Vientos de Cambio Justo

martes, 10 de abril de 2018

La cuestión de Cataluña


Enrique Cobo

10 de abril de 2018 

Hay que mojarse en un asunto tan crucial como este, dado que se ha convertido de hecho en algo más que la “cuestión catalana” y lo que está en cuestión es repensar el “estado de derecho”. Si fuera solo la cuestión catalana ya valdría la pena pensar en una propuesta política para solventar dignamente un problema, pero hay más.

Analizando el proceso vemos como “el estado de las autonomías” fue una victoria de los demócratas sobre la dictadura, se consiguió quebrar el estado centralista y autoritario y avanzar en democracia y participación de las personas individuales y de las comunidades históricas. Se hizo de “aquella manera” de forma que aquel armisticio, tras más de cuarenta años de violencia fue fruto del equilibrio de fuerzas de aquel momento, del equilibrio entre los violentos vencedores en una guerra y en una dictadura y un pueblo ansioso de libertades y de ilusiones personales y colectivas. Un pueblo fuerte y un ejército fuerte pactaron un equilibrio inestable pero no venció ninguna de las partes sino que pactaron lo que pudieron para salvar cada una parte de sus esencias. Fue un armisticio, un pacto y he de recordar que en ese pacto Alianza Popular estuvo en contra del capítulo octavo de la constitución, del título que organizaba territorialmente, superando un estado centralista y dictatorial.

El PP heredero de aquella opción, convertido en la derecha que pactó el armisticio incluyendo la transición al “estado de las autonomías” ha venido haciendo y presumiblemente seguirá intentando reinterpretar el título octavo que no aceptó. De la misma forma no ha dejado de intentar imponer su peculiar forma de entender el “estado de derecho”, por ejemplo cuando considera que el poder judicial debe ser un poder independiente de los otros dos pero hay que intentar que esté compuesto por personas jueces y fiscales que coincidan en su interpretación de las leyes con sus posiciones políticas e ideológicas y ejerciendo presiones han logrado parir unas instituciones judiciales supremas, (el Tribunal Constitucional que  hizo lo que hizo con un estatuto  acordado y votado y, por otra parte y el Tribunal Supremo tantas veces contradicho por tribunales) en las que la mayoría de sus miembros proceden de la selección del PP imponen contra los otros jueces, casi siempre, su interpretación de las normas y que, en su conjunto, no gozan del aprecio y del respeto de los ciudadanos.

Un poder Judicial desprestigiado ante un pueblo que es su soberano pero no puede conseguir que sean imparciales en la interpretación de las normas.

Por otra parte el PP, heredero y representante en el pacto de la transición de aquellos “valores” sabe que ayuda a que se apliquen sus interpretaciones de la vida un legislativo que cree normas que se lo pongan fácil al poder judicial para conseguir los objetivos del PP. 
Por último han convertido de hecho al poder ejecutivo en una muestra  bastante exacta de la sociedad que quieren y así hemos llegado a ver a un gobierno del PP que en todas sus instancias hace funcionar el principio de que hacer lo que a ellos les conviene personalmente y como grupo está justificado y que legislando de acuerdo con sus conveniencias maniobrando en las cámaras a su conveniencia y organizando el poder judicial de tal forma que les sea favorable toda decisión está legitimada: para ganar elecciones infringir la ley y financiarse ilegalmente, para jugar con ventaja  y que sus “servidores“ estén bien pagados, no pasa nada por saltarse las normas y corromperse y así hemos llegado a un poder ejecutivo del PP lleno de personas corruptas, organizadas en un partido que es igualmente corrupto, han conseguido que los ciudadanos así lo veamos y tengamos la sensación, la certeza, a veces de que el poder político es naturalmente así porque nos hacen tener la sensación que todos “los políticos“ son iguales y, lo que es peor, que no hay posibilidad de poder político decente ni como gobierno ni como legislador ni como administrador de justicia. No es poco lo conseguido por el PP, una de las partes que firmaron el armisticio del 78.

