martes, 20 de diciembre de 2022

LA GUERRA DE ISRAEL CONTRA LOS NIÑOS DE PALESTINA


Rosario Granado

20 de diciembre de 2022

Nos dice el historiador Ilan Pappé[1] en Palestine Chronicle que Más de la mitad de la población que vive en Cisjordania y en Gaza tiene menos de 18 años; de hecho se puede afirmar con certeza que la mitad de los habitantes de la Cisjordania ocupada y de la sitiada Gaza son niños. Quien hace la guerra contra estos dos territorios, con demolición de casas, arrestos sin procesos, la humillación continua y la política de tirar a matar, hace la guerra a los niños. Algunas veces, brigadas militares enteras del ejército israelí, acompañados de unidades de élite, de la policía de fronteras y de la policía, persiguen a un muchacho y la mayoría de las veces lo matan, o en el mejor de los casos lo arrestan. Si hay algo que ha cambiado en estos últimos años en lo que finalmente las Naciones Unidas han tenido a bien llamar la Colonización de Palestina, es la intensificación de la política israelí de tirar a matar.

El asesinato de niños no es nuevo en la política israelí. Desde el primer momento la dirección militar de las fuerzas sionistas empezó a definir más claramente su política hacia toda la población que permaneció en los pueblos ocupados durante la limpieza étnica de 1948. Una de sus directivas clara era matar o enviar a un campo de prisioneros, a discreción del comandante del lugar, «a los hombres en edad de combatir». Y definía claramente lo que entiende por hombres: toda persona mayor de diez años.

En noviembre de 1950, el ejército israelí abatió a tres niños, de 8, 10 y 12 años de edad, del pueblo de Yalo, mientras que en 1952 un comando israelí asesinó a 4 niños, de 6 a 14 años de edad, en Beit Jala. Durante la Primera Intifada, según la Asociación de médicos israelíes y palestinos por los Derechos Humanos, cada dos semanas, un niño de menos de seis años recibió una bala en la cabeza por el ejército israelí. En el transcurso de la Segunda Intifada, 600 niños palestinos fueron asesinados. Entre estos recordamos a Muhammad al-Dura, porque por entonces sí podíamos ver retransmitido por televisión lo que pasaba en Palestina, y vimos el asesinato del niño al que su padre no pudo proteger. Cinco mil niños fueron heridos. En el año 2007 el ejército del aire israelí asesinó a 8 niños de la familia Shehadeh en Gaza. En el 2008 a más de 300 niños, en el 2012 fueron 30 y en el 2014 más de 550 niños. Desde el año 2000, son 2.280 los niños palestinos asesinados. En este año que termina, 2022, hasta el día de hoy son ya 218 jóvenes asesinados, la mayoría de un tiro en la cabeza o en el pecho y la mayoría niños. El tirar a matar es ya rutinario para el ejército israelí.

La ONU y otras organizaciones internacionales de defensa del niño suelen registrar este tipo de matanzas y estudiar los casos; lo hacen con todos los países del mundo; sin embargo no lo hacen en el caso de los palestinos. La organización “Defens Children International Palestine” (DCI-Palestina) señaló que los datos recogidos sobre el terreno muestran que las fuerzas de ocupación israelíes apuntan sistemáticamente a las partes superiores del cuerpo para matar o dejar a los niños imposibilitados para una vida normal.

Michelle Bachelet expresó su inquietud por el elevado número de personas palestinas heridas y asesinadas, hizo referencia a los 37 niños asesinados al comenzar el año y se mostró particularmente horrorizada por la muerte de 19 niños en una semana. Pero al final se limitó a declarar: Infligir heridas a un niño en el curso de un conflicto es profundamente preocupante y matar y mutilar a tantos niños este año es inadmisible.

Inadmisible no es la palabra adecuada. La falta de rendición de cuentas del gobierno israelí anima a las fuerzas de ocupación a la continuación de esta política criminal contra los niños. Defens Children International-Palestina pidió investigaciones «serias y transparentes» sobre el asesinato de los niños, y que el gobierno de ocupación israelí rinda cuentas.

