Los andaluces, como decía
Ortega y Gasset, actuamos como comparsas de un ballet con música y coreografía
que explicita el ethos narcisista que desde siempre se han esforzado en
difundir los señoritos locales, ahora representados por Moreno Bonilla
Carlos
Arenas
9 de
julio de 2024
Este artículo fue publicado en elDiario.es el 12 de julio de 2024
En un intento de favorecer
la investidura de Salvador Illa en Cataluña y de salvar la continuidad de la
mayoría pro-gubernamental en el Congreso, Pedro Sánchez ha aceptado los
argumentos del candidato y de sus socios catalanes de incrementar la
financiación de aquella Comunidad Autónoma aludiendo a la peculiaridad que
define aquel territorio. Lejos de meterse en un charco de difícil salida en
alusión a la España plurinacional, el argumento se ha centrado en la necesidad
de adecuar las competencias asumidas por aquella Comunidad y sus necesidades
financieras.
Al respecto de las
peculiaridades en España, vengo años diciendo que este país, más que
plurinacional es pluricapitalista, y lo lleva siendo desde hace muchos siglos,
y que Andalucía, junto con Extremadura y Canarias, forma parte del pelotón de
las regiones atrasadas, empobrecidas, por el arraigo de instituciones formales
e informales construidas para favorecer a las élites y a sus clases subalternas
“muy españolas y mucho españolas”. Frente esta realidad, empíricamente
demostrable a poco que se consulten los datos, lo peor del caso es que los
andaluces, como decía Ortega y Gasset, actuamos como comparsas de un ballet con
música y coreografía que explicita el ethos narcisista que desde siempre se han
esforzado en difundir los señoritos locales, ahora representados por Moreno
Bonilla.
Un reciente estudio de la OCDE sobre el nivel de satisfacción de los andaluces con su vida, ofrecen los siguientes resultados. Los andaluces otorgaban un 1 al empleo, un 2 a la renta familiar, un 3 a la escuela; por encima del 5, y aún notables, se puntuaban las variables relativas a las relaciones sociales, a la convivencia y al buen vivir. Existe pues un más que evidente contraste entre los valores generados por la realidad material de los andaluces y la cultura artificiosa e inducida por los narcisos. En Andalucía no avanzaremos, ni se conseguirá avances en materia de financiación, hasta que la cultura arraigada en las necesidades de la mayoría se imponga a peculiaridad festera y darwinista que propalan las élites y sus subordinados.
El parlamento aprobó en
2018, por abrumadora mayoría, los criterios para que los recursos financieros
transferidos a la Comunidad Andaluza garantizaran la equiparación de sus
infradotados servicios públicos a los del resto de España. Hay que resaltar el
término “servicios públicos” porque Moreno Bonilla, haciendo de Robin Hood al
revés, emplea las dotaciones financieras para darle a los ricos lo que le quita
a los pobres. Los demoledores argumentos de Inmaculada Nieto y de Irene García
en el último pleno del Parlamento Andaluz lo han dejado meridianamente claro.
Hoy, en 2024, está por ver
cómo afectaría a Andalucía el actual movimiento de fichas a la ley vigente de
financiación que data de 2009, y me pregunto si merece la pena pedir más
dinero, buscando la equiparación con el resto de comunidades autónomas, si
Moreno se lo va a traspasar a sus amiguetes, ensanchando más de lo que ya están
las desigualdades sociales entre andaluces. La financiación que necesitamos y
la peculiaridad idiosincrásica que la avale tienen que salir de la convicción
del atraso relativo, de la evidente desigualdad social, de la mala calidad de
las instituciones de esta variedad de capitalismo, de la necesidad de ejercer
la soberanía sobre los recursos propios y sobre los que se generen aquí,
porque, llegado a este caso, quizás no haga falta mendigar transferencias de
comunidades ricas, sino, simplemente, aplicar bilateralmente nuestro propio
“concierto”.