Carlos
Arenas Posadas
15 de septiembre de 2023
1.- La Constitución de 1978, definió al español como el Estado de las
autonomías en atención a las peculiaridades culturales de un país diverso,
transfiriéndoles competencias plenas en aspectos sensibles del ordenamiento
económico y social para que las distintas regiones aprovecharan sus ventajas
comparativas dentro y fuera del mercado español. Se entendía que todas las
comunidades alcanzarían con ellos similares niveles de desarrollo. No ha sido
así; cuatro décadas después, una resultó finalmente vencedora: la comunidad de
Madrid. La “marca España” que se vendía con el nuevo siglo era en realidad la “marca
Madrid”; aprovechando la vecindad con el Estado Central, rivalizando con él,
Madrid ha hecho, con descaro, lo que antes hacía el Estado: favorecer al
capitalismo financiero y oligárquico desde siempre ubicado en la capital de
España.
2.- En el marco de una crisis del capitalismo neo-liberal y de la
globalización, de nuevas jerarquías en el orden mundial, las élites económicas
periféricas españolas se incomodan ante el protagonismo extractivo de Madrid, y
demandan al poder central una superación de la fórmula autonomista de 1978. Ha
sido el lehendakari Íñigo Urkullu quien más claramente se ha expresado en ese
sentido, proponiendo la convocatoria de una “convención constitucional” que
reformule la organización territorial del país, con competencias y ventajas
asimétricas para las tres “naciones históricas”, Galicia, Euskadi y Cataluña,
incluyéndose entre aquellas las relaciones bilaterales con el Estado; es decir,
acude en defensa del Estado acosado por el extractivismo madrileño, pasando
factura por el favor político.
3.- En Andalucía, tanto los nacionalistas clásicos como la izquierda nacionalista han rechazado la propuesta del nacionalismo vasco con el argumento de que Andalucía no puede ser considerada de nuevo una comunidad de segunda, reivindicando la equiparación con las “naciones históricas” como ya hizo masivamente el pueblo andaluz el 4 de diciembre de 1977 y el 28 de febrero de 1980 hasta conseguir las competencias plenas recogidas en el Estatuto de 1981. Han pasado más de cuarenta años, y a pesar de que el atraso relativo andaluz es más que evidente, el derecho a ser tan “nación” como las demás sigue sustentado en la memoria de dos fechas y en argumentos de carácter idiosincrásico.
4.- Por su parte, la propuesta de SUMAR sobre el modelo territorial define
España como un “Estado plurinacional”. El criterio que se ha seguido a la hora
de organizar el grupo parlamentario tras las elecciones celebradas el 23 de
julio, deja entrever que los seis andaluces en el grupo no son considerados
como “nacionales”, privándolos de una visualización como tales, diluyéndolos
entre los del “resto de España”. La “plurinacionalidad” que atribuimos a
Yolanda Díaz difiere poco de la que propone Podemos; para Ione Belarra, España
debe convertirse en “una república plurinacional confederal”.
5.- El “raca-raca” nacionalista marca las prioridades mientras los
andaluces pugnamos por que nos dejen participar en el banquete identitario con
los mismos derechos que los “históricos”. Andalucía necesita salir del
“mainstream” con un análisis que puede ser perturbador en esta coyuntura, pero
que la redime del papel subordinado en el que la ha colocado el bucle
nacionalista. En los próximos epígrafes se desarrollará esa tesis en base a
tres ideas-fuerza: una, los “nacionalismos históricos” no son tan históricos.
Las propuestas de un Estado descentralizado federal son anteriores y Andalucía
fue pionera y vanguardia de las mismas; dos, más que plurinacional, España es,
desde hace siglos, un Estado pluricapitalista, de manera que para definir los
“hechos diferenciales”, se debe partir de esa realidad incontrovertible. Tres,
lo identitario en Andalucía hay que entenderlo como el posicionamiento
colectivo frente al atraso y la desigualdad, que fue lo que realmente se
reivindicaba en diciembre de 1977.
