Severo Ochoa, Juan Ramón Jiménez,
María Zambrano y Rosa Chacel
Rafael Polo, Licenciado en Geografía e Historia. Sección Antropología Cultural
17 de diciembre de 2021
Se calcula que unos 465.000 españoles cruzaron la frontera francesa como exiliados a lo largo de la Guerra Civil española o los primeros meses de la postguerra. A los que hay que sumar los 13.000 que se dirigieron a las colonias francesas del norte de África y muchos miles más que se fueron por mar hacia países americanos o hacia la Unión Soviética.
La Guerra Civil mató, al menos, a medio millón de españoles, la mayoría de ellos civiles, exilió a otros tantos e hizo pasar por campos de concentración a casi un millón de personas. Esas son las terribles y frías cifras de este conflicto fratricida. Por eso sigue siendo aún un tema tabú en nuestro país.
La fuga de cerebros
El exilio republicano representó una verdadera fuga de cerebros que hizo retroceder en el tiempo a nuestro país de manera brutal hacia el Antiguo Régimen. La lista de intelectuales que nos abandonaron es interminable, empezando por los premios Nobel Severo Ochoa y Juan Ramón Jiménez, y siguiendo por el físico Blas Cabrera, el oceanógrafo Odón de Buen, filósofos como María Zambrano, músicos como Manuel de Falla o Pau Casals y un larguísimo etcétera.
Y a estos hemos de sumar varios centenares de miles de soldados, sindicalistas, militantes sociales y políticos; en definitiva de personas comprometidas con su pueblo, que transmitieron después sus conocimientos y sus vivencias a los países que los acogieron. Los exiliados republicanos fueron levadura en México, Argentina, Chile, Venezuela, República Dominicana… o en los propios Estados Unidos. Y pasaron a formar parte del núcleo duro de la resistencia francesa contra el fascismo. Serán también la punta de lanza, la fuerza de choque, del ejército de la Francia Libre del General de Gaulle.
El exilio americano
Casi 20.000 exiliados españoles acabaron en México. Muchos de ellos intelectuales, científicos y artistas: El exilio español fue una suerte para el país, dijo Juan Marichal. Probablemente la readaptación de los exiliados españoles más fácil y rápida de todas fue la que tuvo lugar en ese país. Allí se establecieron el físico Blas Cabrera y los escritores Tomás Segovia, Emilio Prados, Max Aub o José Bergamín. Rápidamente, los exiliados se integrarán en los proyectos de modernización de México. Llegaron al sitio justo, en el momento justo:
A Chile llegaron 2.200 españoles el 3 de septiembre de 1939, a bordo del carguero Winnipeg, que había sido fletado en Francia por el cónsul delegado, Pablo Neruda, que fueron sacados de los campos de concentración del sur de este país.
Otros países de destino del exilio español en América fueron Argentina, República Dominicana, Venezuela, Uruguay, Colombia y Estados Unidos
Los exiliados del
Magreb
Alicante se convirtió en el puerto de salida para el exilio que se dirigió por mar hacia el norte de África. La mayoría de estos exiliados acabaron en las colonias francesas del Magreb (Argelia, Marruecos y Túnez) y casi todos serán internados allí en campos de trabajos por las autoridades coloniales francesas. Buena parte de ellos se incorporarán, como esclavos del Estado, a la construcción de la línea férrea transahariana, conocida como “Mediterráneo-Níger”. Bastantes más vendrán después desde Francia, reenviados por el gobierno de Pétain. También había extranjeros que habían combatido en las Brigadas Internacionales. Muchos de ellos acabaron enrolándose en la legión extranjera francesa para salir de los campos.
