Abordo aquí un
repaso, mediante algunas pinceladas, a la historia de la consolidación del poder
de los negocios en nuestro sistema socioeconómico. Y algunas soluciones,
centradas en la utilidad de la memoria, contra los expolios.[1]
José Carlos
González Lorente. Activista por el Cambio
Eco-Social
… tuve la oportunidad de referirme al fenómeno de las corporaciones transnacionales y destaqué el vertiginoso crecimiento de su poder económico, influencia política y acción corruptora. De ahí la alarma con que la opinión mundial debe reaccionar ante semejante realidad. El poderío de estas corporaciones es tan grande, que traspasa todas las fronteras.
50 años hace que Salvador Allende pronunciara estas palabras en su histórico discurso en la ONU. El 6 de diciembre se celebró el aniversario de nuestra condicionada Constitución. Y el 10, el de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH).
La memoria falla,
cada vez más, hasta el punto de que se ha perdido la conciencia social
de las causas de las calamidades sufridas por la humanidad en las dos guerras
mundiales. Cabe preguntarse si alguna vez la hubo. En nuestro país no existe conciencia
social colectiva sobre el nivel de terror sangriento al que fuimos
sometidos en 1936, y menos sobre las causas y circunstancias que hicieron que
un grupo terrorista, apoyado por las élites del poder (aristocracia, iglesia y
oligarcas) tomara el poder de una forma sangrienta, genocida. Y ahí sigue,
mezclado con el poder de los nuevos amos del mundo (una coalición tóxica de
fondos, macro empresas y sus aliados políticos y mediáticos)
‘El horror, el horror’ (J.Conrad ‘El corazón de las tinieblas’)
Todo está escrito en El Orden del día
Los agentes comerciales, los conseguidores, han minado
la democracia global. Están en todas partes. En las fundaciones, en la
Universidad. También en la izquierda, y en los sindicatos. Es el triunfo del
modelo de EEUU, donde tras cada político hay un lobby. Estamos paralizados. Ha
triunfado el pragmatismo cortoplacista, y han ido apartando a los molestos. Y
con ello, a la utopía. “José Carlos, si no puedes contra ellos, únete a ellos”;
“desengáñate, el mundo es de los malos”; “no nos conviene”... Frases del 2008
de ciertos líderes sociopolíticos, cuando estalló la crisis anterior, que
retumban en mi cabeza. Doce años después, ante la oportunidad de incluir algún
criterio de condicionalidad eco-social en el momento álgido de la crisis del
COVID, la frase fue: “José Carlos, olvídate. No van a hacer nada. Están
aterrorizados. Van a pedir que vengan todos los fondos e inversores posibles,
sin casi ninguna condición”. Y así está siendo. Ya es hora de organizar la
resistencia. Agrupémonos todas. Porque hay gente razonable en todos los
estamentos citados.
De la pesadilla de Darwin a la pesadilla de Orwell (1984)
Una socialdemocracia adaptada a la colaboración público privada, a ese inmenso poder corporativo, se turna en el poder con una derecha (y ultraderecha) que hace tiempo está en manos de la economía de la delincuencia. Todo se precipitó con Reagan y Thatcher. Y qué poco caso se le hizo, en aquellos años, al informe encargado por la Unesco sobre el poder de las corporaciones mediáticas (informe MacBride). Fue también el momento del impulso de ese modelo de capitalismo popular, que luego pasó a la corrupción popular que representa como nadie el sistema Berlusconi. “Tony Blair fue mi mejor obra”, decía Thatcher. Y hoy, continuamente intentan apartar a gente como Corbyn o Ken Loach, apostando por los viejos barones (Borrell en la UE, que de su papel en Abengoa al que está haciendo en la guerra de Ucrania, es todo un ejemplo). Sólo en Francia parece que se atisba un cambio, y apoyan a Mélenchon, más que por convicción, por el hundimiento del Partido Socialista.
¿La vida secreta de las palabras?
Vivimos en la impunidad -avalada por esa Constitución condicionada- del emérito, de la Corona, como agente comercial del Ibex/Marca España; la impunidad con la que la Iglesia se apodera (casi) definitivamente de 100.000 fincas, palacios, templos (qué decir sobre su pederastia y su complicidad en el crimen de los niños robados); la impunidad y el descaro con el que las empresas se revelan ante cualquier intento de regulación, amenazando (y cumpliendo) con subir los precios, en todos los sectores y mercados (y sus beneficios. Increíble, cómo siguen apareciendo informes sobre el aumento de las retribuciones de cúpulas y directivos. ¿No estaba claro, ya, de quién es la culpa de la inflación?). Se ha repetido mil veces: la desigualdad disuelve la democracia. Hemos vivido cómo el poder judicial, el mediático y el empresarial se unen en esos sistemas de lawfare tan eficaces (de Lula, Assange, a nuestros casos más cercanos: Victoria Rossell y a todo lo ocurrido aquí en Sevilla). Hay que desenmascarar a toda esa saga de jueces y juezas corruptas, y visualizar sus conexiones con la política y los negocios tóxicos (en especial, la impresentable saga de ministros y compañeros de pupitre del Aznarismo).