 Con motivo del Día Internacional de la Infancia, el 20 de noviembre, la Asociación de Prisioneros Palestinos (PPS) presentó su informe en el que denuncia que Israel ha detenido, desde el comienzo de este año, a más de 750 niños palestinos, algunos de los cuales fueron heridos por disparos antes de ser detenidos. La mayoría de estos niños fueron sometidos a todo tipo de torturas físicas y psicológicas durante su detención, en violación de los acuerdos y convenios internacionales sobre los derechos del niño. Como ejemplo el caso de Hussein Zubeidat, de 14 años, de Bani Naim, a quien los soldados golpearon y despojaron de su ropa y publicaron las fotos y vídeos que le hicieron desnudo. Según los datos facilitados por esta organización humanitaria, 160 niños menores de 18 años están actualmente cumpliendo condenas en cárceles israelíes, entre ellos tres niñas, dos de ellas de 16 años y la tercera de 17, y cinco están en detención administrativa sin cargos ni juicio y sobre la base de pruebas secretas.

Los asaltos a las escuelas también se han normalizado en este año. En el vídeo publicado por la organización israelí de Derechos Humanos B'Tselen se ven al menos unos 15 soldados israelíes provistos de armamento de guerra asaltando una escuela en Hebrón, Al-Hayeryah, donde agredieron brutalmente a niños y profesores. Dos niños de 14 años de edad fueron sacados a rastras de sus clases hasta el puesto militar de control, porque supuestamente habían tirado piedras al ejército. Los sentaron en el suelo, los abofetearon y golpearon, tiraron una granada a los profesores que intentaban acercarse a ellos, y media hora después fueron puestos en libertad. Había sido un error.

¿Cómo es posible guardar silencio frente a unas prácticas atroces contra los niños y las niñas palestinas, de tortura, humillación, cárcel, y ejecuciones extrajudiciales? ¿Cómo es posible la colaboración preferente con Israel por parte de Europa y el trato exquisito con los políticos implicados en estos crímenes? La UE con su silencio y apoyo a Israel es también cómplice. Las empresas europeas están colaborando con la ocupación.

Un nuevo informe de “Don't Buy into Occupation”, una coalición de 24 organizaciones europeas y palestinas (DBIO) en siete países europeos, revela, por segundo año consecutivo, que cientos de instituciones financieras europeas están invirtiendo fuertemente en empresas que están apuntalando los asentamientos ilegales israelíes en los Territorios Ocupados Palestinos, tanto en la construcción como en agricultura y en industria.

Estas empresas juegan un papel esencial en el funcionamiento, sostenibilidad y expansión de los asentamientos israelíes ilegales. Nos dice Willen Staes, coordinador de DBIO, que las instituciones financieras se relacionan entre ellas para llevar a cabo de mejor manera las actividades que violan la ley internacional. Cabe recordar que los asentamientos israelíes son ilegales bajo la ley internacional y equivalen a crimen de guerra y crimen contra la humanidad.

La construcción de nuevos asentamientos necesita como condición previa la apropiación extensiva de la tierra palestina y la transferencia ilegal de la población dentro y fuera del territorio ocupado. Junto con el régimen militar que los protege, los asentamientos suponen graves consecuencias para los derechos de los palestinos. La violencia de los colonos contra las comunidades palestinas, incluyendo la violencia física y la intimidación, el uso de las armas con munición real, el incendio de las cosechas y del ganado, va en aumento día a día.

“Los asentamientos son un componente fundamental del régimen de apartheid israelí sobre el pueblo palestino, y por prestar las empresas apoyo directa o indirectamente a los colonos, estos negocios son cómplices del robo de tierras palestinas, de la expoliación de los recursos naturales, y de la expulsión forzada de sus casas de los palestinos” nos dice Inès Abdel Razek, del grupo de los Derechos Palestinos, miembro de la coalición DBIO.