El exilio francés
El
grupo más numeroso de exiliados fue, indudablemente, el que se refugió en
Francia. Fue una verdadera avalancha, que fueron internados en su gran mayoría
en campos de concentración:
“«Todas las
carreteras secundarias, todos los campos y todas las colinas, eran un hormiguero
de miles y miles de desventurados caminando hacia la frontera», escribiría en su
periódico el corresponsal de The New York Times, Herbert L. Matthews, el 5 de
febrero de 1939.”[1]
“«Nos dejaron en las
playas sin ninguna protección contra la lluvia y el frío, como si fuéramos
animales», me confesaron el valenciano Germán Arrúe y el andaluz Rafael Gómez”.[2]
El 14 de junio de 1940 los alemanes entraron en París. El 22 de junio se firmó el Armisticio de Compiègne. Manuel Azaña, enfermo, se había refugiado en la ciudad de Montauban, que había quedado en la Francia controlada por el gobierno de Vichy. Allí murió el 3 de noviembre de 1940.
Francisco Largo Caballero acabará internado en el campo de concentración nazi de Sachsenhausen, al norte de Berlín. Allí permaneció hasta que una unidad polaca del Ejército Rojo lo liberó el 24 de abril de 1945. Después volvió a París, donde murió el 23 de marzo de 1946.
“A principios de 1939
el gobierno francés estableció la obligación para los refugiados extranjeros de
edades comprendidas entre los 20 y 48 años de proporcionar prestaciones
equivalentes al tiempo que los ciudadanos franceses pasaban cumpliendo con el
servicio militar y dio origen a las compañías de trabajadores extranjeros,
unidades militarizadas integradas por unos 250 hombres y capitaneadas por
oficiales franceses de la reserva.”[3]
Estas
compañías, tras la ocupación alemana pasaron a denominarse, en la Francia de Vichy,
Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE),
repartidos por todo el país para hacer diversas obras públicas (pantanos,
minas, vías férreas) y que en la Francia ocupada se llamó TODT, muchos sus componentes
serán trasladados después a territorio alemán:
“En la organización
de mano de obra alemana TODT, 39.000 de sus 43.000 trabajadores serán
españoles.”[4]
Mauthausen
Tenemos constancia documental de la presencia de, al menos, 9.161 españoles en los campos de concentración de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, casi todos exiliados republicanos capturados en Francia y, en su gran mayoría, o bien militares del ejército regular francés o bien milicianos de la Resistencia antifascista que combatió a los nazis durante la ocupación.
Por los campos de concentración de Mauthausen pasaron un total de 7.200 españoles, es decir, las tres cuartas partes del conjunto de internos españoles en los campos de la Alemania nazi de los que tenemos constancia. 5.000 murieron durante su estancia allí.
“Cuando el Ejército
norteamericano entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, banderas republicanas
habían sustituido a las banderas nazis y la puerta del campo estaba cubierta
por una gran pancarta en la que se podía leer: «Los españoles antifascistas
saludan a las fuerzas libertadoras».[5]
Prisioneros de Mauthausen saludan a la 11ª División
Acorazada de los EEUU
por su liberación bajo una pancarta escrita en español
sobre sábanas castrenses
(fuente: Wikipedia)
La Red Ponzán
Al
anarquista Francisco Ponzán Vidal,
alias François Vidal, le pilló el 18
de julio en la zona nacional. Después formó un grupo guerrillero llamado “Los libertadores”, que se infiltró en territorio enemigo y empezó a hacer
operaciones de sabotaje en la zona nacional. En 1937 se puso al frente del Servicio de Inteligencia Especial Periférico,
creado por los libertarios del frente de Aragón.
Cuando
acabó la guerra “Los libertadores” pasaron a Francia, confundidos entre
los miles de refugiados. Se reorganizaron allí, estableciendo su cuartel general
en Toulouse y tras la ocupación alemana se dedicaron a hacer operaciones de
infiltración, espionaje y sabotaje. Pronto contactaron con el Servicio de Inteligencia Británico y
empezaron a coordinarse con él. Poco después organizaron una red de evasión, en
las dos direcciones: los que huían de la Alemania nazi eran recogidos en
territorio ocupado y trasladados, a través de España, hasta Portugal o
Gibraltar, donde eran entregados a las autoridades británicas, y los
represaliados en España o fugados de las cárceles franquistas eran llevados
hasta la Francia de Vichy, donde se les integraba en los grupos de exiliados
españoles.
