7 de febrero de 2025
El presidente Trump, en una rueda de prensa junto a Benjamín Netanyahu (al que nadie detiene pese a la orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y de lesa humanidad), ha planteado que Estados Unidos debería tomar el control de la Franja de Gaza para "reconstruirla". La propuesta supondría la deportación forzada de los más de dos millones de personas que viven en Gaza. Por lo visto, se consideran dueños del mundo, con derecho a disponer de lo que no es suyo. Es un plan inhumano, cruel, despiadado. Cualquier persona decente tiene que rechazarlo de plano.
Nunca hasta ahora los crímenes de Estado y de
lesa humanidad se habían publicitado tan abiertamente. La fase final del mayor
crimen de genocidio se ha anunciado al mundo a bombo y platillo como si se
tratase de la inauguración de un puente o de una escultura pública. En rueda de
prensa, ufanos y sonrientes, los dos criminales confesos de los mayores
crímenes de lesa humanidad responsables de las guerras neocoloniales y del
exterminio de masas actuales hacían pública la prevista fase final del
genocidio palestino el pasado 4 de febrero de 2025.
Entre risitas contenidas y bromas hablaron de
apropiarse del territorio de un pueblo milenario e internar a los
supervivientes del genocidio palestino en campos de concentración habilitados
en los desiertos del Sinaí y de Jordania, y convertir a Gaza en una «Riviera del
Medio Oriente» para los colonos israelíes, o para decirlo con el eufemismo
empleado en la rueda de prensa, «para la gente de la zona». Y les promete un
«desarrollo económico que proporcionará un número ilimitado de empleos y
viviendas», para animarlos a la colonización. Pero la toma de control de Gaza
por los EEUU no sería únicamente para dejar una industria turística, sino que
responde a un viejo proyecto: hacer de Gaza la vía de paso de gas natural desde
Oriente Medio a Europa, y expulsar definitivamente el gas natural ruso de
Europa.
Cuando un periodista les pregunta si llevarán a
cabo un «desplazamiento forzoso» de la población, el presidente por antonomasia
le responde que a los palestinos les encantaría irse a un sitio desde el que no
desearían volver a un lugar tan infernal y lleno de escombros. En ese momento,
volviéndose hacia su invitado, le pregunta esbozando una sonrisa: «¿has visto
las fotos?», como si la devastación causada por los miles de toneladas de
explosivos arrojados sobre Gaza hubiese sido causada por un terremoto.
Pero todo esto lo sabíamos ya, el genocidio por
etapas, como lo definió el historiador Ilan Pappé, es imparable sin una presión
internacional que lo impida. Es muy difícil mantener la mirada fija sobre un
crimen horrendo y escalofriante a gran escala durante año y medio, día por día,
hora tras hora, y psicológicamente queremos agarrarnos a una posibilidad de que
no se llegue a consumar. Pero la simple lectura del acuerdo de alto el fuego
indicaba que se trataba solo de una pausa en el genocidio, una pausa para
reponer municiones, para que diese tiempo a la entrega de nuevas remesas de
bombas de 900 kilogramos, bloqueada por el ex presidente Joe Biden. Unos
artefactos que dejan cráteres de más de 12 metros de diámetro (el equivalente a
una vivienda de cuatro plantas en Gaza), y destruyen todo lo que se encuentre
en un radio de trescientos metros de distancia, y son consideradas las
principales responsables de la masacre de mujeres, niños y ancianos en el
territorio palestino, densamente poblado.
Un alto el fuego se supone que es un primer
paso hacia un acuerdo de paz permanente. Pero la primera fase del «alto el
fuego» según lo acordado se dedicaría al intercambio de rehenes y prisioneros
(dejando muy claro de qué nacionalidad son los rehenes). En la segunda fase se
continuarían las negociaciones. Es decir, que el alto el fuego era simplemente
una pausa. Lo explicaba a un periodista nada más hacerse público el acuerdo el
ex primer ministro de Malasia, Tun Mahathir Mohamad:
Dudo que el
acuerdo de alto el fuego en Gaza lo sea realmente. Puedo ser pesimista, pero
¿podemos creer que una nación que viola continuamente innumerables resoluciones
de las Naciones Unidas, que desprecia y no respeta la opinión mundial, cumplirá
su compromiso? Israel es un matón sin ley, un Estado en guerra permanente. Esta
beligerancia no le permite cumplir con acuerdos o leyes. En cuanto pasen unos
días de tregua seguirán matando a tantos palestinos como puedan. Está en su
naturaleza desencadenar asesinatos continuamente. Y le echarán la culpa a Hamás
y a todo el mundo. Disculpe mi pesimismo. Pero la alegría que recogen algunas
fotos de los habitantes de Gaza es prematura. Espero equivocarme.
Siempre fue así. Desde que el general Weyler
decidiera el traslado de la población cubana a «campos de reconcentración» con
puertas controladas militarmente a finales del siglo XIX, que el general Trotta
siguiera su ejemplo y lo perfeccionase en la planificación de los campos de concentración
para los boers a principios del siglo XX, desde que en Libia toda la población
fuera internada en «aldeas estratégicas» en los años veinte, desde la
inauguración del campo de concentración de Dachau en los años treinta
presentada a la prensa europea de la época como cárcel modélica de
rehabilitación de indeseables y que fuera realmente el modelo en que se basaron
los siguientes campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, desde las
«aldeas estratégicas» en que se recluyó a la población campesina de Vietnam del
Sur, en todos los traslados forzosos de población, en todas las limpiezas
étnicas que han existido, se repite el cuadro de violencias, de crímenes, de
monstruosidades. Pero ninguna de ella fue publicitada por sus verdugos entre
bromas y chascarrillos en rueda de prensa.
Los grandes crímenes de masas de la historia
sólo son posibles en un contexto de impunidad internacional, del beneplácito o
la colaboración interesada de las grandes potencias, de las campañas de
propaganda revistiéndolos con una pátina de pseudo legalidad, y de la desconexión
moral de la opinión pública, adoctrinada por décadas de desinformación, de
racismo, de chovinismo malsano, y de desprecio por los pueblos oprimidos.
Pero millones de personas han salido a las
calles desde octubre del 2023 para denunciar el genocidio, para reclamar el fin
de un proyecto colonial aberrante en pleno siglo XXI, para solidarizarse con un
pueblo heroico, mil veces heroico, que resiste increíblemente a la mayor operación
genocida de los tiempos modernos. La tercera pata en la que se apoyan los
crímenes de lesa humanidad, una opinión pública anestesiada o suficientemente
neutralizada, está viva y despierta y puede hacer tambalear en esta ocasión los
deseos de salirse con la suya, los planes criminales de los trumps y netanyahus
que nos ha tocado vivir.
Confiamos en la influencia de una opinión
pública convencida y segura de su papel en la marcha de los acontecimientos.
Pedimos a la población andaluza que no desfallezca en su voluntad de hacer
frente a tanta injusticia, que siga participando en las manifestaciones de
denuncia y de protesta y en los actos de solidaridad con Palestina. Y exigimos
a nuestro Gobierno una postura más firme en la defensa de la legislación internacional,
poniendo fin al comercio de armas y a las relaciones con el régimen israelí.