martes, 11 de enero de 2022

CASO ASSANGE: EE. UU. y R. U., TORTURAS CONTRA LA LIBERTAD DE PRENSA

“Cometió el mayor pecado del  imperio.  Lo expuso  como  una  empresa  criminal. Documentó sus mentiras,  su insensible  desprecio  a la vida humana,  la corrupción desenfrenada y los innumerables crímenes de guerra. Y los imperios siempre matan a quienes le infligen heridas profundas y graves”.

CHRIS HEDGES, periodista estadounidense, ganador del Premio Pulitzer


Juan Manuel Valencia Rodríguez

11 de enero de 2022

Julian Assange (Townsville, Queensland, 1971), fundador del portal Wikileaks, era un periodista australiano aún joven cuando en 2010 fue detenido, a instancias de Suecia, por acusaciones sexuales que se han demostrado eran una burda falsedad montada a instancias de los servicios de espionaje de los EE. UU., y que fueron desestimadas y archivadas por la justicia sueca en 2015. Sin embargo, lleva recluido en el Reino Unido desde más de una década, sin haber sido condenado por ningún delito. Estuvo primero bajo arresto domiciliario. En 2012 se refugió en la embajada de Ecuador en Londres hasta que en abril de 2019 el país hispanoamericano le retiró su condición de asilado político. Desde entonces se halla en prisión preventiva en una cárcel británica, en virtud de una orden de extradición cursada por EE. UU., que lo acusa de 18 delitos de espionaje e intrusión informática por las informaciones, todas veraces y bien documentadas, que dio a conocer a través de su portal Wikileaks y publicadas por periódicos de varios países.

Aunque en enero de 2021 un tribunal denegó la extradición al contemplar el alto riesgo de suicidio del reo, el pasado 10 de diciembre la extradición fue autorizada por la “Justicia” británica. Es curioso: ese Tribunal de Apelación de Londres es el mismo que en su día negó la extradición del dictador chileno Augusto Pinochet, por razones de salud.

La familia de Assange ha comunicado que esta decisión será recurrida. La causa regresará ahora al tribunal de primera instancia de Westminster, que deberá remitirlo a la ministra del Interior para que decida si accede a la extradición. Si esta se autoriza, podría ser condenado en EE. UU. a 175 años de cárcel, pero será en realidad una segura condena a muerte, por el trato que puede presumirse le espera: el pasado septiembre se supo que la CIA estudió la posibilidad de secuestrar y asesinar a Assange cuando estaba refugiado en la embajada de Ecuador.

Julian Assange, inmerso en una profunda depresión, a causa del estrés crónico sufrió un derrame cerebral el pasado 27 de octubre pasado en la prisión británica de Belmarsch, que es utilizada, en aplicación de la Ley contra el terrorismo, para detener por tiempo indefinido a personas sin cargos ni juicio, por lo que se le ha llamado “la Guantánamo británica”. El relator de la ONU para casos de torturas, Nils Melzer, ha declarado sobre Assange: “a menos que se libere de la presión constante del aislamiento, la arbitrariedad y la persecución, su salud entraría en una espiral descendente que pondría en peligro su vida. El Reino Unido lo está torturando literalmente hasta la muerte”.

Es curioso: mientras se tortura y encarcela a Assange, los medios internacionales que tuvieron acceso y dieron a conocer sus revelaciones (The New York Times, Der Spiegel, El País, Le Monde, al-Jazeera) han sido premiados con diversos galardones. El periodista australiano lleva privado de libertad todos estos años arbitrariamente. ¿Y por qué? ¿Cuál ha sido su culpa?

Su “delito” ha sido ejercer un derecho democrático, la libertad de prensa, para informar a la ciudadanía de asuntos que nos afectan y tenemos derecho a conocer. Estas son algunas de sus revelaciones:

§  El acuerdo TiSA entre 50 países, incluida España, para la liberalización de los servicios financieros sin ningún control.

§  El atropello a los derechos humanos que se cometen en la cárcel estadounidense de Guantánamo (isla de Cuba), en donde están recluidos sin juicio multitud de presos extranjeros.

§  Los crímenes cometidos por EE. UU. en las guerra de Afganistán e Irak, como la matanza desde un helicóptero de combate Apache de 12 civiles en Bagdad.

§  Las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en esos mismos países, con empleo de torturas, como en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.

§  Las escuchas secretas de mandatarios internacionales: Ángela Merkel, Sarkozy, Netanyahu, Berlusconi y el ex secretario general de la ONU Ban Ki-Moon.

§  Los vínculos del hoy rey “demérito” y huido Juan Carlos de Borbón, apoyado por la Casa Blanca como sucesor del dictador Franco.

§  Las presiones de la embajada de EE. UU. en España sobre el gobierno de Zapatero para ocultar el asesinato del cámara José Couso en Irak.

§  Los vuelos secretos de la CIA en territorio español, para transportar presos a la cárcel secreta de Guantánamo.

§  Las grandes fortunas que financiaron la creación de VOX, que recibió más de 17 millones de euros en donaciones de empresarios como Álvarez Díez, Esther Koplowitz, Isidoro Álvarez, Villar-Mir, Bernard Meunier y otros.

Lo que EE. UU. y su fiel lacayo Reino Unido están haciendo con este hombre es escandaloso, un absoluto atropello de los derechos humanos por parte de Estados que se proclaman como democracias. Indigna que EE. UU., la nación que con gran diferencia ha promovido mayor número de dictaduras en el mundo, con centenares de golpes de Estado para colocar a gobiernos títeres con ayuda de las oligarquías de sus países, y que vulnera a diario los principios más elementales del Derecho Internacional, siga presentándose como adalid de la libertad y la democracia.

Como ha denunciado en una carta abierta al mundo su madre Christine Ann, estamos ante la actuación “de una superpotencia vengativa que usa sus recursos ilimitados para intimidar y destruir a un individuo indefenso”. Con el encarcelamiento injusto e inhumano tratan no solo de doblegar la voluntad de Assange: quieren que sirva como escarmiento y amenaza para que nadie vuelva a denunciar tales crímenes de Estado, cometidos en secreto, a espaldas de la población.

Julian Assange no es ningún criminal, sino, en palabras del ex presidente brasileño Lula da Silva, “un héroe de la libertad de prensa y debería estar libre. La persecución contra él, su prisión y la amenaza de extradición deberían indignar a todos los demócratas del mundo. Debería ser puesto en libertad, que se retiraran los cargos en su contra y permitirle vivir en paz después de tanto años de injusto encarcelamiento”.