viernes, 17 de octubre de 2025

LA CABALLA, EL ORO AZUL

 


Antonio Aguilera Nieves. Fundación Savia.

17 de octubre de 2025

 

Es acertado el símil cuando se considera el descomunal esfuerzo y la penosidad del trabajo de los hombres y mujeres del sector. Jornadas interminables, sin tregua, las que tienen los pescadores de cerco que faenan en el golfo de Cádiz para conseguir esta preciada especie de pescado azul, la caballa del sur (Scomber colias), una variedad especialmente apreciada para su degustación en fresco, a la plancha o guisada, y también exquisita en conserva.

Es acertado el símil del oro azul si, como les ocurriera a los primeros europeos que llegaron al continente americano, y descubriesen un producto que allí era abundante, con unas cualidades excepcionales y que las tribus locales no alcanzaban a dimensionar el precio que podía alcanzar en el viejo mundo. En ese sentido, es necesario destacar que la caballa hoy tiene un precio bajísimo considerando sus cualidades culinarias y saludables.

La caballa del Atlántico es un pescado azul y de agua salada. Fundamentalmente nocturno, que gusta de aguas claras para su alimentación, que pasan más tiempo en primavera y verano a escasa profundidad y que se retira a los fondos marinos, a más de 300 metros durante el otoño y el invierno. La caballa tiene un alto contenido de ácidos grasos omega-3 y es una excelente fuente de selenio, niacina y vitaminas B6 y B12. Todo un superalimento. Además, es un gustazo al paladar en sus diversas formas de preparación.

Los resultados de recientes investigaciones han confirmado la existencia de tres poblaciones de caballa (unidades genéticamente diferenciadas): Atlántico Noroeste, Atlántico Noreste y Mediterráneo. Se explica así científicamente las sutiles diferencias en su morfología y sabor entre las caballas del sur, las caballas del atlántico, los toninos y los verdeles, y también la predilección por ellas por los entendidos, industriales y cocineros.

En primavera y verano se la pesca con el arte de cerco en el golfo de Cádiz. La flota de los puertos de Huelva y Cádiz es la más importante del mundo en capturas. Los barcos de cerco tienen base en los puertos de Ayamonte, Punta del Moral, Isla Cristina, Punta Umbría, Sanlúcar de Barrameda y Barbate. La Asociación ASPROCASUR, de Isla Cristina, la más importante del sector, con 13 buques afiliados, tiene estimada una cuota de pesca para el verano de 2025 de 20.000.000 de kilos.

Su unión les ha permitido un acuerdo marco con la empresa USISA que hace que la mayor parte de estas capturas vayan destinadas a las apreciadas conservas que dotan al producto de mayor valor añadido y alarga su vida útil.

Con todo, la actividad pesquera de cerco, una de las modalidades principales de los puertos pesqueros de Huelva y Cádiz, junto al arrastre, la sardina, el pulpo, la chirla y las artesanales, sigue siendo dura, penosa, poco reconocida socialmente y con unas rentas y salarios que hacen que sea absolutamente meritorio el esfuerzo ímprobo que realizan las mujeres y hombres del sector de la pesca.

La jornada de captura de la caballa suele comenzar a las 5:30 de la mañana y se alarga hasta las 11 de la noche cuando acaba de alijarse el barco. Apenas unas horas de descanso y vuelta a la mar para otra jornada de casi veinte horas en los que puede haber tramos de trabajo durante los lances de pesca en los que nadie de la tripulación tiene descanso durante las 6 o 7 horas que dura en sentido estricto la captura.

La pesca con cerco es un arte de superficie. Desde el barco en alta mar, ayudado por un bote auxiliar, se despliega la red en un círculo de unos 150 metros de diámetro que se cala, se despliega y se cierra y recoge en una operación que dura unos veinte minutos y en la que participan todos los tripulantes, hasta el patrón. Se embarca el pescado, arracimado en el último tramo de red, la copejá, y vuelta a empezar. Una y otra vez mientras la pesca sea buena. En caso de que las capturas sean escasas, el patrón decide hacer un potalazo, esto es, cambiar de ubicación en busca del banco de pescado. Con suerte esto es todo el día. Con suerte porque puede aparecer una avería, una rotura en la red (escaladura), un lío en las argollas de guía (encarrujo).

El patrón, si la pesca no es buena, tiene como misión, guiado por los diversos escáneres y su instinto, porque la pesca es ciencia y arte combinados, encontrar de nuevo el banco de pescado, que aún estará nadando cuando lo encuentren, pero en el vocabulario marinero no se utiliza la palabra pez, todos son pescados.

Un sector productivo con más de 600 empleos directos y 2.500 indirectos, que realiza su labor en condiciones heroicas, no suficientemente retribuidas y reconocidas, que nos proporciona un producto de altísima calidad y que sin embargo está en serias dificultades pues los barcos y armadores no logran alcanzar la viabilidad.

El sector se ha reducido a la mitad en la última década. De los 86 barcos existentes en 2013, existen ahora 40 operando. De nuevo, en julio de 2025, han reclamado al Ministerio la revisión del Plan de Gestión vigente desde hace más de una década y que consideran obsoleto dados los numerosos cambios que se han producido en el ecosistema, las restricciones de las cuotas anuales, los bajos precios en origen, las condiciones de contratación y bajas establecidas por el ISM, la falta de relevo generacional, la imposibilidad de pesca de atún (accidental), la aplicación de los mecanismos de optimización, una investigación con resultados dispares, problemas de desplazamiento de especies (sardina) por causa del cambio climático, y en resumen, la falta de atención y gestión de esta pesquería están haciendo que muy pocos barcos sean viables ni sostenibles. Han vuelto a trasladar sus propuestas al ministerio, siguen a la espera.

A los pescadores de caballa se les llama caballeros. He aprendido, comprobado, que el calificativo va mucho más allá de una raíz semántica. Les hace honor cuando se puede tener el privilegio de vivir con ellos una jornada de pesca. En la que el calmerío podrá hacer más liviano el vaivén del barco, pero más cruel la justicia del sol. Porque hasta el buen tiempo es duro cuando estás a 25 millas náuticas de la costa y toda tu fuerza física y concentración mental tiene que estar al máximo rendimiento para aprovechar el tiempo, para que el equipo vaya sincronizado, para que no se produzca ninguno de todos los accidentes aguardando en la grúa, los plomos, los cabos, los golpes de mar. La rudeza no quita el compañerismo, así que no falta un brazo al lado nunca, porque la caballa tiene mucha, mucha lucha. La risa ya llegará en la navegación de vuelta cuando el costo y el cocinero ocupen su lugar.

En Andalucía no entendemos el verano sin el pescado azul fresco de la costa. Los espetos de sardina, los boquerones, los jureles, el atún; y la caballa. Además de ser un bocado sabroso, nutritivo y saludable, a todos nos trae las mejores evocaciones. El verano de Andalucía no se entiende sin el pescado azul, y son los pescadores los que lo traen a puerto. Sin ellos no sería posible, pero son demasiado invisibles, poco sabemos de su esfuerzo, quizás por eso cometemos la imprudencia de quejarnos del precio del pescado.

Debemos seguir consumiendo y apreciando el producto, exigir que sea fresco y de Andalucía. Y tenemos que aprender a reconocer socialmente el sector pesquero. Es una profesión absolutamente vocacional, sólo así puede entenderse que aguanten el sol, el oleaje, el peso de la red, las jornadas interminables y los bajos salarios y precios, la burocracia, las mil presiones. Son imprescindibles, sin ellos no sería posible el verano en Andalucía como hoy lo conocemos.