ARGUMENTOS HISTÓRICOS:
ANDALUCÍA VANGUARDIA DEL FEDERALISMO ESPAÑOL
6.- La “nación” nace en el siglo XIX para definir un sujeto político
colectivo enfrentado al poder absoluto del monarca. A la manera francesa,
libertad, igualdad, fraternidad son sus principios de referencia, también en
España. Frente a esta idea de nación que reclama la participación “republicana”
de la ciudadanía en la construcción del país se fue construyendo una
interpretación esencialista de la nación a partir de la “historia”: la nación
española es el resultado de la tradición heroica, imperial y católica. Durante
tres cuartas partes de aquel siglo se contrapusieron, por tanto, dos maneras de
entender lo nacional en España: la esencialista y la democrática; la
centralista y la municipalista o federativa.
7.- En última instancia, ambas ideas de nación representan dos maneras de
afrontar el tránsito a un capitalismo que se institucionaliza por la pérdida de
las colonias americanas. La nación esencialista que reúne a las oligarquías
agrarias, especulativas y negreras abogan por la defensa proteccionista del
mercado interior y hacen del Estado central, de la camarilla clérigo-militar
que lo gobierna, el paraguas político que las guarece; por su parte, la nación
republicana es el reducto numantino de las clases mercantiles del sur de España
que abogan por la federalización con las nuevas repúblicas del continente
americano y, siendo esto imposible, por políticas librecambistas que permitan
la apertura de nuevos mercados ante la pérdida sufrida. El municipalismo y la
negación de la autoridad del gobierno central es su propuesta política.
8.- La Andalucía de los federales dio sus primeros pasos con la
Constitución de Cádiz de 1812, y de forma mucho fehaciente en los movimientos
junteros de 1820, 1836, 1840, 1843, 1854 y 1868 en las principales ciudades de
la región. Esa Andalucía propone y combate al centralismo en favor de un modelo
municipalista y federal para el Estado que es anterior y distinto al que
propone Pi i Margall desde Cataluña. La confrontación final entre esos dos
modelos de “nación” tendrá lugar durante el llamado “sexenio revolucionario” de
1868 y 1873.
9.- El partido que moviliza la opinión andaluza en sentido federal es el
Partido Republicano Federal y, aún más, en la fracción “intransigente” del
mismo frente a “benévolos” como el mencionado Pi o como Castelar, por ejemplo.
La intransigencia no se explica sin la alianza de las clases medias con las
clases populares y, especialmente, con el campesinado afectado por la usurpación
de los bienes comunales; la idea del “reparto” se extiende y la lucha
anti-caciquil y anti-oligárquica es el corolario. La defensa de la nación
republicana, el anticlericalismo y el antimilitarismo, son los componentes
fundamentales de su práctica política allí donde la Junta revolucionaria local
se ha establecido.
10.- El Estado, desde octubre de 1869 en manos de los militares
“gloriosos”, reacciona violentamente; entre diciembre de 1868 y marzo de 1869,
El Puerto de Santa María, Cádiz, Málaga, Jerez, Sevilla, y otras poblaciones
son agredidas por el ejército con una brutalidad similar a las que ejercerá en
1936. En octubre de 1869, la revolución federalista en toda España tiene en
Andalucía uno de sus capítulos decisivos; tras la derrota y la represión, habrá
que esperar a 1873, a la constitución de la I República en febrero y a su
proclamación como estado federal en junio, para que la versión andaluza del
federalismo tome cartas de naturaleza; entre julio y septiembre de 1873 se
produjo la reedición del federalismo igualitarista y soberanista andaluz; el
ejército, una vez más, ahogó en sangre, uno tras otro, los brotes de un Estado
andaluz entendido como la suma de sus cantones. Desde entonces, con el olvido
de aquella manera de entender el país, la irrelevancia política andaluza ha
sido su santo y seña hasta la actualidad.
11.- El régimen de Restauración borbónica o canovista desde 1875 acabó con
las propuestas federales al tiempo que restablecía el poder para la “sociedad
de socorros mutuos” formada por la monarquía, la iglesia, el ejército y las
oligarquías financieras y terratenientes. El nuevo Régimen reforzó el
“nacionalismo” esencialista con políticas económicas igualmente “nacionalistas”
combinando un creciente proteccionismo frente al exterior con la división
regional del trabajo para activar el mercado interior. Una y otra estrategia
facilitará la alianza de las élites terratenientes, los fabricantes vascos y
catalanes y los especuladores madrileños. Preteridas definitivamente las
opciones librecambistas y las federales inherentes a las mismas, la “división
regional del trabajo” que propone Cánovas ofrece a vascos y catalanes la
oportunidad de purgar los errores por su pasado fuerista y federal, y de
incorporarse al selecto grupo de los esencialistas con la institucionalización
de lo que hoy llamamos “nacionalismos históricos”. Como el nacionalismo español
finalmente triunfante, los nuevos “históricos” hacen de la lengua, de la
cultura peculiar, de los atavismos y de la construcción ad hoc del pasado, los
elementos de un movimiento con el que las burguesías respectivas construyen los
“rasgos diferenciales” que les permitirán mirar con prevalencia sus relaciones
con “Madrid” y con otras economías dentro del mercado interior.