Paco Ponzán fue detenido el 28 de abril de 1943. El 17 de agosto de 1944 fue fusilado. Recibió a título póstumo, en 1947, la Cruz de Guerra con Palma de la República Francesa, y en 1948 el grado de capitán “citándolo como un resistente de remarcable coraje”[6]. El gobierno británico le concedió la Hoja de Plata de su Majestad. Y el norteamericano la Medalla de la Libertad.
Españoles en la Resistencia
Francesa
Cuando
los alemanes ocuparon la mayor parte de Francia, los únicos que tenían
verdadera experiencia de combate reciente eran los españoles, que acababan de
salir de una guerra en la que se había luchado casa por casa por todo su país,
lo que los convirtió en los combatientes más experimentados, más movilizados y
decididos de toda Europa. Las Compañías
de Trabajadores Extranjeros, compuestas mayoritariamente por españoles,
fueron la principal cantera de la Resistencia francesa, en su fase formativa,
contra el fascismo:
“Los españoles
aparecieron en las montañas y en los bosques, antes de que estuvieran formados
los maquis. Yo estaba en Grenoble y desde 1940 me preparaba para realizar
acciones clandestinas. […] Con nosotros había muchos españoles. […] Eran gente
ruda pero sabían disparar, sabían hacer la guerra… […] En los maquis españoles
había también franceses. La mayoría de ellos estaban organizados a partir de un
mando en Toulouse, el coronel Tovar, con el que tuve relaciones de amistad. Su
dirección me fue facilitada por André Malraux.”
…
“No, no se les ha
reconocido. La gente no sabe la importante participación que tuvieron. Nos
enseñaron muchas cosas. La mayoría de nosotros no tenía formación militar, no
teníamos entrenamiento. Participaron en todos los combates y luego se les dejó
de lado, olvidados.”.[7]
Maurice Nussembaum (dirigente francés del maquis Soleil)
Los españoles fueron decisivos en los primeros momentos de la resistencia contra el fascismo, ya que su gran experiencia y sus fuertes convicciones republicanas los convirtieron en los maestros que enseñaron a los patriotas franceses todo lo que había que saber para enfrentarse con éxito a las fuerzas invasoras.
La batalla de La Madeleine
En
la aldea de La Madeleine, a 45 km al
noroeste de Nimes, se libró entre el 23 y el 25 de agosto de 1944 una de las
más importantes batallas libradas por la Resistencia Francesa. Allí actuaba la Tercera División de guerrilleros españoles:
“Nos habían advertido que una columna de soldados alemanes
que se dirigía hacia el valle del Ródano, pasaría probablemente por la
carretera cercana a La Madeleine. […] Dos días antes del ataque nos habíamos reunido
los miembros del Estado Mayor para preparar la emboscada. Después, descendimos
de las montañas de Cévennes para acercarnos al lugar por donde debían pasar,
con el fin de tomar posiciones.”[8]
Se
encomendó la dirección de la misión a Gabriel
Pérez y a Miguel Arcas, alias “Víctor”. El grupo estaba compuesto por 40
personas:
“…fueron distribuidos
entre los muros del castillo, en el cruce de La Madeleine, cerca del río y de
un puente que dominaba la carretera, dispuestos de forma estratégica en un arco
con una longitud de 700 m y fuertemente armados.[9]
El convoy alemán estaba compuesto por 60 camiones, 4 tanquetas y numerosos cañones antitanque y antiaéreos, junto a más de mil soldados. Los guerrilleros hicieron saltar con dinamita dos tramos de la carretera, entre los que embolsaron a la columna, y destruyeron los camiones de la cabeza y de la cola, para inmovilizarlos.
Poco después se les unía otro grupo guerrillero, con otros 40 milicianos que reforzaron la posición. Los alemanes se rindieron poco después. El general Konrad A. Nietzsche, al mando de la columna, se suicidó.
Sólo tres guerrilleros fueron heridos en esa operación. Todos fueron condecorados por ella con la Cruz de Guerra con Estrella de Plata.
