Enrique
Cobo
14
de julio de 2020
Estamos
en un momento especial para que nos planteemos en el futuro inmediato, qué
hacer, y para ello nos acechan dos prejuicios opuestos, por una parte el de los
progresistas que pensamos que las cosas están tan mal que no vemos posible
alguna salida satisfactoria y el pesimismo de los conservadores que antes que
perder sus privilegios prefieren que nada cambie aunque ambos pesimistas
quisieran construir hoy un futuro mejor. Yo creo que tiene que ser apostando
fuerte por superar algunas dificultades.
Partimos
de una situación, la de hoy, con una realidad pesada que nos crea muchas
incertidumbres. La respuesta más común es el miedo al futuro aunque todos
sabemos que podríamos construirlo pues contamos con los instrumentos y recursos
precisos, tanto humanos como económicos, para crear un futuro mucho mejor que
el insatisfactorio presente.
Sobre
esa perspectiva hay algunos asuntos de especial importancia que nos van a ocupar
durante los próximos tiempos como son sanidad, educación, investigación, solidaridad,
vivienda, ocupación del territorio, Europa… pero, de entre ellos, quiero
fijarme hoy la educación obligatoria y desde también hasta los seis años tema
sobre el que compartimos al menos el saber que es momento de actuar antes de
que sea un problema mayor.
La
crisis nos obliga plantearnos cambios para afrontar la nueva realidad además de
los problemas que teníamos en la situación previa en la que ya veíamos
problemas preocupantes. De todos los aspectos a considerar, metodología,
contenidos, organización, objetivos, adoctrinamiento, relaciones del estado con
la pública y la privada…. Hoy solo trataré uno que me parece de especial
relevancia: la proporción entre número de alumnos por profesor. La posición
sobre este asunto revela posiciones más globales sobre el papel de la educación
en la economía o en la pretensión de igualdad de oportunidades de los
individuos e incluso respecto a las metodologías y objetivos pretendidos.
El
número de alumnos con el que cada maestro se relaciona a lo largo de la jornada
escolar es excesivo. Creo que esta afirmación es universalmente compartida. Ya
lo pensábamos antes de esta pandemia pero ahora y en el inmediato futuro se
hace más apremiante resolver este problema.
Para
solucionarlo solo se me ocurren dos alternativas: o que los mismos profesores
se dediquen menos tiempo del que actualmente dedican a los alumnos y con el
tiempo restante relacionarse con otros alumnos o bien que los alumnos sean
atendidos por más profesores en unos tiempos similares a los actuales.
Parece
que los miedos de unos y otros pueden llevarnos a que sea el problema del miedo
al aumento del gasto el que dirija la imprescindible reforma y afrontar solamente
lo que presupuestos similares a los actuales nos permitan o aumentar de forma
significativa la financiación y hacer frente a una relación (numérica)
alumnos-profesores más acorde con las necesidades que si superamos los miedos
veremos cómo es posible un aumento del gasto de entre un diez a un doce por
ciento.
Eso
nos llevaría a pensar en que se precisa un aumento muy significativo de
profesores para que no haya aulas de infantil con más de 10-15 alumnos por
maestr@, que en primaria no haya más de 20 alumnos por aula o que en secundaria
que no se supere nunca el número de 25 alumnos por aula. En bachillerato
parecería lógico superar la situación actual y hacer lo necesario para que la
ratio profesor alumno no supere los 30 alumnos por profesor. No me atrevo a
hablar de las enseñanzas superiores.
Desde
una premisa como esta que señalo, tomada como base para planificar la relación
educativa reglada nos plantearemos otras cuestiones pendientes referidas a las
técnicas aplicadas a la relación educativa, la atención a alumnos con
necesidades especiales, la integración entre los compañeros de los diferentes,
o incluso los espacios a utilizar en esa relación, el papel de las nuevas
tecnologías en el proceso de formación, el adoctrinamiento en las aulas. Nos
plantearemos imprescindibles reformas de la educación reglada en nuestro país
incluidos otros asuntos para cualificar de forma progresista y sin miedos
nuestras relaciones en la democracia avanzada en la que nos queremos mover.
Sin
embargo veo con mucha preocupación que se están planteando medidas llenas de
miedo a la sostenibilidad económica, con desconfianza en nuestras capacidades,
que pasarán por no cambiar la "ratio” y adornar la faena con algún detalle
(como por ejemplo que toda actuación se limitará a contratar algún profesor más
por centro sin cambiar la relación de número de alumnos por profesor) y perder
la oportunidad una vez mas de plantearnos con ilusión, valentía y confianza en
este país, en los españoles, un educación reglada acorde con nuestras
necesidades y capacidades.
Por
otra parte antes de la pandemia oíamos con ilusión como el gobierno de
coalición se planteaba lo de extender la atención pública educativa a los
menores de tres años, a sumir como responsabilidad pública el acceso a la
educación de los más pequeños basándonos en el saber comúnmente aceptado que
los estímulos que recibimos en los primeros años de vida son determinantes para
las el desarrollo de las capacidades en la vida de una persona. Es muy
importante que en esta situación se afronte este reto para ir haciendo cada vez
más real el objetivo de acercarnos a la igualdad de oportunidades. Por tanto
nos debemos de atrever a consolidar la financiación pública de la educación
hasta los seis años como parecía que este gobierno quería hacer.
El
aumento del gasto es muy importante pero los beneficios no solo para los
educandos y para la sociedad valen tanto la pena como para que miremos esta
decisión sin el pesimismo de los progresistas ni el miedo de los conservadores.
Sería mejor para España, es decir, para todos.