por la sociedad. Tendrá actores privados pero la
dirección y la financiación y la supervisión y seguimiento habrán de ser
públicos. No serán útiles los mismos edificios, las mismas relaciones entre
alumnos y educadores, ni entre educandos entre sí ni de educadores con los
alumnos y entre ellos. Se están insinuando muchos cambios, están asomando la
cabeza pero lo que a mí me parece es que se ve uno sustancial: el mercado no
puede dirigir la educación aunque formule demandas de capacidades
profesionales, pero no puede organizarla, dirigirla ni conseguir que sea una
fuente de igualdad de oportunidades para que se puedan desarrollar las
capacidades infinitas de los ciudadanos. Formación de los educadores,
valoración social, selección y cooperación con la sociedad en la que desempeñan
su trabajo serán objetivos que solo la acción pública y profundamente
democrática y participativa puede ser garantía de su calidad y su eficiencia
para ayudar a que cada vez haya más ciudadanos que puedan poner al servicio de
la sociedad sus capacidades. El conocimiento y la investigación serán con una
financiación pública para garantizar su aprovechamiento compartido para su
máxima eficacia. Muchos de los objetivos de la ciencia se formularan desde
instancias internacionales, si no mundiales, y sus resultados tendrán reglas no
privadas para ponerse a disposición de todos.
Las
políticas económicas y medioambientales irán unidas y no podrán ser eficaces si
son implementadas independientemente por cada estado. No serán adecuadas para
hacer frente a las necesidades de los ciudadanos del mundo las decisiones
parciales o meramente locales sin perspectiva del todo. El reparto de papeles
en la producción por cada estado necesita de una coordinación superior por la
dimensión de los problemas y de las soluciones. Ya vemos claro que somos solo
un mundo, somos los humanos una sola tribu porque lo que uno hace afecta a
todos y será por eso que se necesitarán normas de comportamiento para la
gobernanza global que obliguen a todos los estados y los tengan en cuenta en
sus diferencias, en sus capacidades y en sus circunstancias. No ha sido el
mercado el que haya conseguido una economía eficiente y que haya mejorado a
todos los ciudadanos. La colaboración en la solución de los problemas de cada
subconjunto necesitara de un compromiso global para el reparto de papeles para
una mayor eficiencia en el empleo de recursos y en el aprovechamiento de
capacidades y oportunidades y, sin duda, tendrá que contar con acuerdo mundial para
que el intercambio de bienes y servicios tengan reglas que hayan de cumplir
todos los estados para que la lógica no sea del que más pueda sino la de lo que
cada persona necesita porque si no del enfrentamiento comercial llegaríamos a
otros enfrentamientos aún menos amables como la historia nos ha venido
mostrando y como vemos de forma evidente en el momento actual.
Para
alcanzar equilibrios estables en la producción de bienes y servicios serán
imprescindibles unas “reglas” fiscales comunes para no distorsionar el papel de
los distintos actores locales e impedir que no sean las capacidades y su
organización las que obtengan los mejores resultados. La descentralización
institucional, como forma de mejores oportunidades para la participación y la
democracia ha de hacerse compatible con la universalización de objetivos y
medios. Todo un reto que el “mercado” no puede ni plantearse.
Pero
a la vez las formas de gobernanza necesitarán cada vez más del consenso
ciudadano para que sea posible compartir objetivos y coordinar la colaboración.
La democracia, la participación informada y responsable se vislumbra como la
forma más eficaz para coincidir en el esfuerzo de conseguir compartir objetivos
y conseguirlos. Lo pequeño y lo grande tendrán una relación menos agresiva, más
interdependiente.
Cada
uno de estos temas, más otros muchos, merecen una reflexión política específica
pero el denominador común será que la cooperación y la interdependencia serán
las mejores “circunstancias” para crear e imprescindibles para la paz.
Compartir y colaborar serán características del de las relaciones para avanzar
en que hayan justicia y paz en libertad.
Pretendo
con estas reflexiones intentar ver por las rendijas que esta situación
extraordinaria nos abre. Me imagino que el reparto del conocimiento se
democratiza, que las oportunidades de crearlo se multiplican por la
colaboración y la coordinación, que la educación da lugar a unas nuevas
relaciones entre educadores y educando más eficientes y en circunstancias más
fructíferas, que se acerca más en su desempeño a las comunidades. Me imagino
que la salud no sea un lujo para los que puedan pagársela porque la salud de
los que pueden pagarla depende también de la salud de los que no pueden. Cada
día más este mundo lo consideraremos como nuestro mundo. Me parece atractivo, deseable
y cada vez más posible el panorama de que la tierra vaya siendo la patria de
todos y de que vayamos viendo que si no es así simplemente no será.