Enrique Cobo
25
de junio de 2019
La
que ha sido alcaldesa de mi pueblo -y ahora no lo es- decía: “Me he dado cuenta
de que aquí no cuenta tanto la ideología como la persona. Nuestros programas
son casi fotocopias”. Yo creo que es verdad que todos dicen palabras iguales:
todos hablan de libertad, de justicia, de progreso, de generación de empleo… y
parecería que todos, la derecha y la izquierda, los trabajadores y los
empresarios, los capitalistas y los otros tenemos objetivos iguales, ideales
comunes, ideologías parecidas porque usamos las mismas palabras.
Pero
también nos resulta evidente que eso no es verdad. Que lo que a ellos beneficia
a nosotros nos perjudica, que su libertad es nuestra opresión, que su justicia
es nuestra miseria, que su igualdad es nuestra discriminación.
Entonces:
¿dónde está el truco para que el uso de esas palabras parezca que decimos lo
mismo diciendo cuando en realidad estamos diciendo lo contrario?.
La
gente, los pueblos, los que vivimos de nuestro trabajo o no podemos vivir
sabemos que lo que les viene bien a ellos nos viene mal a nosotros o como
decían nuestros antiguos: “nuestros intereses son irreconciliables”.
Si
nosotros queremos que nuestros hijos tengan una instrucción de calidad sabemos
que tenemos que obtenerla a través de la instrucción pública y ellos saben que
para que ellos tengan el privilegio exclusivo de elegir la educación de sus
hijos otorgándoles más y mejores oportunidades lo mejor es que el estado organice
la enseñanza de los suyos en escuelas que excluyan a los otros a través de la
“concertada”, que también las pagamos entre todos, o a través de escuelas
absolutamente privadas, concertadas con las empresas de los padres de esos
niños y solo para ellos. Todos queremos oportunidades para nuestros hijos y,
por tanto, todos queremos lo mismo, dicen ellos. Y en nombre de la libertad
consiguen lo que quieren: que la educación de sus hijos sea diferente de la de
los otros y les dé más ventajas en la carrera por competir en la sociedad.
Porque la vida es una competición, dicen. Y nosotros sabemos que para que
podamos ser libres para dar la mejor instrucción a nuestros hijos tenemos que
conseguir que la instrucción pública para todos sea de la máxima calidad
posible y que no se distraigan recursos para las escuelas de ellos donde además
adoctrinan a los pequeños con sus ideologías a través de las escuelas religiosas
y de las enseñanzas religiosas en las escuelas públicas. ¡Todos a tragar!; los
niños tiene la libertad de tragarse lo que le dicen o no tragárselo pero no
tienen la libertad de no tener que tragarse nada.
Es
un ejemplo pero podemos seguir hablando de lo que entienden ellos por justicia
social y lo que entendemos nosotros por las misma palabra y llegaríamos a la
misma conclusión: los programas dicen lo mismo, las palabras son iguales, las
que nos gustan, pero no decimos lo mismo, usamos las mismas palabras, pero estamos
diciendo cosas que en realidad son contradictorias. Donde ellos dicen Dios
nosotros decimos amor y ternura, donde ellos dicen libertad nosotros decimos
justicia, donde ellos dicen libertad de mercado nosotros decimos dignidad y
libertad de las personas…
Por
eso necesitamos guías conceptuales para que no nos equivoquen, guías que
debemos sacar de la reflexión, de la historia y de nuestra experiencia. Yo por
ese camino he llegado a pensar que cuando hablamos de libertad unos y otros hablamos de conceptos antagónicos, lo que
ellos llaman libertad es mi prisión y lo que llamo libertad también lo es para
ellos, para que todos tengamos iguales
oportunidades para desarrollar nuestras capacidades y sueños, ellos también.
Pienso
que cuando ellos hablan de la libertad
de la mujer dicen en el fondo conceptos
antagónicos con lo que nosotros decimos cuando decimos persona-mujer. Cuando
ellos hablan de libertad de la mujer, de igualdad de la mujer, de respeto a la
mujer no es para que sean libres sino para que consigan ser lo que ellos
quieren que sean, lo que ellos quieren
que sigan siendo. Y cuando nosotros hablamos de feminismo hablamos de libertad
para todas la mujeres -las suyas también-, de quitarles cadenas, de que se
apropien de su cuerpo, que se apropien del fruto de su trabajo, es decir, lo
mismo que los trabajadores que queremos ser dueños de nuestro trabajo de
nuestro cuerpo, de nuestras decisiones, de nuestro futuro.
Cuando
ellos hablan de cuidar el medioambiente lo dicen siempre que no dificulte el ”libre ejercicio de la capacidad de emprender”,
siempre que no disminuya la productividad. Nosotros lo que decimos es que queremos que esta tierra
sea habitable para todos a ese objetivo se subordinen la productividad y la ganancia.
El
espectáculo al que estamos asistiendo en las negociaciones para formar los
gobiernos municipales que, además de
darnos bochorno, vergüenza ajena vemos
con claridad como ellos no se equivocan y unen lo que está unido objetivamente
por sus intereses de clase. Estamos viendo como mercadean pero sin perder la
perspectiva de cuáles son sus intereses
como clase explotadora y depredadora, para intentar confundirnos usan las
palabras que nos gusta oír para que nos creamos que ellos también están en la
misma tarea de buscar el bien común cuando su tarea es buscar el bien de unos
pocos.
Estamos
copiando demasiadas cosas de ellos, entre otras confundir con las palabras. Lleva razón mi exalcaldesa en que los
programas, las palabras se parecen pero no la lleva en la conclusión a la que llega porque ella cree que la diferencia está en la
cualidad de las personas que las dicen porque yo creo que la diferencia está en la ideología
y la intención desde la que se
pronuncian. Flor, así se llama mi exalcaldesa, piensa que es lo mismo la libertad, la justicia, la igualdad
que pronuncian nuestros enemigos de clase que la libertad, las justicia, la
igualdad que predican los explotados.
Feminismo,
ecologismo, justicias social, bienestar social forman parte de un todo que es
la lucha por la emancipación de una clase social, es la misma tarea por lo que
convienen ordenar los conceptos en conjuntos donde armonicen. Desde una
interpretación rigurosa de la realidad lo que está pasando en al mercadeo de
los ayuntamientos nos ayuda mucho a no equivocarnos por mucho que hayan
conseguido apropiarse de palabras que nos pertenecen. Nos ayudan a poner detrás
de todas nuestras aspiraciones y acciones políticas un denominador común:
estamos, seguimos estando dentro de una lucha entre contrarios, nosotros
estamos en un lado que es irreconciliable con los que están en el otro, no con
los votantes sino contra los representantes de las clases dominantes, con más o
menos tintes “democráticos”, desde el PP hasta VOX pasando por los “liberales” (apodo de nueva derecha).
La
lucha por las palabras es importante. Libertad, justicia, igualdad son nuestras
palabras por más que sus universidades y sus listos las quieran convertir en conceptos comunes
para los dominantes y los dominados. Para distinguirlas según quien las
pronuncien debemos considerar sobre todo como pretenden conseguirlo: explotando
más a los trabajadores o quitándoles privilegios a los
explotadores. Creo que sigue esto sigue siendo una lucha entre clases sociales
que tienen interese contradictorios e irreconciliables. A ver si “tenemos
clase” y unimos a los que objetivamente
pretendemos lo mismo.