martes, 31 de mayo de 2022

SUMAR

Juan Manuel Valencia Rodríguez

31 de mayo de 2022

Está muy claro. Hay cosas que serían muy buenas para la gran mayoría de las personas. Para empezar, la defensa de lo público. Cuanto más Estado, mejor, cuantos más servicios públicos de calidad, mejor para la mayoría social. Porque mucha gente común trabajadora no puede satisfacer necesidades esenciales pagándolas de su propio bolsillo.

La Sanidad pública es sin duda una de las conquistas más destacadas de las sociedades contemporáneas europeas. Necesitamos un buen sistema de Salud pública, desde la prevención y la atención primaria hasta la asistencia hospitalaria, con profesionales bien formados, como los que tenemos, y una buena ratio de sanitarios y de camas hospitalarias por habitante, para que toda la población esté bien atendida. El modelo general de Seguridad Social universal y gratuita, y dentro de él un sistema público de pensiones dignas, es una exigencia ineludible, al igual que la atención a las personas dependientes.

La Enseñanza pública y laica es otro de los mecanismos básicos a través de los cuales puede

atenuarse la desigualdad que de forma natural genera el sistema capitalista. El acceso a la formación y la cultura no sólo crea oportunidades laborales, sino que permite a la población disfrutar de las mejores creaciones del ingenio humano.

La defensa de lo público incluye también la recuperación de los bienes que nos está arrebatando a todos la Iglesia católica. A través de las inmatriculaciones está efectuando el mayor expolio al patrimonio público de nuestra historia, que supera ya los 100.000 bienes.

Para que el Estado pueda financiar los servicios públicos esenciales se requiere a su vez un sistema fiscal justo y equitativo, que haga que quien más tiene pague impuestos más elevados.

Otro objetivo fundamental y requisito para mejorar la vida de las personas es la defensa de los derechos y libertades, seriamente degradados por la llamada Ley Mordaza y por la contrarreforma laboral iniciada por Zapatero y agravada por Rajoy. Conseguir una democracia más real y profunda es importante para tener instrumentos y amplias posibilidades legales de defender lo que es bueno para la mayoría de las personas. Entre ellos, los derechos de las mujeres. También, la satisfacción de la Verdad, Justicia y Reparación que exigen el movimiento de Memoria Histórica y los familiares de las víctimas del franquismo, una asignatura pendiente de nuestra democracia.

La defensa de la Paz, el rechazo a la OTAN y a las bases estadounidenses en Andalucía, la recuperación de nuestro medio natural y liberar a Andalucía de su situación de dependencia, son otros objetivos necesarios.

En sentido contrario a estas necesidades sociales se sitúa el punto de vista de la minoría opulenta. Los oligarcas sólo quieren al Estado para beneficiar a sus negocios, porque pueden pagar con sus fortunas todo lo que necesitan y mucho más. En eso consiste el punto de vista liberal: libertad para obtener el máximo beneficio con sus empresas. Quieren reducir el papel de lo público a su mínima expresión, para que quede el mayor espacio posible para sus negocios privados. La salud de las personas es para ellos un negocio, por eso quieren privatizarla lo más posible. La educación de nuestros hijos es para ellos y para la Iglesia un negocio y una vía de adoctrinamiento, por eso tratan de ensanchar por todos los medios el campo de la enseñanza privada concertada, sostenida con fondos públicos. Y están decididos a conseguir todo eso, con las correspondientes políticas liberales y privatizadoras de lo público, además de amenazar gravemente los derechos y libertades. Como cantan los números, en Andalucía el gobierno derechista de Juan Manuel Moreno (PP) ha maltratado sistemáticamente la sanidad y la enseñanza públicas en beneficio de las privadas.

Estoy seguro que una gran parte de la ciudadanía comparte los objetivos mencionados más arriba. Es lógico por tanto que esperemos que en torno a ellos se una la izquierda consecuente y real que desea mejorar la vida de la gente, sabiendo como sabemos que la cerril derecha española y la ultraderecha fascista van a ir justo en sentido contrario, y que el PSOE se sitúa en una posición centrista, es inconsecuente, va y viene de un lado a otro según sus intereses políticos a corto plazo, y con frecuencia se alinea con los intereses del poder económico, incapaz de resistir sus presiones.

