«El triunfo es del
que gana la campaña de la información. Nosotros lo hemos demostrado ante el
mundo: la información es la clave de la guerra moderna estratégica, operativa,
táctica y técnicamente.»
Glen Otis,
general estadounidense
Rosario Granado
28 de junio de 2022
Estamos en guerra. El gobierno nos ha metido en una guerra no declarada siguiendo los dictados de Washington. Quién podía pensar hace unos años que España iba a estar en guerra con Rusia, un país lejano con el que manteníamos buenas relaciones culturales y comerciales beneficiosas para ambos países. Pero España desde hace ocho años empezó a mandar tropas a Letonia y Lituania bajo el mando de la OTAN. Después a Bulgaria y al Mar Negro. Y en el año 2017 puso sanciones económicas a Rusia, ¡cuánta hipocresía!, porque “no respetaba los derechos humanos”. ¿Por qué da este paso? Sencillamente porque obedece órdenes de EEUU que responden a sus propios intereses.
En estos días se está celebrando en Madrid la cumbre de la OTAN. Allí, los altos mandatarios de los países miembros acatarán una vez más la política belicista de los EEUU, aprobando lo que llaman el nuevo Concepto Estratégico con el que la Alianza militar prevé incrementar aún más sus capacidades militares convencionales, cibernéticas y nucleares. De poco van a servir los esfuerzos por la paz de tantas organizaciones, como por ejemplo las que consiguieron que en Enero de 2021 entrara en vigor el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, que por cierto España no firmó.
A EEUU, un país que actúa en el mundo como el matón del barrio, poco le importan los tratados, convenios, pactos o resoluciones tendentes a reforzar el papel de la diplomacia y a mantener la paz entre los pueblos. De hecho la OTAN ya se desligó de las NNUU. Basta con mirar un poco la historia reciente para ver cuántos países ha destruido, a cuánta gente inocente ha asesinado o llevado a la miseria, cuántos crímenes de guerra ha cometido... Afganistán, Somalia, Irak, Libia, Siria... Hace pocos días Serbia nos recordaba el 23 aniversario de la intervención de la OTAN sin la aprobación de las Naciones Unidas en el conflicto armado de Yugoslavia. La agresión de la OTAN duró 78 días consecutivos, con 38.000 incursiones, 10.000 bombardeos, 15 toneladas de uranio empobrecido en bombas y proyectiles... En todos los casos la propaganda se desplegó como “guerras justas” que se hacían para llevar la paz, la libertad y la democracia a estos países ocultando los verdaderos intereses económicos. El grito de “no más sangre por petróleo” ha sido ya borrado de la memoria colectiva.En la Cumbre de Madrid la OTAN se reforzará para continuar la guerra actual contra Rusia y extenderla a China, y a cualquier país del mundo que pretenda tener una política soberana y un desarrollo económico propio al margen de los dictados neoliberales que imponen los EEUU. Para la guerra nos exige aumentar el presupuesto militar anual, de momento un 2 % del PIB. Esto supone para España duplicar el gasto actual en un período de crisis con empobrecimiento de la población, pérdida de servicios públicos básicos y también pérdida de libertad y de democracia. Para justificar estos sacrificios la propaganda se basa en la misma narrativa, “participamos en una guerra justa para defender los valores occidentales”. La hipocresía sin límites.
Y que nadie se salga del guion. Hay un relato hegemónico, posible por la concentración de la propiedad de los medios de comunicación de masas en pocas manos y el control total de las redes. Como nos dice Ramón Reig el periodismo tiene dueños, y por tanto, los periodistas también. Cuando vemos que los mismos titulares de primera página se repiten prácticamente en todo el mundo occidental, hay algo que falla. A la salida del franquismo había en España más de sesenta empresas diferentes, hoy tenemos sólo seis grandes corporaciones en el mundo occidental, seis conglomerados mediáticos al servicio de sus dueños, en los que participan sectores como el de la construcción, comercialización del agua, telecomunicaciones, eléctricas, armamento, automóvil, parques temáticos y otros. De estos seis grandes conglomerados tres son exclusivamente de EEUU: Time-Warner, Viacon-CBS y ABC-Disney-Vocento. Dos son de EEUU compartidos con otros países: NBC-Vivendi (EEUU- Francia- Canadá), News Corp, de Murdoch (EEUU, Gran Bretaña, Australia). Por último sólo uno es exclusivo alemán: Bertelsmann. Pueden cambiar los accionistas pero no compiten entre ellos. Las élites políticas, económicas y mediáticas son las mismas.