12.- Junto a la manipulación interesada de elementos culturales,
religiosos, históricos y psicosociales, los “nacionalismos” en general se
construyen además con notables dosis de victimismo, de deseos de revancha. La
guerra de la Independencia contra el francés de 1808 y otras declaradas
posteriormente se han tomado como el origen y la consolidación del nacionalismo
español a mediados del siglo XIX. El nacionalismo vasco surge a partir de la
supresión de los fueros en 1876 con una alianza de carlistas y una parte de la
oligarquía minera y siderúrgica. Para Sabino Arana, fundador del PNV, España es
Maketania y los españoles “osos gallegos” o “bestias de carga”. Para sus
seguidores, Arana vino al mundo para redimir a los vascos de “la esclavitud del
latino al modo que Jesús vino a redimir a todos los humanos de la esclavitud
del mal”. En Cataluña, donde la pérdida de Cuba en 1898 fue especialmente
sentida, el alter-nacionalismo de la Lliga se construye con restos del carlismo
ultramontano, de la burguesía industrial y de clases medias frustradas por el
ocaso de la opción federal para el Estado. Como decía Prat de la Riba en 1906,
la Nacionalidad Catalana nacía con la voluntad de crear un nuevo imperialismo:
el imperialismo integral y moderno de las razas fuertes cuya intención de
llevar la “civilización” a las atrasadas regiones españolas. Conviene tener en
cuenta que los esencialismos español, catalán y vasco se crean o recrecen un
cuarto de siglo después de la voladura del nacionalismo cívico andaluz, al que no
se da oportunidad alguna de redención. Desde 1873 hasta hoy Andalucía será la
colonia interior de la que sacan provecho sus propios esencialistas, los
nacionalistas históricos centrales y periféricos.
13.- La izquierda andaluza ha desconocido o despreciado las propuestas que
el federalismo andaluz hizo para promover un modelo de Estado descentralizado,
que fuera la suma de Estados confederados respetuosos con la unidad territorial
de España. En cambio, ha perseguido, en un seguidismo impropio, su incorporación
al panel de los nacionalismos españoles, adoptando o recreando factores
culturales, atávicos, actitudinales, etc., que aun evidentes, son irrelevantes
para el fin que se persigue. El “nacionalismo histórico” andaluz nace, como los
demás, a partir de principios de siglo XX y tiene al notario Blas Infante su
figura más relevante; una figura encomiable por su valor por desarrollar sus
ideas en una realidad muy adversa, que proviene de las filas federales –de
donde nacen sus ideas igualitaristas- pero que se considera obligado a
construir un “ideal andaluz” a la moda, convirtiendo en políticos lo que son
rasgos esencialistas y psicosociales. Hoy el “andalucismo” es un nacionalismo
imposible en una sociedad donde la identidad colectiva, la cohesión social, base
de todo nacionalismo, se da de bruces con la desigualdad y la pobreza de su
realidad económica y social. El nacionalismo andaluz podrá construirse cuando
la ciudadanía, el pueblo andaluz, derrote a sus propios esencialistas.
14.- Como le ocurrió a Blas Infante, la izquierda andaluza se encuentra en
una encrucijada en la que debe resolver entre la conveniencia de añadirse a la
propuesta “multinacional” que parece ignorarla o bien integrarse en SUMAR, que
es lo pertinente, con voz propia, recuperando los principios nacionales
cívicos, igualitaristas y soberanistas que la distinguieron hace ahora
exactamente 150 años. Cuándo comienza a contar la historia es clave en la
decisión y se trata de cronología a la hora de construir una España federal,
Andalucía, también por su tamaño y población, debe tener prioridad.