Pueden comprenderse las reticencias provocadas en la izquierda por los agravios sufridos en el pasado reciente, cometidos por unos u otros. Pueden comprenderse los legítimos intereses que como partido político tenga cada uno. Pero yo como ciudadano no puedo entender que se antepongan tales agravios e intereses y que no se unan frente a la amenaza que se cierne sobre Andalucía si se perpetúa el gobierno antisocial de la derecha, perseguidor de lo público y de las libertades.

Por eso apoyo rotundamente la confluencia impulsada durante muchos meses por el trabajo discreto y constante de los mediadores Francisco Sierra y Sebastián Martín Recio, concretada en la coalición Por Andalucía, y no entiendo que haya fuerzas de la izquierda real que no se hayan querido unir a esta alianza, que ha asumido además el compromiso de dar voz propia a Andalucía en unas próximas elecciones generales. Dividir el voto de izquierda me parece suicida en el panorama político actual, con una ley electoral que prima al voto mayoritario.

Eso sí, denigro que se trate de cerrar el paso a la formación de Teresa Rodríguez en los espacios electorales públicos, me parece deshonesto, inconsecuente con la aspiración a la unidad del pueblo trabajador y contraproducente para la propia coalición, por más que se esté en competencia electoral.

La coalición Por Andalucía necesita ahora llenarse de vida, superar los estrechos círculos de las cúpulas de los partidos, recoger las aspiraciones ciudadanas, confluir con las mareas sociales, constituir plataformas locales en torno a las demandas sociales específicas de cada lugar. Porque la opción política de la izquierda transformadora no tiene fuerza ni capacidad de cambiar las cosas si se limita a la esfera institucional y no se nutre y apoya en la lucha de la gente por mejorar su vida, defender lo público, afianzar sus derechos y libertades. No puede ser simplemente una coalición electoral pasajera, para cambiar las cosas hace falta tiempo y fraguar poco a poco la unidad popular.

Por las mismas razones aquí expuestas me uno resueltamente al proyecto SUMAR anunciado por la ministra Yolanda Díaz. No tenemos mejor alternativa. Hay que sumar, sumar, sumar fuerzas. Las de todos los movimientos y mareas sociales. Las de todas las personas y organizaciones que desean un país con menos desigualdades, más justo, más libre, que defienda con decisión nuestro medio natural. Necesitamos el concurso de todos los elementos de progreso, porque son muy poderosas las fuerzas que apoyan los intereses de la oligarquía y pretenden un giro aún más conservador.

Un proyecto, SUMAR, en el que lo colectivo ha de primar sobre lo individual. Capaz de apelar a la rebeldía, a las ideas, a la cultura, fulminar la resignación e ilusionar a la mayoría social. Cuyo programa ha de ser elaborado verdaderamente en un proceso de participación colectivo abierto a los movimientos y mareas sociales. Que reconozca también el papel de los colectivos políticos y sociales ya organizados y respete el lugar de cada uno, con diálogo paciente y afán integrador, aunque se soslayen los estrechos horizontes partidistas. Y que no pierda de vista ni traicione ese programa elaborado socialmente con el horizonte de crear un país más justo. Más tarde, habrá que medir con cuidado los pactos a los que se pueda llegar, por fuerza de la aritmética parlamentaria, con fuerzas menos consecuentes, sobre programas de gobierno que luego hay que defender a ultranza.

No se trata de un fenómeno exclusivamente español. En otros países de Europa surgen tendencias similares. Como la Francia Insumisa que ha unificado a toda la izquierda y los movimientos sociales de su país bajo el prestigioso liderazgo de Mélenchon. El sociólogo portugués Boaventura de Sousa ha afirmado, con toda razón, que ante el presente giro reaccionario global, "Las izquierdas tienen que abandonar el sectarismo y el infantilismo bajo el principio de que si no lo hacemos ahora, mañana será demasiado tarde". Suscribo plenamente sus palabras.