Aunque sea una evidencia hay que recordar que no es suficiente con
conquistar un derecho, sino que tenemos que mantenernos activos y vigilantes
para que no se produzcan retrocesos.
José Antonio Bosch. Abogado.
23 de enero de 2024
En estos días se cumplen diez años de una movilización que debemos de mantener viva en nuestro recuerdo y que debe servirnos de ejemplo y modelo de movilización social. Para ponernos en contexto, hay que recordar que, tras una vigencia de cuatro años de la Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción del embarazo, la conocida como “ley del aborto o ley Aído”, el gobierno del Partido Popular, encabezado por el presidente Mariano Rajoy, aprobó en diciembre de 2013 un anteproyecto de Ley orgánica para la Protección de la vida del concebido y los derechos de la mujer embarazada cuya finalidad última no era otra que impedir que las mujeres pudieran decidir sobre su propio cuerpo.
El anteproyecto causó indignación en todas/os las/os que asumimos que los derechos sexuales y reproductivos de la mujer son parte integrante del contenido de los derechos humanos, pero hubo unas concretas mujeres, las que conformaban la Tertulia Feminista Les Comadres y la organización Mujeres por la Igualdad de Barredos que, además de indignarse, prendieron una chispa y con “carbón asturiano” lograron producir una hoguera de tal tamaño que terminó quemando el anteproyecto y enviándolo al cajón del olvido.
Las citadas organizaciones convocaron una
marcha a Madrid para la que fletaron un tren, con ciento cincuenta plazas, al
que denominaron tren de la libertad. Nada más publicar su iniciativa en las
redes sociales, se agotaron los billetes. El movimiento de indignación se
extendió por todo el Estado y el día 1 de febrero de 2014 más de treinta mil
personas (mayoritariamente mujeres) se dieron cita en Madrid con el objetivo
común de gritarle al gobierno que las mujeres españolas no estaban dispuestas a
retroceder en sus derechos, constituyendo la manifestación uno de los actos
feministas de mayor participación en España que, además, vino acompañado de
actos de apoyo en diversas ciudades europeas e incluso más lejanas, como Buenos
Aires.
Y traslado hoy el recuerdo, en primer
lugar, como reconocimiento y muestra de admiración y agradecimiento a aquellas
feministas asturianas que fueron capaces de movilizar a miles de mujeres (y
algunos hombres) en pro de la defensa activa de los derechos de la mujer, que
fueron capaces de poner en marcha un movimiento de tal magnitud que obligó al
gobierno del PP a retirar su anteproyecto y que puso punto y final a la vida
política del ministro Gallardón, artífice e impulsor de la propuesta
reaccionaria.
Pero también traigo a colación el ejemplo
de estas mujeres porque cada día aparecen más voces reaccionarias que, desde
posiciones morales personales, llaman a la reducción de los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres. El último ejemplo nos llega desde Argentina,
donde tras años de lucha de las feministas argentinas, la “marea verde”,
lograron una ley que reconoció el derecho de la mujer a decidir, siendo el
aborto libre dentro de las primeras catorce semanas. La ley, que se promulgó el
día 14 de enero de 2021, hace escasamente tres años, ya ha sido puesta en
cuestión por el ultra reaccionario y recién elegido presidente, Javier Milei,
quién ha cargado contra el feminismo y la agenda sangrienta del aborto, en
un adelanto de lo que será su política con relación a los derechos de la mujer.
Y no tenemos que mirar tan lejos para
encontrarnos con aquellos/as que tratan de que retrocedamos en el tiempo, que
predican aquello de “en casa y con la pata quebrada”, que buscan que el
patriarcado recupere posiciones. Hay muchos/as y bastante cerca, así, a nivel
de ejemplo, en el Ayuntamiento de Córdoba se ha aprobado que la ciudad sea
declarada “ciudad por la vida” ante las cifras alarmantes de abortos.
En Alicante se pacta por PP y VOX una “oficina de asistencia y atención a la
maternidad” que no deja de ser una oficina pública antiaborto. El Ayuntamiento
de Zaragoza organiza charlas antiabortistas y llevan al pleno una propuesta
para que Zaragoza sea declarada “ciudad por la vida”. La Junta de Andalucía
mantiene las ayudas a las organizaciones antiaborto que pactó en su día cuando
su gobierno dependía de su pacto con VOX. El Ayuntamiento de Cáceres aprobó dar
charlas contra el aborto en los institutos. Y podríamos seguir con una larga
lista de ejemplos de inversión de dinero público en pro de la limitación de los
derechos de la mujer.
Y qué decir de la vandalización de todas
las clínicas de interrupción de embarazo en Madrid y Barcelona el pasado día 28
de diciembre. De los rezos, cercos, pasillos y demás actividades en las puertas
de estas clínicas que se mantienen año tras año ante la pasividad o
indiferencia de todas las administraciones. La ola anti derechos va camino de
convertirse en un tsunami reaccionario.
No deja de resultar curioso que se
escandalicen con el número de abortos en España, pero les traiga al pairo
algunas de sus causas. ¿Podría tener relación el número de abortos en España
con el hecho de que, mayoritariamente, nuestros jóvenes se independizan con más
de treinta años? ¿Podría tener relación el número de abortos con la precariedad
laboral? ¿Podría haber relación entre el número de abortos y la enorme
dificultad para alquilar una vivienda digna? Pero estas cosas no tienen interés
alguno, lo verdaderamente importante es que el derecho al aborto es el
reconocimiento efectivo del derecho de la mujer a gobernar su propio cuerpo, a
decidir responsablemente su maternidad, y la moral fundamentalista de muchos/as
reaccionarios no soporta el reconocimiento de estos derechos.
Aunque sea una evidencia hay que recordar
que no es suficiente con conquistar un derecho, sino que tenemos que
mantenernos activos y vigilantes para que no se produzcan retrocesos. Los que
tenemos algunos años somos conscientes de cómo se vive sin libertad, del
esfuerzo y sacrificio que ha costado la conquista de cada uno de los derechos
que hemos ido logrando, y no digamos ya del arrojo, empeño y bravura que
tuvieron que emplear las feministas españolas para ver plasmado en una norma el
reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Tras la
pérdida de un derecho, viene la pérdida de otro y otro y otro; si permitimos la
regresión en un solo derecho estamos abriendo una puerta a una zona sin límites
que, traspasarla, supone la pérdida de nuestra condición de ciudadanos/as para
convertirnos en súbditos/as. Cuesta mucho más conquistar un derecho que
mantener su reconocimiento una vez conquistado, así pues no permitamos la
regresión.