martes, 11 de octubre de 2022

LA NARRATIVA

“Esta alambrada de separación se ha levantado para vuestra protección. No os aproximéis, no intentéis cruzarla o dispararemos sobre vosotros”

(Cartel en inglés colgado de una alambrada de cuchillas

de concertinas que rodea el pueblo de Abu Hishma en Iraq)


Rosario Granado Gallardo

12 de octubre de 2022

El 11 de julio de 2022, Josep Borrell, tras una reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20 en Bali, dijo que la Unión Europea estaba perdiendo la «batalla global de narrativas», y que había que hacer algo. El día anterior había escrito en su blog: «La batalla global de las narrativas está en pleno apogeo y, por ahora, no estamos ganando». Ya en mayo, dos meses antes, había dicho que «Europa debe aprender a usar el lenguaje de la fuerza» y que «No tenemos una narrativa, tenemos que repensarla...». Y para reforzarla siguió haciendo declaraciones y nos habló del «jardín europeo» amenazado por la «jungla exterior”, y de la necesidad de armarse hasta los dientes para enfrentarla. Un mensaje sin duda belicista con ribetes de racismo. Por lo visto no les basta con el control total de los medios de comunicación europeos, ni con la censura de todos los demás, con una propaganda de guerra omnipresente y omnipotente, dirigida a una población alienada y en la inopia, atrapada por el fútbol, la telebasura y el consumismo. Por lo visto están perdiendo la «narrativa». «Tenemos que hacer algo», remataba de nuevo. ¡Y vaya si lo han hecho!

El pasado 5 de octubre la Unión Europea ha facultado a los gigantes de internet (Google, Apple, Meta, Twitter, etc.) para censurar información no deseada, «prevenir, eliminar o limitar», dice textualmente el recién aprobado Reglamento Europeo de Servicios Digitales. Será de aplicación obligatoria en todo el territorio europeo a pesar de su inconstitucionalidad en algunos países democráticos como el nuestro.

También la Unión Europea, siguiendo los dictados de Israel, aprobó ya la nueva definición de antisemitismo que hizo la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA), en la que se iguala antisionismo y antisemitismo. Consideran que criticar o denunciar las políticas de Israel es antisemitismo y por lo tanto delito de odio.

Y el día 4 de Octubre el Congreso de los Diputados aprobó en Madrid la Proposición de Ley contra el Antisemitismo, aceptando por antisemitismo la definición del IHRA. Esta Proposición de Ley ha sido promovida desde la Asamblea de Madrid y presentada por el PP y por VOX. Con los votos del PSOE ha quedado aprobada (PP, VOX y PSOE, 88% de los votos, MP y ERC 2% de abstenciones y UP 10% en contra). Busca criminalizar a las Organizaciones de solidaridad y cooperación con Palestina para quitarles la financiación y abre la puerta para una persecución en el terreno político y académico, persecución que se está dando ya en Europa.

El mismo día el Tribunal Supremo, en una sentencia recogida por Europa Press, consideraba que un ayuntamiento de Cantabria, que se declaró «espacio libre de apartheid israelí» y decidió no comprar productos ni contratar con empresas israelíes alegando que este país incumple el Derecho Internacional, incurre en «discriminación de terceros» y vulnera «derechos fundamentales». Mucho han cambiado las cosas. En los años 70 era la asamblea de la ONU quien recordaba a todos los países del mundo la responsabilidad y el compromiso ante la existencia del Apartheid en Sudáfrica y les instaba a tomar medidas contra él. El Apartheid en Israel cuenta hoy con el apoyo de las grandes potencias y el silencio cómplice de muchos de los países democráticos.

«Tenemos que hacer algo», había dicho Borrell. Y no han perdido el tiempo. Una tanda de leyes «liberticidas» en cascada ha venido a sumarse a las nuevas sanciones, sabotajes de gaseoductos y de puentes, entregas de armas y adiestramiento de tropas para el combate contra Rusia. Pero sobre todo para recuperar «la narrativa» tenemos una andanada de leyes liberticidas a todos los niveles: europeo, nacional y local, como es el caso del citado Reglamento europeo que permite ya la censura en internet sin orden judicial, la Ley contra el «antisemitismo» en el Parlamento nacional que prohíbe la denuncia del régimen israelí y la Sentencia del Tribunal Supremo en la misma dirección.

«Con una buena dosis de miedo y de violencia, y mucho dinero para los proyectos, yo creo que conseguiremos convencer a estas gentes que estamos aquí para ayudarles... Gana quien gana la campaña de la información. «Lo hemos demostrado a la vista de todos, la información es la clave de la guerra moderna», dijo en cierta ocasión, refiriéndose a la guerra de Iraq, Glen Otis, un general estadounidense. La clave está en la generación y difusión de bulos y noticias falsas pero también es de suma importancia el ocultamiento selectivo de los acontecimientos reales y de su contextualización. La explicación es sencilla, el abuso sistemático de la manipulación informativa provoca a la larga una reacción de desconfianza en algunos sectores de la población cada vez más reticentes a creerse a pies juntillas lo que dicen los medios, y lo que se ve por la tele. De ahí la mayor eficacia del silencio, del ocultamiento de los acontecimientos reales.