En realidad la prensa libre ha desaparecido (la alternativa lucha por mantenerse), ya no hay periodismo de investigación ni corresponsal de guerra que no vaya empotrado trabajando con el ejército. Ya no existe el derecho a la información. El caso de Julian Assange es significativo, un profesional de la comunicación premiado internacionalmente por su lucha a favor de la libertad de prensa está sufriendo un castigo que quiere ser ejemplar para quienes pretendan seguir su camino. Tras 10 años de prisión y tortura le llega la extradición a EEUU por publicar información que acreditaba crímenes de guerra en Irak y Afganistán por el ejército estadounidense.
El caso del periodista vasco Pablo González también es significativo; lleva más de tres meses encarcelado e incomunicado en Polonia por hacer su trabajo sin que el Gobierno haga nada. Tiene doble nacionalidad, española y rusa, porque es nieto de uno de aquellos niños que se llamaron “de la guerra” enviados a la Unión Soviética para escapar de la represión franquista. Habla ruso y conoce la sociedad rusa y en general el mundo eslavo. Ese es su delito. Por esto es considerado peligroso porque podría ser que diera alguna información que no esté en el guion del relato único que estamos recibiendo. Esta guerra de la información se basa siempre en una mezcla de verdades selectivas, medias verdades y mentiras puras y duras.
Las mentiras son burdas y se desmontan fácilmente pero cumplen su misión, la verdad siempre llega tarde. Para crear el relato único hay que anular la voz del adversario, en este caso cerrar la prensa rusa, impedir por todos los medios incluyendo la censura que nos llegue otra visión de los hechos. Anular también el contexto del conflicto, no existe la Historia ni la Geografía, ni tampoco la Economía, disciplinas que nos podrían dar importantes pautas para ayudarnos a entender qué está pasando. La última de las grandes mentiras es acusar a Rusia del hambre en el mundo. Otra vez la hipocresía sin límites. Las sanciones a Rusia le impiden comercializar sus productos como lo venía haciendo hasta ahora, los puertos están minados por la OTAN para impedir los movimientos de los barcos rusos, Rusia no puede cobrar sus productos porque se le está incautando su dinero. Además se utiliza para ocultar la verdadera crisis alimentaria del sistema capitalista que ya estaba provocando desde tiempo atrás una creciente carencia de alimentos en los países pobres.
Hay mucha manipulación de las emociones y las percepciones y mucho silencio sobre verdades evidentes. Por ejemplo que quien opera en Ucrania es la OTAN, con sus once bases desplegadas por todo el territorio, que el gobierno de Ucrania al que apoyamos es un gobierno ultraderechista, desde donde se apoya, organiza, financia y se entrena militarmente a las organizaciones “ultras” de todo el mundo. Que todos los partidos de la oposición están prohibidos y perseguidos, entre ellos el Partido Socialista y el Partido Comunista. Que el gobierno de Ucrania lleva a cabo una limpieza étnica de la población de habla rusa, también de la cultura, que ha mandado retirar de las bibliotecas cien millones de libros escritos en ruso, traducidos del ruso o editados en Rusia. Que da vergüenza detallar los casos de rusofobia. Y sobre todo se oculta que directa o indirectamente estamos apoyando el avance de la extrema derecha en Europa.
Afortunadamente,
importantes grupos sociales están celebrando también en estos días en Madrid
una Cumbre por la Paz, haciendo frente a la política criminal de la OTAN y a la
deriva autoritaria de la UE. Grupos que no se dejan engañar y no tienen dudas
de que la lucha por la paz y la libertad es la nuestra, que bajo sus lemas
esconden la guerra, el robo y la violencia, el negocio de las armas, la
continuación de la política colonial racista y la decisión ya tomada de tratar
las migraciones como un tema de seguridad. El viejo lema de “no más sangre por
petróleo” sigue teniendo vigencia si lo ampliamos al gas y a los recursos
minerales. Las guerras de la OTAN siguen provocando daños inaceptables en el
mundo. No podemos ser cómplices con ningún intento de perpetuar este cruel
sistema.