ARGUMENTOS ECONÓMICOS:
EL CAPITALISMO ANDALUZ
15.- Desde hace muchos siglos, desde aquellos que llamamos
convencionalmente de la “reconquista” se fueron desarrollando en España
distintas vías al capitalismo, distintos modelos productivos en función de la
correlación de fuerzas sociales en cada uno de los territorios
“reconquistados”; no fue el mismo capitalismo el “norteño” generado sobre las
modestas clases campesinas y “hermandades” urbanas, que el más tardío del sur,
en la que los “caballeros” a las órdenes del rey impusieron el ecosistema
militarizado que fueron la base del capitalismo señorial. Dicho con palabras de
hoy, los capitalismos españoles son más inclusivos allí donde los recursos
materiales e inmateriales están mejor distribuidos entre la población, o
extractivos donde los recursos son acaparados por exiguas élites. La variedad
capitalista de Andalucía era y sigue siendo la más extractiva de España.
16.- El extractivismo se manifiesta en todas las modalidades del capital y
se hace efectivo en miles de manifestaciones que son imposibles de resumir
aquí. Algunas pinceladas, sin embargo; en lo que respecta al capital físico, la
gran propiedad agraria o urbana ha dado a la economía andaluza un sesgo
marcadamente rentista, improductivo, además de influir decisivamente en la
formación de mercados de trabajo monopsónicos en los que el jornalero antes o
el empleado de hoy tiene pocas o ninguna posibilidad de elección. El rentista
se convierte en rentabilista cuando atisba oportunidad de negocio fácil para lo
cual ha contado con recursos financieros disponibles en condiciones de
privilegio.
17.- Cada capitalismo organiza el sistema educativo en función de la
estructura de recompensas dominante; en una economía como la andaluza en la que
predominan sectores de escaso valor añadido, los salarios se presionan a la
baja para que no superen los pequeños incrementos de productividad; esto se ha
conseguido tradicionalmente en Andalucía con dos mecanismos: el desempleo y el
analfabetismo. Hoy, el desempleo o la precariedad laboral sigue siendo una
lacra; y el analfabetismo se ha traducido en muy elevadas tasas de fracaso y
abandono escolar. Otra característica del sistema escolar andaluz es la
discriminación: existe una escuela pública infradotada, sin capacidad para
evitar las “trampas de pobreza” en los barrios populares, y una escuela privada
o concertada con dinero de todos cuya misión es la distinguir y empoderar a sus
usuarios. En ambas escuelas no solo se acumula capital humano, también capital
relacional, de manera que el sistema educativo contribuye a perpetuar las
diferencias sociales.
18.- Clave en el capital extractivo andaluz es la apropiación casi
exclusiva del capital político; ese que utiliza las relaciones con el poder
para la consecución de objetivos económicos y sociales. Los señores
jurisdiccionales en la Baja Edad Media, los señoritos cortijeros y los caciques
decimonónicos en pueblos y ciudades, los partidos como ámbitos de relaciones
clientelares han formado secularmente la cadena que une la política y la
riqueza. En ese sistema, la exclusión política resulta esencial; a lo largo de
la historia andaluza, la criminalización y represión de las clases populares
han sido la forma más usual de la exclusión política; en democracia, el
retraimiento electoral tiene efectos parecidos. La participación electoral es
muy elevada en los barrios burgueses y la indiferencia es habitual en los
barrios empobrecidos. La acumulación de poder político desemboca en dos
consecuencias perversas: la negación de la igualdad de oportunidades y la
impunidad para usurpar lo colectivo –antes las tierras del común, ahora los
servicios públicos-.
19.- La discriminación social no se genera solo en la escuela; también, y
sobre todo, en las relaciones sociales; las clases extractivas han acumulado
capital social desde la familia, las relaciones endogámicas, los contactos en
casinos, círculos o casetas que sirven para estrechar lazos y obtener
información privilegiada que usan en mercados atestados de información
asimétrica. Las élites y sus clases subalternas necesitan, igualmente,
explicitar su hegemonía ante el pueblo, y lo hacen, uno, mediante la
acumulación de capital cultural, entendido este como la adquisición de un ethos
honorable con el que establecer relaciones de superioridad con los demás; y,
dos, con capital simbólico que acumula en las manifestaciones y celebraciones
festivas que se convierten en exaltación del poder económico o político.
