martes, 4 de noviembre de 2025

IGLESIA Y LAICISMO EN LA II REPÚBLICA

 


Miguel Campillo Ortiz, director del programa Sintonía Laica, miembro de Europa Laica

4 de noviembre de 2025

 

El proceso de secularización comenzado en el siglo XIX estaba muy avanzado cuando se proclamó la II República, aunque la religión aún influía enormemente en el mundo rural. Prueba de esta secularización de la sociedad eran los informes que cada 5 años remitían los párrocos a sus obispos sobre el “estado de las almas”, de los que nos habla el historiador Francisco Espinosa Maestre. En estos informes se decía que las iglesias estaban vacías, que sólo iban a misa las señoras mayores, que al cura le trataba la gente como a un hombre cualquiera, que la gente se casaba y enterraba por lo civil, etc.

Aunque no fue la única, la experiencia de enseñanza laica más larga y fructífera fue la encabezada por Francisco Giner de los Ríos: la Institución Libre de Enseñanza. Fundada en 1876 por un grupo de catedráticos expulsados de la Universidad Central de Madrid por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus enseñanzas a los dogmas oficiales en materia religiosa, política o moral (entre los que se encontraban Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, ex presidente del poder ejecutivo de la I República, entre otros). Bajo la influencia de Giner de los Ríos y la Institución se crearon el Museo Pedagógico y la Junta para Ampliación de Estudios, de la que dependían el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales o la Residencia de Estudiantes.

El ideario educativo republicano, que recogía las principales corrientes de innovación pedagógica del momento, se resumía en escuela laica, unificada y coeducativa. Frente a ello los católicos eran partidarios de una enseñanza confesional, elitista y segregacionista, siguiendo la encíclica Divini Illius Magistri de Pío XI de 1929.

Los partidos republicanos y el partido socialista integrados en el Gobierno Provisional formado tras las elecciones municipales del 12 de abril estaban, con algunos matices, de acuerdo en que uno de los principios básicos del proyecto republicano habría de ser la completa separación de la Iglesia y el Estado.

La II República comenzó con la aprobación de la libertad de cultos, establecida por el Estatuto Jurídico del Gobierno Provisional el mismo día 14 de abril.

Y ese mismo día 14 de abril, antes de la quema de conventos e iglesias y mucho antes de aprobarse la Constitución, tuvo lugar en la casa en Madrid de Rafael Benjumea Burín, conde de Guadalhorce, una reunión a la que asistieron José Calvo Sotelo y José A. Primo de Rivera, entre otros monárquicos ultra católicos, según publica el ex banquero del BBVA Sánchez Asiaín, en su libro La financiación de la guerra civil (ed. Crítica, 2014). El objeto de aquella reunión no era desde luego deliberar sobre cómo podían contribuir a consolidar el régimen republicano.

La famosa quema de iglesias y conventos del 11 de mayo estuvo precedida por las provocadoras pastorales del cardenal Segura del 1 de mayo y del cardenal Isidro Gomá del 10 del mismo mes. Sostenían que la peor monarquía era mejor que la mejor república.

Es muy importante resaltar algo que nos “persigue” hasta hoy en la España de 2025, en el ámbito del centro izquierda político. Muy resumidamente había dos posturas:

Una, que defendía una cierta laicidad moderada (lo que ahora llaman “laicidad positiva”), que proponía que la iglesia conservara privilegios en enseñanza, sanidad y servicios sociales, fiscalidad y financiación del clero, postura que defendían algunos partidos del centro derecha republicano y algunos líderes del PSOE. Y una segunda, ampliamente mayoritaria en el Gobierno y en el Parlamento recién formado, que abogaba, en la línea marcada por la Tercera República francesa, por una real separación del Estado de la religión, aunque con total libertad de culto de cualquier religión en el ámbito no público. Para ello proponían que se prohibiera la religión confesional en la escuela (pública o privada) y en las instituciones del Estado; suprimir el presupuesto estatal para culto y clero; aprobar como único matrimonio oficial el civil; legalizar el divorcio; secularizar los cementerios; y disolver las órdenes religiosas cuyos reglamentos fueran opuestos a las leyes del Estado o no se sometieran al poder civil, como era el caso en aquella época de los jesuitas.

El 13 de mayo la Dirección General de Enseñanza Primaria emitió una circular concretando el decreto de 6 de mayo que había declarado como voluntaria para el alumnado la asistencia a enseñanza religiosa y eximía de impartirla a los maestros que no quisieran hacerlo.