“…los republicanos españoles contribuyeron ampliamente a liberar en aquella zona las ciudades de la Grand-Combe, Alès, Nimes, Villefort, Mende, Langogne, Le Bleymard y Privas, entre otras. En pocos días, más de 40 pueblos y ciudades fueron liberados mayoritariamente por los españoles, en toda Francia.”[10]
La Nueve
La Nueve fue, simplemente, la compañía que liberó París. La que
echó de la capital francesa a los alemanes. Nada más y nada menos. Tenía 160
soldados, 146 de los cuales eran
españoles. El teniente Amado Granell,
español, fue el primer soldado aliado que entró en la alcaldía de París.
[Granell] “Encabezó
la columna de vehículos de la 9ª Compañía de la 2.ª División Blindada que,
integrada por republicanos españoles, fue la primera unidad militar aliada que
entró en París tras su ocupación por la Wehrmacht[11].”[12]
El 24 de agosto de 1944 La Nueve se abre paso entre las fuerzas alemanas que defendían París. Así lo cuenta un periodista americano que entró con ellos:
“…emprendimos la marcha hacia París y al llegar al pueblo de Antony fuimos detenidos por un escuadrón motorizado de republicanos españoles. La lucha en aquel sector se había recrudecido y aquellos aguerridos muchachos de la república española consideraron peligroso nuestro avance. […] Sus tanques y auto-blindados llevan pintados en la parte delantera y en sus lados nombres tan sugestivos como Ebro, Guadalajara, Belchite… Y enarbolan la bandera republicana. Proseguimos la marcha y antes del mediodía alcanzamos los arrabales de la capital, siempre precedidos por los republicanos españoles, que eran aclamados con un indescriptible delirio por la población civil.”[13]
El 26 de agosto el ejército francés desfilaba por París y De Gaulle era aclamado por la multitud. Abría el desfile… Amado Granell
Tras la batalla de París las tropas de Leclerc se integran en el XIV Ejército americano, con la nueve de punta de lanza. Combatieron en Ardelot, Dompaire, Châtel, Vaxoncourt… El 23 de noviembre fueron los primeros en entrar en Estrasburgo:
El
siguiente objetivo sería Berschtesgaden,
en los Alpes austriacos, conocida como “El
Nido de Águilas”, defendido por las SS, que habían excavado en la roca diez
pisos de túneles y de galerías secretas. La posición fue tomada… Allí les llegó
la noticia de que la guerra había terminado. Poco después todos volverían a
Francia y la gran mayoría de los españoles a la vida civil, esperando el día en
que pudieran volver a España. Muchos pensaban, que, tras acabar con los nazis y
los fascistas, los aliados les ayudarían a reconquistar su país, pero no fue
así. Aunque de eso hablaremos otro día.
Nota:
Este es
el resumen de un artículo mucho más amplio, con el mismo título, que podrán
leer en el enlace:
El blog de Rafael Polo: junio 2021 (polobrazo.blogspot.com)
[1] Evelin Mesquida: La Nueve,
los españoles que liberaron París. Penguin Random House Grupo Editorial.
Barcelona. 2008.
[2] Ibíd.
[4] https://toulouse.cervantes.es/es/biblioteca_espanol/fondo_exilio/historia.htm#:~:text=Un%20poco%20de%20historia,-Recogemos%20aqu%C3%AD%20algunos&text=En%20febrero%20de%201939%2C%20475.000,refugiados%20espa%C3%B1oles%20permanecen%20en%20Francia. (16/4/2021)
[6] Evelyn Mesquida. Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Anne-Marie García: Adiós,
guerrillero. Angeville. Association La Brouche. 2013.
[9] Evelyn Mesquida: Y ahora,
volved a vuestras casas. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona.
2020.
[10] Ibíd.
[11] El Periodic: «El periodista Rafael Torres presenta el libro en el
que narra la vida de nuestro paisano Amado Granell Archivado el 4 de julio de
2017 en la Wayback Machine.» Consultado el 31 de mayo de 2013.
[12] https://es.wikipedia.org/wiki/Amado_Granell (30/4/2021)
[13] Evelin Mesquida: La Nueve,
los españoles que liberaron París. Penguin Random House Grupo Editorial.
Barcelona. 2008