Enrique Cobo
5 de
julio de 2022
Ha
terminado el espectáculo de “LA OTAN en ESPAÑA”. Hemos visto cómo los jefes de Estado
y/o de Gobierno de fuertes y ricos y menos ricos Estados nacionales, se han
reunido ante una “nueva situación mundial” que ellos han decidido que es la
única realidad.
Hemos
visto el espectáculo del presidente de los presidentes paseando su senectud y
majestad entre los otros sumisos presidentes; hemos visto cómo ha ido
desgranándoles uno a uno los que hayan de ser sus deberes para que frenen al
enemigo mediante la fortaleza de un ejército que hay que hacer invencible por
el otro ejército que también quiere ser invencible.
Tan
poderosos países no volverán a reunirse para acordar otras acciones y otros
gastos como, por ejemplo, los necesarios para fortalecer al planeta contra el
cambio climático antes de que sea irreversible; ni tratar de adivinar cómo
terminar con la amenaza tan real de los miles de cabezas atómicas que si se
emplearan podrían destruir la Tierra; ni, por supuesto, tocaba hablar del crecimiento de las
desigualdades y de la miseria ni de los millones de personas que mueren cada
año por hambre o por otras miserias; ni del desarrollo en nuestros países del
crimen organizado, de las economías que funcionan sin ley alguna que las ponga
al servicio de la gente, ilegales pero legales; no ha tocado hablar de los
migrantes sino para verlos como un peligro para nuestras sociedades, para
enfrentarles juntos, con poderío; ni, por supuesto de la creciente explotación
de los trabajadores de todo lugar y del sindiós que tienen armado en el mundo
con la explotación sin límites de la mayoría de los seres humanos para los que
un trabajo se parece cada vez más a un “tripalium” del que no solo
etimológicamente procede. Por supuesto que el lugar de la mujer en el mundo no
ha podido ser esta vez un tema de atención importante. Basta con pasearlas por
El Prado mientras ellos siguen decidiendo cómo hayamos de morir.
Hemos asistido al espectáculo de la nueva escena que nos quieren hacer vivir: los buenos y los malos. El mundo según ellos se divide en dos bloques -así sin matices-: a un lado China y los suyos y al otro EE. UU. y los suyos; dos bloques militares destinados a enfrentarse o a temerse hasta que uno someta al otro. ”Victoria o muerte” parece ser la consigna que han proclamado como perspectiva de vida para toda la humanidad.
Ni un
atisbo de discusión acerca de otras posibilidades ni de otros objetivos sino el
de prepararse para vencer a los que nos señalan como los que están preparados
para vencernos, masacrarnos, hacernos desaparecer.
Da
miedo. El panorama da pánico. A los pueblos solo se les va a permitir
pertenecer por real decreto de un emperador mundial por el que morir o morir.
Digo morir o morir porque como se lie no hay escapatoria para nadie, porque
todos sabemos el poder de destrucción que tienen, que tenemos.
Si se
enfrentan no hay posible vencedor.
Entretanto
a los pueblos se nos asigna el papel de comparsas en sus teatros. Solo podemos
aceptar las decisiones de uno de los bandos. Tenemos que alinearnos con unos o
con otros en la inevitable guerra (fría o caliente). Podemos elegir al lado de
quien morir y por quien sacrificarnos, porque no tendremos derecho ni a
imaginarnos lo que podríamos hacer para mejorar la situación de todos los
habitantes de la Tierra. Ese objetivo no ha cabido en la agenda. Nos quitan
hasta poder vislumbrar un mundo en paz, ni que nos preguntemos cómo conseguir
que fuera solidario e inteligente. NI IMAGINARLO quieren que podamos. Solo
tienen una prioridad: prepararnos para vencer o morir. No caben otros
objetivos.
No hay
otros foros en los que se hable de “esas cosas”. Ni la ONU, ni el G7, ni el
G20, ni el G tropecientos. Pretenden que no lo haya, aunque a corto plazo se
reunirán y nos venderán que van a tratar de ver cómo pudiéramos conseguir que
las bombas atómicas produzcan mucho calor para evitar el calentamiento global.
Mi esperanza
es que las gentes nos demos cuenta que solo son unos monigotes, que nos
convenzamos de que no son fuertes en sí mismos sino por el poder que nos roban
o que les damos. Que solo son hombres crueles; que los que de verdad
construimos el mundo que sustenta la vida somos las gentes que nos preparamos
para cuidar nuestra salud, para producir lo que necesitamos para vivir, los que
construimos las ciudades, regamos los campos, estudiamos e investigamos para
mejorar nuestra tierra y sus gentes. Sin los trabajadores no son nada.
Esto
creo que es verdad. Yo no creo en la victoria final de nadie sobre nadie porque
pienso que cualquier enfrentamiento solo nos traerá la muerte y la destrucción
total.
El
camino de la paz es, pues, el único camino a recorrer. Eso creo. Por tanto,
tengo que renunciar a vencer con los míos porque los míos han de ser todos.
Quizá lo fueron siempre, pero, desde luego, hoy o nos salvamos juntos o aquí no
se salva nadie.
Hoy
como ayer mi experiencia me enseña que solo los pueblos pueden conseguir los
fines que permitan a la humanidad cuidarse y curarse. Podemos continuar en la
senda que tantas gentes han recorrido y recorren hoy, los caminos del cuidado,
la inteligencia y la solidaridad entre todos los seres humanos, y que han
combatido con ardor, y sin armas, todas las injusticias a las que hemos tenido
que enfrentarnos. Con firmeza, con decisión y sin violencia, organizándonos
para hacerla valer.