El PP es como siempre, la “otra parte” a la que hay que superar. Para ello podemos barajar distintas alternativas acerca de cómo hacerlo. Desechando ahora y siempre la confrontación violenta como forma de defender cualquier  aspiración solo nos quedan las elecciones y lo que es más importante: la acción ciudadana construyendo el poder social de la inmensa mayoría de las gentes, mostrando sus discrepancias, su oposición, su deseos, sus aspiraciones, sus propuestas haciendo ejercicio de las libertades conquistadas y escritas en el  texto del armisticio: “La Constitución del 78” y ampliándolas.

Es demasiado fácil pensar que hay un equilibrio de fuerzas favorable a ganarles las elecciones, a ganarles las votaciones, a conformar una administración de justicia independiente. Y aunque puede ser que haya una mayoría que quiera superar esta etapa siniestra de la política en España lo cierto es que la forma en que pedimos que se muestre esa voluntad da como resultado que tienen mayoría en las instituciones democráticas. Así que el problema lo podríamos tener en facilitar que la expresión de la voluntad  de la mayoría se exprese claramente al respecto y le facilitemos decir con rotundidad lo aquello en lo que coincidimos: Es necesario que la opción electoral e institucional del PP sea minoritaria, cada vez más minoritaria, es un objetivo estratégico que pase a ser insignificante –como ya lo es en Cataluña y en Euzkadi. 

Para ello  tenemos que exigir a todos los demás partidos u opciones electorales que prioricen el objetivo de convertir en insignificantes democráticamente al PP, a este partido corrupto y corruptor y que el resto de objetivos se negocien a partir de consensuar este: es imprescindible para que la democracia en España pueda subsistir, para  que avancemos en la conquista de derechos y libertades individuales y comunales, para construir una patria capaz de solucionar los problemas de todos y de hacer frente a los grandes retos con solvencia y optimismo, con las capacidades que este pueblo secuestrado tiene, como todos los pueblos tienen.


En Cataluña tienen, tenemos, el mismo problema: una de las partes que firmaron la transición, un PP corrupto y corruptor.
No me cuesta mucho trabajo pensar que los resultados de una investigación sobre la voluntad de todas las personas que viven en Cataluña daría un resultado claro de que la inmensa mayoría del pueblo catalán como de otros pueblos lo que queremos es ser un pueblo cuidadoso con su gente, queremos cuidar, mimar, nuestro espacio vital y vivir en armonía con nuestra preciosa tierra queremos que todos los que viven aquí y los que nos visiten dispongan de todo lo necesario para vivir bien, queremos que el acceso al conocimiento y al desarrollo de las capacidades de cada persona y de nuestro pueblo esté garantizado para todos y para cada uno de nuestros habitantes. Queremos vivir en paz, renunciamos a la violencia entre nosotros y como forma de relación con  otras personas que vivan en otras tierras, queremos que las personas disfruten de iguales derechos y oportunidades sean cuales sean sus características personales o de procedencia.

Estoy seguro de que preguntándoles a todos y cada uno de los que viven y se relacionan en Cataluña obtendríamos respuestas muy parecidas, lo mismo de parecidas que si les preguntamos a los habitantes de cualquier otro territorio de España. Estoy seguro que si hacemos preguntas similares obtendremos respuestas muy similares de la inmensa mayoría de las personas.

El conflicto catalán no es un enfrentamiento entre pueblos de distintos territorios, no es un enfrentamiento producido porque los individuos que componen esos pueblos difieran sustancialmente en cómo vivir y de qué vivir, porque difieran en los deseos. Los pueblos no pretendemos objetivos muy  distintos. Nuestros objetivos, los de la inmensa mayoría de las gentes de todos los pueblos deseamos conseguir objetivos muy similares y exigimos a las instituciones democráticas que nos sirvan para alcanzar objetivos comunes, los que solo juntos podríamos satisfacer.

Si nos hacen creer que los problemas de un pueblo tienen la causa en los ciudadanos de otro pueblo, nos enfrentan y nos dicen que la solución es que no coincidamos en el camino hacia la libertad y la justica porque nos dicen que la libertad de unos pueblos es la cárcel de los otros y el bienestar de unos la miseria de los otros.