Los asesinatos sistemáticos de jóvenes y niños en los pueblos de Cisjordania no aparecen nunca en los medios salvo en casos muy contados. Todos los días mueren uno o dos niños asesinados. Los soldados se llevan los cadáveres añadiendo al terror de sus familias la imposibilidad de enterrarlos. A veces devuelven los cuerpos y los familiares comprueban la falta de órganos que los militares justifican por la práctica de autopsias, pero que todos sospechan que alimentan un mercado de órganos. El «genocidio por etapas» como le llama el historiador Ilan Pappe no será televisado. Pesará más en la percepción de los hechos lo que se oculta que la versión distorsionada de lo que se muestra.

Ilan Pappe publicó un artículo denunciando el silencio sobre algunos de los asesinatos perpetrados sólo en el mes de julio cuando él lo escribía. Acabando de empezar el mes, Muhammad Abdulla, un niño de Silwan, fue asesinado en la ruta 60, una carretera de apartheid de colonos, por soldados israelíes sentados en una torre de vigilancia. Lo dejaron sangrar durante dos horas, con los soldados israelíes impidiendo que la ambulancia palestina llegara a él, disparando a todos los que se le aproximaban. Muhammad murió más tarde por sus heridas. En Al-Ezriya, al sureste de Jerusalén, fue asesinado el joven Fayez Damdon, de 18 años, por el ejército de ocupación israelí, y Odai Salah, de 17 años, quien recibió un disparo en la cabeza en Kufr Dan, cerca de Yenin, y Amjad Abu, de 16 años. Saadia Faragallah-Mattar, de 64 años de edad, madre de 8 hijos y abuela de 28 nietos, murió en la celda de la prisión de Damon, en la que llevaba ya 6 meses detenida sin ninguna prueba.

La lista de asesinatos a sangre fría es demasiado larga: Nabil Gahnem, de 53 años, quien intentó volver a salvo a casa desde el trabajo en Israel y fue asesinado a tiros por soldados israelíes; y Taher Khalil, de 16 años, asesinado por disparos en su camino al colegio por francotiradores; Odeh Mahmoud fue asesinado a tiros, en al-Midya, un pueblo cerca de Ramallah, en una semana que también vio el asesinato de Ayman Mahmoud, de 29 años, un padre de tres hijos, prisionero político durante tres años, quien fue asesinado en el campo de Dheisheh, cerca de Bethelhem; y Bilal Awad Qabha, de 24 años, asesinado en Yabad. Y así día tras día, mes tras mes.

En la primera semana de octubre asesinaron a siete jóvenes: Kalid Anbar y Basil Dabas, en Ramala, Ala Zagal, de 21 años, Abdel Dawoud, de catorce años, de un tiro en la cabeza en Qalquilyya, y Mahdi Ladadwah, de diecisiete años, de un tiro en el pecho, cerca de Ramala, Mahmoud Sous, de 18 años y Ahmad Dzaraghmah de 19. Según la Media Luna Roja palestina, además de estos asesinatos, el 7 de octubre veintiocho jóvenes han resultado heridos de bala cerca de la ciudad de Naplús. También han sido heridos de balas dos periodistas palestinos. Nada de esto aparecerá en ningún medio europeo.

Pocos días antes de que se promulgaran las citadas leyes liberticidas el periódico «The Jerusalem Post» concedía un premio a Zelensky y lo proclamaba el «judío más influyente de 2022» por «cambiar el mundo a través de su uso de los medios y la diplomacia y por poner a Occidente en contra de Rusia y su presidente». Argumentaba que la habilidad del presidente ucraniano y excomediante de televisión «ha sido tan grande que convenció a Estados Unidos y a Europa de denigrar no solo a Putin sino a todo lo relacionado con el país, desde los atletas rusos a los gatos azules. Logró que Suecia y Finlandia descartaran décadas de neutralidad militar y solicitaran ser miembros de la OTAN e inspiró a la UE a abandonar su política de no armar a las naciones involucradas en conflictos. Casi todo el bloque (la esfera de influencia estadounidense) fue persuadido de poner fuertes sanciones a los productores de gas y petróleo rusos a pesar de que ha llevado los precios a niveles récord causando estragos en nuestras propias economías. «Su dureza y coraje –dice el panegírico– le han convertido en leyenda, a la altura de Winston Churchill». Reconoce el medio israelí que «Zelensky, hijo de padres judíos y abuelos víctimas del Holocausto», minimizó su judaísmo durante su candidatura a la presidencia de Ucrania en 2019. «En un país donde el colaborador nazi Stepan Bandera es declarado oficialmente héroe y los grupos neonazis están formalmente incorporados al ejército era poco probable que centrarse en su judaísmo ayudara en su campaña».

Zelensky felicitó públicamente a su admirado Israel durante los bombardeos sobre Gaza que ocasionaron 261 palestinos muertos, entre ellos 66 niños, y miles de heridos. Israel le asegura su apoyo al mismo tiempo que le sugiere que no haga demasiada ostentación de tantos símbolos nazis que recuerdan demasiado a hechos históricos que no está interesado en recordar. Él mismo ha adaptado su discurso a las exigencias del guion pero hasta el momento ha cambiado poco toda esta simbología. Nada de esto aparecerá en ningún medio europeo.

Vemos cómo «la narrativa» adopta silencios, lenguajes, versiones y matices diferentes dependiendo de la población a la que se aplique. No menospreciemos el poder de sugestión de «las narrativas» de las que nos habla Borrell y no nos olvidemos nunca que en la desconfianza se asienta buena parte de la sabiduría de los oprimidos. Y en la experiencia.