martes, 10 de octubre de 2023

LA IGUALDAD DE TODOS LOS ESPAÑOLES


José Antonio Bosch. Abogado.

10 de octubre de 2023

 

Los informativos de la radio, en muchas ocasiones, me suelen coincidir con mis tareas de cocina cuando preparo las comidas diarias. La radio está encendida (sigo teniendo una radio de las de siempre), pero la cocina está envuelta en los ruidos de la campana extractora, la batidora, el microondas, y de todo un sinfín de sonidos que amortiguan las voces de quienes hablan por la radio que, en la mayoría de las ocasiones, sólo percibo como un murmullo de fondo. En algún momento, porque baja el ruido, sube el tono de quién habla o por lo que sea, me llega con toda nitidez algún mensaje o frase y caigo en la cuenta de que estoy escuchando las noticias.

Desde hace meses, entre las ideas o frases que más veces me han llegado es la de “la igualdad de todos los españoles”. Debe estar muy de moda, porque la escucho mucho y viene acompañada de expresiones tales como “vamos a defender la igualdad entre españoles hasta el final” o “defenderemos la igualdad con uñas y dientes”, o "prepárense, se van a hinchar de oír hablar de igualdad entre los españoles" o “tomaremos medidas si se quiebra la igualdad de todos los españoles” y podría seguir citando docenas de frases parecidas. Tantas veces he escuchado frases similares que han conseguido motivar mi curiosidad, toda vez que, ¿quién no está a favor de la igualdad de todos y todas los españoles y españolas? Yo siempre lo he estado, pero ya se sabe, eso viene de serie con los de izquierdas, pero que la derecha enarbole la bandera de la igualdad es, cuando menos, desconcertante.

Y llegados a este punto tengo que hacer un ruego y una observación. El ruego es que se me perdone si no son totalmente literales las citas utilizadas, pero hay que recordar que están recogidas de oído. Y la observación es que, si alguien denota la ausencia del lenguaje inclusivo en cuanto al género, no me pida responsabilidades a mí porque sólo copio lo que escucho y en ninguno de los mensajes he escuchado “españoles y españolas”, lo cual es lógico.

Y es lógico, porque aquellos y aquellas que tanto gritan por la lucha y defensa de la igualdad de todos los españoles, no parece que les preocupe en exceso que, según el último informe de CC.OO. de marzo de este año, la brecha salarial de género en España se sitúa en el 20,9 %. Y no vamos a hablar de otras desigualdades más allá de la salarial, porque necesitaríamos escribir un libro en lugar de una entrada de blog.

Bueno, vale, vamos a dejar la desigualdad entre hombres y mujeres. No parece que quienes están detrás del tan repetido mensaje estén muy preocupados por la mitad de la población del Estado, así que, para entender bien el concepto de igualdad que reclaman, tendremos que consultar otros parámetros, por ejemplo, la educación.

Dejando aparte el pequeño detalle de la diferencia de medios entre los centros de educación públicos, concertados y privados, dejando aparte el crecimiento de las universidades privadas frente a la “arterioesclerosis y endogamia” (salvo honrosas excepciones) y reducción de recursos de las universidades públicas, y centrándonos en el gasto por alumno en centros públicos, no deja de llamarme la atención que, en la tierra de la libertad, en la Comunidad de Madrid, a la que le sigue muy cerquita la Comunidad Autónoma de Andalucía, el gasto medio por alumno es de 4.892 € y 5.210 €, respectivamente, frente los 9.415 € de Euskadi o 7.662 € de Navarra. Es un simple dato objetivo del que necesariamente hay que extraer que la calidad de la prestación pública de la educación, derecho reconocido en el artículo 27 de la Constitución Española, no es la misma para todos/as los/as españoles/as, sino que depende su derecho de la comunidad autónoma donde residen.

Así, no parece tampoco que la educación pública esté dentro de esta defensa de la igualdad, por la que incluso han convocado una manifestación, dado que el presupuesto de educación lo manejan las comunidades autónomas y las que más desigualdad generan entre los y las estudiantes, precisamente están gobernadas por quienes han tocado a rebato por los riesgos de la desigualdad en España.

Tampoco me suena que sea una llamada de atención para denunciar la desigualdad de trato que los españoles y españolas soportan en materia de prestaciones sociales, también, en función de la comunidad autónoma donde residen. Según la Asociación Estatal de Directivos y Gerentes en Servicios Sociales, en un reciente informe referido al año 2022, año “tras año se constatan las grandes diferencias entre territorios, que suponen una gran desigualdad de oportunidades reales para hacer efectivos derechos muy básicos de las personas, en función de su lugar de residencia”. En el informe se resalta, que entre la autonomía que más invierte por habitante y año, y la que menos invierte, hay una diferencia de 1.545 € por habitante y año, llamando la atención que además de las comunidades con regímenes forales están a la cabeza Extremadura y Asturias y, en la cola, Catalunya y Madrid.

Tampoco deben referirse a otras áreas, por ejemplo, la salud, cuya protección está reconocida en el artículo 43 de nuestra Constitución, a la que en Euskadi o en Asturias se le dota, por ciudadano/a y año, de la cantidad de 1.921 € y 1.886 €, respectivamente, frente a los 1.486 € de La Rioja, o los 1.401 € de Andalucía, comunidad a la que le cuelga el farolillo rojo.

Y así podríamos seguir mostrando indicadores (pobreza infantil, paro, riesgo de pobreza, diferencias por género, etc.) que ponen en evidencia las profundas diferencias -¿desigualdades?- entre los/as españoles/as a las que no parece que la campaña de la derecha (política y mediática) por la “igualdad” haga referencia alguna ni les genere la más mínima preocupación, entre otras razones por ser responsables directos de esas desigualdades por cuanto son quienes gobiernan y administran las comunidades donde se producen. 

Espero, deseo, que no nos pase con el término desigualdad como con tantos otros, que termine perdiendo temporalmente su sentido, por mor de la saciedad o saturación semántica, en este caso no sólo por el abuso reiterativo de quienes han organizado la campaña sino, además, por la confusión de su significado. Como soy obstinado, seguiré tratando de enterarme de qué igualdad están hablando aquellos que han cimentado sus vidas en la desigualdad y los privilegios.