Los que así piensan nos dicen que el ejercicio de la democracia consiste en que votemos si creemos y queremos que solos nos iría mejor, en que una parte del pueblo se enfrente democráticamente a la otra parte para que unos les ganen a los otros como si fueran “unos” y ”otros” conjuntos distintos porque distintos son los lugares de su nacimiento o residencia, siendo así  por sus aspiraciones son un solo pueblo. No podemos aceptar que la cuestión se plantee en esos términos. Hay que procurar que la cuestión se plantee de tal manera que se expresen de forma inequívoca los intereses de los pueblos para sí mismos y para los otros pueblos y, aunque hoy sea difícil conseguirlo por el grado de crispación que el PP ha ido generando, con su actitud y sus acciones de gobierno, durante muchos años, y aunque una parte de los catalanes y de los españoles planteen que la solución es enfrentar a los pueblos porque sus intereses son contradictorios , aunque crean que nos han impuesto sobre qué hay que preguntar ( independencia sí o no) y que lo que que es bueno para un pueblo es malo para el otro tenemos que esforzarnos por conseguir que el proceso no acabe con la imposición de unos sobre otros por una diferencia insignificante de votos para asunto tan crucial, aunque esa victoria tenga los visos de ejercicio democrático, tenemos que conseguir que la contradicción se celebre donde realmente la tienen los ciudadanos de todos los pueblos que no es otro que el ejercicio de la libertad y el acceso a la justicia de cada individuo, de cada pueblo, de todos los individuos, de todos los pueblos. Dejarse llevar por lo que creemos un imperativo de la realidad, o una valoración de la oportunidad próxima al oportunismo puede traer consecuencias indeseadas por todos y de forma difícilmente reversible.

Por todo ello he de concluir que hoy por hoy es objetivo prioritario para resolver la cuestión catalana, para preservar el estado de derecho, para avanzar en democracia, para avanzar en justicia social, echar hacia la insignificancia política al PP, no porque los demás, uno a uno, no sean criticables sino porque, hoy por hoy, el problema principal es el PP como partido, como gobierno, y como suma de actitudes personales, lo que nos está llevando a un callejón sin salida o con una salida hacia el absurdo: dividir a los pueblos como si uno fuera causa de los sufrimientos y problemas del otro. Esto hay que resolverlo mirando al futuro y en modo alguno obcecados por el presente, ser oportunista hoy es un delito de alta traición a los ciudadanos.

El código Penal, la prisión- provisional o no-de los líderes políticos, esta manera de afrontar el problema nos lleva a que caigamos en la trampa de pensar  que las diferencias entre los pueblos  se solucionan imponiéndose unos a otros.

No acepto que la opción sea destruir el armisticio de 1978  y dar lugar a otro distinto porque eso no sucederá sin violencia y, para mí, está claro que no plantearé la solución usando la violencia que los golpistas nos hicieron sufrir en el pasado. Propongo como alternativa llevar al PP a la insignificancia política y hacer posible un nuevo armisticio, un nuevo pacto, o mejorar el pacto, entre los distintos interese en el juego de la democracia, dar lugar a un legislativo más sincero, más abierto, más dialogante, más razonador, que exprese mejor la voluntad de avanzar en libertad y justicia, dando lugar a un ejecutivo menos soberbio y, sobre todo, menos tramposo, sin corruptos, sin tanto enchufado, sin privilegios y, si fuera posible, sin tantos  simplones.

Ponérselo difícil al PP, que no pueda  llevar a cabo sus iniciativas fácilmente, hacerle difícil influir tanto en los otros poderes, movilizarnos en contra de sus decisiones injustas y exigiendo las que nos parezcan justas, pero, sobre todo, derrotarlos electoralmente, llevándoles a la insignificancia política podremos conseguir una situación mejor para poder avanzar en democracia, en respeto a la voluntad de la mayoría.  No creo que sea excesivamente simple sino que  echar al PP es un objetivo simplemente realista y del que nacerán muchas oportunidades  para abrir el futuro a un cambio más justo. Hasta que lo consigamos  estamos llamados a luchar socialmente  para conseguir lo que nos parezca justo, compartiendo, aumentando nuestra alegría porque vemos que avanzamos.