20.- Como en cualquier otra economía colonizada, los lazos e intereses
comunes de las élites andaluzas con el capital foráneo han dejado a la sociedad
en una situación extremadamente vulnerable y dependiente de decisiones
adoptadas fuera de la comunidad. Andalucía se ha convertido en un mercado
reservado, en una colonia disponible para intereses igualmente extractivos de
dentro o de fuera del territorio español. Baste recordar el boom minero del
XIX, el turístico de mediados del XX, la oferta bancaria o el déficit en las
balanzas comercial o de pagos con otras regiones en la actualidad para
comprobarlo.
21.- El Estado contribuyó y mucho a la exclusión de la sociedad andaluza;
el “nacionalismo económico” preconizando la división regional del trabajo
impuso relaciones de intercambio desfavorables para los productos andaluces,
extrajo el ahorro andaluz hacia otras regiones bien por imposición política
bien por un sistema financiero ajeno a los intereses de la comunidad, fue
reserva de mano de obra para la industrialización de otras regiones o países,
recibió recursos públicos muy por debajo del que debieran corresponderle en
función de su dimensión o de su población, etc.
22.- El Estatuto de Autonomía de 1981 pudo haber sido un punto de inflexión
en la trayectoria histórica de la sociedad andaluza; sin embargo, por razones
que, resumiendo, están en línea con la marginación secular de Andalucía,
aquellas expectativas quedaron frustradas; se reprodujeron e incluso afianzaron
los elementos nocivos del modelo extractivo de capitalismo y, en consecuencia,
ha sido imposible no solo converger con las economías más adelantadas del país
sino también eliminar las lacras y déficits de la comunidad autónoma, el más
sangrante de los cuales son los elevados índices de pobreza y de exclusión
social que confirman a Andalucía como la comunidad con mayor nivel desigualdad
interna de toda España, solo superada por Ceuta y Melilla. Como estaba
previsto, el Estado de las Autonomías sirvió para que las distintas élites
regionales reprodujeran los mecanismos tradicionales de acumulación. En
Andalucía, esos mecanismos han ido dirigidos a favorecer a los privilegiados de
siempre: terratenientes en los repartos de agua, perceptores de subsidios
europeos, propietarios de suelo a recalificar, constructores, rentistas, amiguetes
de todos los ámbitos y actividades a los que donar lo que es público, etc., ni
uno solo de esos privilegiados contribuye a transitar por los caminos que
conducen al desarrollo y el bienestar.
ARGUMENTOS
IDENTITARIOS
23.- La identidad de los pueblos es una construcción social que se
materializa en un proceso de aprendizaje que se materializa en la relación de
los individuos entre sí, y que varía en función de la clase social, del género,
de la raza, del nivel cultural etc. Las bases materiales de la existencia, la
correlación de fuerzas sociales, son fundamentales en la formación de la
identidad tanto individual como colectiva. Como afirma Habermas y antes Marx,
la clase dominante construye la imagen de la sociedad. El éxito de su tarea se
mide por el nivel de asimilación que la población hace de la imagen
prefabricada de sí misma; unas élites necesitarán fomentar valores de
cooperación; otras, de conformismo.
24.- La imagen que hoy conocemos de los andaluces se consolida a partir de
la derrota federal de 1873 y el triunfo de un “esencialismo” que presenta a un
pueblo narcisista que practica el arte del saber vivir a pesar de los
sinsabores y adversidades a las que se ve sometido. La “vida buena” del andaluz
se identifica con su carácter alegre y despreocupado, por su afición a
participar activamente en las muchas fiestas, ferias, procesiones, romerías,
verbenas que se le ofrecen a lo largo del año con pretextos generalmente
religiosos. Es en las fiestas donde se manifiesta lo mejor del andaluz: la calidad
de la convivencia, la amistad, la solidaridad, los lazos identitarios, el
arrobo y sensaciones tan fuertes que “no se pueden explicar” y que no necesitan
ser explicadas; la irracionalidad es común a todos los esencialismos
nacionales. Con los cambios económicos y sociales experimentados en los últimos
años, otras formas de alcanzar la “vida buena” se han añadido a las anteriores,
pero la imagen proclamada de los andaluces es la misma: la fiesta, ante todo,
el ocio antes que el negocio del que se ocupan otros.
