Antonio
Aguilera Nieves
21 de febrero de 2023
Es una dinámica tan habitual
y normalizada que la tenemos naturalizada. Fijar el precio de las cosas nos
sirve para caracterizarlas y jerarquizarlas. En una sociedad y economía de
libre mercado donde las transacciones económicas y comerciales son la base del
funcionamiento colectivo e individual, el dato cuantitativo sirve para poner
cada producto, cada servicio, en su sitio. Y sea básico y de estricta necesidad
o superfluo, accesorio y antojadizo, el precio económico es un elemento
definitorio esencial.
Tal es el peso en nuestras
vidas del dinero, que la economía no deja de crecer, en poder, en volumen. Se
ha convertido en el indicador fundamental que marca lo bien o mal que van las
cosas en el planeta Tierra, es el famoso crecimiento del Producto Interior Bruto,
el índice de referencia para el sector empresarial y político. Una senda que es
deseado que sea siempre ascendente, es buena noticia que el volumen y valor de
las empresas no pare de crecer, hay empresas más grandes, económicamente, que Estados.
Hace años que la riqueza financiera generada es mayor que la riqueza real, el
dinero ha escapado de las leyes de la física, véanse por ejemplo los emporios
económicos sustentados en bits y en expectativas.
A la par, crece el peso económico de los Estados y el valor de los servicios públicos prestados. Los Presupuestos de la Junta de Andalucía para 2023 ascienden a 45.603,8 millones de euros, lo que representa un incremento de 5.199,6 millones de euros y un 12,9 % con respecto al último presupuesto aprobado. Podría pensarse que se prestan más y mejores servicios públicos que nunca, y puede que sea así en parte, pero esa supuesta cobertura pública contrasta con las persistentes tasas de pobreza, precariedad, desigualdad, desempleo, necesidades de asistencia social.
Demandas y necesidades que
están haciendo crecer sin cesar a un sector llamado a cubrir las carencias e
ineficiencias del sistema. El llamado tercer sector, compuesto por miles de
asociaciones, fundaciones y corporaciones que tienen como finalidad la prestación
de servicios sociales, sanitarios, ambientales, culturales…, que se evidencian
como muy necesarios, imprescindibles. Según un informe elaborado por la
Plataforma de ONG de Acción Social, el tercer sector está compuesto en 2021 en
España por 27.962 entidades que movilizan 15.764,82 millones de euros, el 1,41
del PIB; 1.008.272 voluntarios y 535.514 trabajadores (el 76,5 % mujeres). Un
sector que se centra fundamentalmente, el 74,6 %, en la acción social,
integración e inserción y la atención sanitaria y que está especialmente
feminizado, es decir, es un sector de voluntarias, trabajadoras, y atendidas.
Un sector del que, lo más
grande, no se ve. Porque estas entidades, sus acciones, sus servicios, van
mucho más allá de las cifras económicas. Un sector donde el músculo vital es el
corazón y son incontables las horas y los recursos no contabilizados, todos
ellos fuera de los presupuestos y las analíticas, pero imprescindibles, porque
son los que hacen posibles los objetivos. Tengo la suerte de ser secretario
general de una fundación, la Fundación Savia por el Compromiso y los Valores.
La distancia entre nuestro reducido presupuesto y la diversidad e impacto de
nuestras actividades es inmensa. Una distancia salvada exclusivamente gracias a
la generosidad e implicación de patronos, colaboradores, voluntarios, el gran
baluarte de nuestra actividad. Me consta que situación similar se vive en la
inmensa mayoría de asociaciones, fundaciones, entidades, que se debaten entre
la pobreza financiera y la riqueza humana.
Para seguir mejorando como
sociedad es necesario enfrentarnos a nuestras paradojas y contradicciones: A
pesar de la mayor dotación de recursos públicos y privados, es más necesaria
que nunca la función que desempeña el tercer sector que llega donde otros no
pueden, o no quieren; las políticas públicas deben mirar al tercer sector como
un excelente aliado. El número de personas implicadas (trabajadoras y
voluntarias) revela la importante conciencia social, ella también necesita de
atención y protección; realcemos la figura, hoy casi olvidada, del voluntario,
del ciudadano comprometido y concienciado como ejemplo a seguir. Son las
mujeres las que nos siguen dando ejemplo y siguen necesitando de ayuda, siguen
siendo, más que nunca, necesarias las políticas que apuntalen una igualdad
real.
En un mundo
hipermercantilizado donde todos tenemos algo que vender, es más importante que
nunca poner de manifiesto el precio de los valores, los principios, los que no
se compran con dinero y son los que, en última instancia nos sostienen.