De las empresas españolas que colaboran con la ocupación israelí, sobresale la empresa vasca CAF (Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles) que está implicada con el tren ligero de Jerusalén. Israel ocupó Jerusalén Este en el año 1980. Ni Naciones Unidas ni la Unión Europea reconocen esta anexión. Todos los asentamientos israelíes construidos en Territorio Palestino Ocupado son ilegales según el Derecho Internacional. CAF, como otras empresas, asume una grave responsabilidad al hacer negocios en una clara violación del Derecho Internacional. En el año 2019, la empresa CAF, que trabaja junto con la constructora israelí Saphir, fue seleccionada como adjudicataria del proyecto del tren ligero de Jerusalén. Otras empresas internacionales se retiraron de la licitación, alarmadas por la posible pérdida de contratos en otras zonas del mundo, prefiriendo no arriesgarse a la pérdida de su prestigio corporativo. La empresa Saphir, tiene el dudoso honor de haber sido incluida en la lista elaborada por el consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en el que figuran empresas que se benefician de violaciones sistemáticas de derechos de la población palestina y contribuyen a ellas, algo que Amnistía Internacional viene denunciando desde hace tiempo.

También el comité de empresa de la planta de Beasáin y numerosas entidades del País Vasco expresaron su petición de que la empresa renunciara a un proyecto al que nunca debió licitar. Las actividades empresariales en asentamientos ayudan a normalizar y legitimar una situación ilegal, colaborando con la ocupación y el sistema de apartheid israelí y se exponen a que se las acuse penalmente de ser cómplices de graves abusos contra los derechos humanos, incluidos los crímenes de guerra, cometidos por otros, como las fuerzas de seguridad u otros organismos del Estado. Lo mismo sería aplicable también a la empresa francesa Carrefour, que se ha instalado en los asentamientos israelíes colaborando igualmente con la ocupación.

La guerra israelí contra los niños palestinos, con su intolerable resultado de víctimas es, en gran parte, responsabilidad de todos. Ya que no vemos en nuestros gobernantes ningún atisbo de hacer un simple gesto de condena de la política israelí, ni vemos muestras claras de apoyo a la población palestina, ni intención ninguna de que Israel cumpla con la Legislación Internacional, sólo nos queda como ciudadanos, además de la justa y necesaria exigencia a nuestros políticos, hacer y extender el boicot a los productos israelíes y mostrar toda nuestra solidaridad con el pueblo palestino. Ante el silencio de la prensa difundir las noticias de lo que está pasando en Palestina y mostrar toda nuestra solidaridad con el pueblo palestino.

Hemos visto la solidaridad internacional con Palestina en el Mundial de Fútbol de Qatar por parte de los asistentes y de los jugadores de países árabes y otros que no lo son. Ha sido una solidaridad casi unánime. Se ha podido comprobar que Israel, a pesar de haber normalizado relaciones con los países árabes y contar con el apoyo vergonzante de la Unión Europea, no tiene ningún apoyo popular.

Sólo la solidaridad entre los pueblos puede lograr desmontar la aquiescencia que genera la propaganda del régimen israelí, la imagen amable con la que tratan de revestirse las empresas coloniales y desmontar en la opinión pública la apariencia de legalidad de los Estados que la practican. Pero no basta, no es suficiente. Cada vez se hace más evidente la necesidad de medidas de protección internacionales para un pueblo sometido a un genocidio por etapas, como lo ha definido con precisión el historiador Ilan Pappé.

 



[1] Ilan Pappé, uno de los más importantes historiadores sobre Palestina-Israel, es actualmente profesor en la Universidad de Exeter, en el Reino Unido. Fue hasta el año 2007 profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Haifa.  Es autor entre otros libros de Historia de la Palestina moderna: una tierra, dos pueblos, La limpieza étnica de Palestina, La cárcel más grande de la tierra: una historia de los territorios ocupados.