25.- A comienzos de este siglo, el 70 % de los andaluces se consideraban
«satisfechos» con su calidad de vida, lo que parece objetivamente incongruente
con la testaruda realidad; en un estudio reciente, no hay ciudad andaluza entre
las doscientas más felices del planeta; no cabe satisfacción en una de las
comunidades más pobres del país, donde cerca de un 40 % de la población vive en
los límites de la pobreza. Ha de entenderse que se trata por tanto de una
satisfacción “adaptada”, una “paradoja de la satisfacción” mil veces repetida
en los medios que reproducen la imagen de una población en fiesta permanente y
sumisa a la mayor gloria de las élites y de sus clases subalternas.
26.- Basta con acercarse a la realidad para percibir que la identidad de
los andaluces se refleja en unas vivencias cotidianas de forma muy diferente a
la anunciada y generalmente “adaptada”. El sometimiento a la dictadura de la
necesidad que conlleva la aceptación de cualquier tipo de empleo o de
transacción bajo la amenaza de “lo toma o lo dejas” ocurre cada día a muchas
familias andaluzas. La incertidumbre ante el futuro es otra componente
cotidiana de nuestro acervo cultural; la expulsión de los jóvenes más valiosos
ante la ausencia de oportunidades en Andalucía está valorada como salida
plausible; la inseguridad creciente ante la privatización de los servicios
públicos agobia principalmente a los mayores, etc. La falta de opciones, la
privación del derecho a decidir individual es, en gran medida, el resultado de
la privación del derecho colectivo a decidir, de la derrota secular de un
pueblo inerme.
27.- El pueblo andaluz perdió y no ha encontrado las armas para recuperar
su derecho a decidir, las que tuvo en 1873, en 1931 o en 1977. Clave en esa
pérdida es la ausencia de una sociabilidad transversal o, dicho de otra manera,
la baja calidad del capital social comunitario. En Andalucía, la ratio de
entidades asociativas por cada cien mil habitantes es 59,2 —en España, 72,9—.
Andalucía tampoco sale bien parada en cuanto al nivel de confianza de los
individuos entre sí. En 2007, casi dos terceras partes de los andaluces
encuestados decía no confiar en la honradez de la gente. Solo se confía en la
propia familia y, en menor medida, en los amigos. Tan grave como esto es que el
capital relacional se busca en círculos religiosos, cofrades, políticos o
recreativos, con la consiguiente reproducción del extractivismo económico, las
relaciones clientelares y el esencialismo idiosincrásico. Como indica la
teoría, la mala calidad del capital social incide en la mala calidad de la
democracia y en la reproducción de un desarrollo económico y social raquítico.
28.- En los últimos cuarenta años, el capital social comunitario y
transversal tan decisivo en la construcción de la nación “republicana” ha
experimentado un importante deterioro. Los sindicatos representan una mínima
parte de la clase trabajadora, las asociaciones de vecinos, culturales y
solidarias se mantienen como aportaciones abnegadas sin apenas incidencia en el
cambio político y social que se necesita; los partidos de izquierdas son
percibidos como instituciones ajenas a la vida de la gente. En los barrios
populares se constata el ínfimo nivel de su capital social: «población no
asociada», «carencia de redes sociales», «aislamiento de las mujeres», «tejido
asociativo con problemas de financiación y desestructuración», «usos indebidos
de espacios públicos», «falta de estímulos de valores sociales», «auto concepto
negativo», etc., -dicen los informantes-. Esta es la herencia recibida después
de cuarenta años de una democracia que no ha servido para resituar a los
andaluces en el papel que tuvieron durante la transición a la democracia.
UNA PROPUESTA POLÍTICA
PARA LA IZQUIERDA ANDALUZA
29.- Andalucía debe estar en el centro del debate y de la organización
política, por encima o al margen de disputas y propuestas importadas nacidas en
otros contextos que han contribuido a debilitar las opciones de la
representación andaluza tanto a nivel municipal como estatal. Los partidos
políticos deberían asumir su responsabilidad en el fracaso de la izquierda
andaluza y brindarse a participar en una fórmula superadora de sus diferencias.
“Borrón y cuenta nueva” debe ser un lema para aunar las diversas sensibilidades
existentes con el objeto de recuperar el papel de vanguardia en la dinamización
de una opción republicana, igualitarista y federal al margen de los
esencialismos.
30.- Las fuerzas políticas y los independientes que hoy conforman el
movimiento SUMAR deben participar con una organización propia, no como un
apéndice de aquel sino con un proyecto y un nombre específico, aunque se
admitan dobles militancias con las organizaciones actualmente existentes. Esa
organización debe guiarse por principios y prácticas leales, democráticas y
transparentes abierta a la participación decisoria y personal de inscritos e
inscritas.