El 21 de mayo un decreto declaraba obligatorio el título de maestro oficial para ejercer la enseñanza, ya que los frailes y monjas que impartían las clases carecían del mismo. Ello enfadó mucho a la cúpula eclesiástica.

Una Comisión nombrada por el Gobierno Provisional y presidida por el jurista católico liberal Ángel Ossorio Gallardo redactó un primer anteproyecto de Constitución en el que la solución dada a la “cuestión religiosa” respondía a los principios de la laicidad (positiva), en donde se establecía la separación del Estado de la religión pero, sin embargo, se reconocía un estatus especial a la Iglesia Católica al considerarla “Corporación de Derecho Público”; también se reconocía la libertad de conciencia, de religión y de cultos. No se planteaba la financiación del culto y el clero, ya que se daba por hecho que seguiría todo igual, lo mismo que con la Enseñanza.

La Iglesia católica oficial obcecada contra la II República, no reparó en la benevolencia y suavidad de estas primeras propuestas y las rechazó virulentamente.

Ante esta postura de tozuda intransigencia eclesial y por sus propios principios, también una mayoría política de la izquierda republicana y del partido socialista las rechazó; claro que por motivos totalmente opuestos.

Mientras todo esto ocurre, al margen de las Cortes, el presidente del Gobierno Provisional, el republicano católico y liberal Alcalá Zamora, y el ministro de Justicia, el socialista Fernando de los Ríos, alcanzaban el 14 de septiembre, después de difícil negociación, unos “puntos de conciliación” con el nuncio del Vaticano el cardenal Tedeschini y con el cardenal Vidal Barraquer, que encabezaban el sector “posibilista” de la jerarquía eclesiástica, que estaban dispuestos a aceptar, como máximo, la no confesionalidad del Estado y una renuncia progresiva a que el Estado financiara el “culto y clero”, a cambio de la firma de un “Concordato” o de una especie de ‘modus vivendi’ entre la Iglesia y el Estado, en donde aparecieran exenciones fiscales y, por supuesto, que no fueran disueltas las órdenes religiosas y se aceptase la “libertad de enseñanza”, es decir, que los colegios religiosos pudieran continuar como hasta entonces.

Estos acuerdos de conciliación se rechazaron porque la mayoría del Gobierno y de las Cortes, opinaron que consistían en seguir privilegiando fuertemente a la iglesia católica. Vamos, nuevamente “laicidad positiva”.

Hubo enconados enfrentamientos parlamentarios y en el seno de la sociedad, la prensa, etc., sobre todo con el debate del artículo 26 de la Constitución, así como los debates sobre cuestiones de derechos y libertades cívicas como el divorcio, el voto de las mujeres, etc.

La Constitución republicana y laica fue aprobada por una mayoría aplastante de los constituyentes el 9 de diciembre de 1931. Por vez primera en la historia de España se implantaba un Estado laico, estableciendo un proyecto de convivencia laicista y por tanto, democrático, en cuanto a derechos cívicos y a una real separación del Estado de las religiones, en la línea que se venía desarrollando en diversas democracias modernas de la época.

Hoy, sin embargo, la confesionalidad está muy presente en el ámbito institucional y político español, a pesar de que la secularización de la sociedad es mucho más profunda que lo era entonces, sobre todo entre la población más joven. Nuestros políticos, hoy, no parece que tengan en sus planes instaurar un Estado laico. Asuntos de Estado como por ejemplo el de las inmatriculaciones episcopales, con el expolio monumental del patrimonio histórico artístico público que han supuesto lo evidencian. La inclusión del catolicismo, el islam y demás religiones en la escuela pública delatan la intención de instaurar un Estado multiconfesional, que no laico.

Estas consideraciones se basan en las publicaciones de los historiadores Francisco Espinosa Maestre y José Mª García Márquez, y de Francisco Delgado Ruiz, ex presidente de Europa Laica.

Para profundizar en este tema sugiero la escucha de la charla que mantuvimos con estos historiadores sobre su libro Por la religión y la patria. La iglesia y el golpe militar de julio de 1936, Ed. Crítica, 2014, disponible en los podcats nº 214 a 216 de julio de 2015 en www.sintonialaica.blogspot.com :

https://sintonialaica.blogspot.com/2015/07/sintonia-laica-214-090715-por-la.html

https://sintonialaica.blogspot.com/2015/07/sintonia-laica-215-160715-por-la.html

https://sintonialaica.blogspot.com/2015/07/sintonia-laica-216-230715-por-la.html