Hemos vivido cómo se ha desvanecido -de nuevo, como en el 2008-la posibilidad de reformar el frustrado sistema de mercados, ante su evidente fracaso en la crisis del COVID. ¿Qué quedó de todas aquellas solemnes promesas de reformas y de “mea culpa”? Nada. Se reforzó el poder empresarial. Incluso la violación masiva de los Derechos Humanos perpetrada en las Residencias de Mayores ha estado hasta ahora protegida por la inacción del deber fiscalizador del Estado.
Avanzan los nuevos proyectos mineros, las macro granjas (tremenda la reacción al simple señalamiento del sobreconsumo de carne), el asalto al agua como negocio (Doñana…); el abandono de Palestina, del Sáhara; el mundial de Qatar, como cumbre de impunidad del negocio del deporte; lo ocurrido en la valla de Melilla; el auge de la burbuja de la energía del hidrógeno verde como nuevo negocio para los imperios del gas, la nuclear y las viejas energías fósiles, que también son parte ya de la nueva burbuja de renovables. La vuelta al crecimiento irracional en vez de reforzar la línea de un decrecimiento equitativo enfocado a la felicidad y al bien común. Es el imperio de la economía especulativa, de la mentira, el triunfo de la “lex mercatoria” y de la taxonomía del lucro, de los necios que confunden valor y precio (J. M. Naredo). La gran inmatriculación: estamos asistiendo al último asalto a los bienes públicos (agua, tierra, aire, fuego, energía, Salud, educación social,... Vida) de un capitalismo desbocado y reaccionario ante cualquier intento de regulación razonable (económica, social o medio ambiental).
Las religiones son parte del apoyo mediático de este
imperio. La Iglesia católica, en especial, es una multinacional más. Quizá, la
multinacional primigenia. El modelo de influencia global. Urge avanzar hacia un
laicismo real.
Plan de acción
Organicemos, pues, la resistencia para el futuro. No abandonar el plan de cambio y condicionalidad eco-social. No abandonar a las rebeldes, a los rebeldes, a las denunciantes. El sumar no puede estar condicionado a un “no molestar” a los muy poderosos; no puede ser sólo para las y los pragmáticos. Apartar a los molestos significará el fracaso de cualquier proceso de cambio, la consolidación de ese inmenso poder corporativo frente al que tantos se han rendido o adaptado. Hay que acabar con la inmensa división y fragmentación de las fuerzas progresistas (políticas y asociativas). Hay gente muy razonable en casi todos los partidos y asociaciones. Hay que terminar con la actitud “pero este no es de los nuestros”. Hay que terminar con la cultura de la competitividad irresponsable (competimos unos contra otros, de forma cainita, incluso para aplicar las soluciones), y pasar a la cultura de la colaboración.
Recuperar la memoria, por justicia, verdad y reparación. Y por lo que atañe a este plan, para evitar que siga el expolio de los bienes públicos. Del planeta. De las generaciones futuras. Las causas y consecuencias económicas del golpe. De los golpes.
Avanzar mediante mapas de la especulación, que es
la causa de todos los males, para que la próxima generación no sufra el flagelo
de la deuda (hoy el foco estaría en la aplicación de los fondos next generation). Apoyar las iniciativas
de Boicot, sanción, desinversión (BSD).
Contra La Gran inmatriculación. El último asalto
Avanzar en los procesos regulatorios sobre la transparencia, sobre el pasado y el presente. Para un futuro verdaderamente sostenible. Garantizar el Derecho a Saber. El derecho a la verdad. Superar las limitaciones de leyes como la Ley de Memoria Democrática (pero al tiempo, aplicar todo lo bueno que incluye) e impedir más vetos y limitaciones a otras que se están elaborando, como la de secretos oficiales. Abrir, como las grandes alamedas -que decía Allende-, definitivamente los archivos, en los que está el origen ilícito de muchas fortunas y poderes.
Hay que desenmascarar a los saboteadores de estos procesos, y a su modus operandi, para crear una verdadera marea de indignación popular organizada y unitaria, con consecuencias políticas contundentes. Para terminar contra la asimetría de la aplicación de la justicia internacional ('La narrativa'), para luchar contra el abandono de la (Cultura de Paz), la memoria, contra los expolios históricos y presentes, es la clave.