31.- Esa organización debe asumir los valores de la izquierda en general,
los de la defensa de lo público, el feminismo, el respeto a las minorías, la
sostenibilidad medioambiental, etc., pero con atención igualmente prioritaria a
la interacción con los movimientos sociales, con las mareas de profesionales y
usuarios, a la incorporación de sus líderes en las listas electorales, al
diálogo con las organizaciones vecinales y de clase, etc. En síntesis, llevar a
cabo políticas que sirvan para potenciar la sociabilidad transversal y cerrar
la fractura actualmente existente entre representantes y representados. Se
trata de empoderar la nación cívica y republicana, con la inexcusable inserción
en la cotidianeidad.
32.- La tradición juntera y cantonal del federalismo andaluz tuvo como
objetivo doble el enfrentarse tanto a la autoridad del gobierno central como a
su epígono local el señorito y el cacique que aprovechaba su autoridad política
para acaparar los recursos del entorno. Aquella tradición cantonalista sigue
existiendo hoy en muchos pueblos andaluces donde la izquierda ha mantenido su
hegemonía política en los últimos cuarenta años. Son “numancias” que han
resistido todos los cantos de sirenas o embates neoliberales; esas numancias
hermanadas podrían ser un instrumento para la construcción del “estado andaluz”
como suma de municipalidades. El municipalismo, la batalla por el poder
municipal, deben seguir siendo hoy, objetivo irrenunciable de la izquierda
andaluza contra los nuevos caciques y sus mentores empresariales.
33.- Relacionado con lo anterior, el partido de la izquierda andaluza ha de
ocuparse por el medio rural contra la despoblación, la usurpación del agua, el
latifundio de plantas solares, por un equilibro con el entorno natural tal y
como se ha entendido desde siempre, por el desarrollo sostenible sobre bases
autóctonas, por la digitalización y la atracción de empresas, por la Andalucía
de los 30 minutos a los servicios sociales y culturales; en definitiva, por la
re-ruralización de la vida como antídoto a la crisis medioambiental y
habitacional.
33.- El partido de izquierda andaluza debe ocuparse de transformar la
actual estructura del capital cultural y simbólico prefiriendo la creación
propia a la exhibición ajena, impulsando una cultura laica, desposeyendo a las
manifestaciones culturales y festivas de sus componentes jerárquicas y
religiosas, impulsando, por el contrario, las participativas y transversales;
en definitiva, por la creación de una nueva identidad ligada a cooperación
entre iguales frente al clientelismo y al individualismo.
34.- En el plano económico, la izquierda andaluza abogará por el Estado social, el servicio público frente a las privatizaciones, pero, sobre todo, por ejercer la soberanía sobre los recursos propios -financieros, energéticos, alimentarios, hidráulicos, etc.,- que permitan políticas económicas tendentes al reparto del capital en todas sus modalidades: el reparto de la tierra y del capital; una fiscalidad progresiva y finalista; una banca pública y de proximidad a los intereses locales; la diversificación de la estructura productiva; el control de la gentrificación de las ciudades por causa del turismo; la apuesta por la economía social transformadora; la vertebración del mercado interior andaluz; la concentración y externalización de autónomos y pymes; la creación de redes de distribución que favorezca la producción local; una política educativa pública de calidad que favorezca la igualdad de oportunidades; la inserción real de la universidad en la sociedad, incentivando las transferencias de conocimiento adaptadas a los fines políticos y económicos; controlando el cumplimiento de la normativa laboral, con especial atención al empleo femenino y juvenil, los colectivos más vulnerables, el trabajo sumergido que afecta sobre todo a los emigrantes; extensión de la oferta pública de formación profesional; políticas de empleo que incluyan la oferta de trabajos no de mercado al servicio de la comunidad, etc., etc..
35.- En definitiva, el partido de la izquierda andaluza pretende cambiar la
trayectoria de un país, el andaluz, que fue protagonista en el combate por una
España federal, que pagó con el atraso, la marginación y el desprecio su
atrevimiento. Con el apoyo del pueblo andaluz, en el camino de derrotar
políticamente a las élites extractivas, propias y ajenas, la izquierda andaluza
reclamará un diálogo bilateral con el Estado que establezca nuevas vías de
convergencia económico y social con el resto de los territorios que lo forman.