Vientos de Cambio Justo

martes, 3 de marzo de 2020

Convirtamos al mundo rural en un aliado de la mayoría progresista




Miguel Toro

3 de marzo de 2020

Cada día se habla de la España vaciada, del abandono de los pueblos para incrementar la población de las grandes ciudades. Los motivos que llevaron a tantas personas en la mayor parte de los países europeos a emigrar hacia las ciudades tuvieron que ver con los mayores salarios que se pagaban en ellas, las mayores oportunidades laborales, o sus mejores equipamientos o servicios. En definitiva, la gente emigró, y sigue emigrando, buscando mayores niveles de bienestar. Para las zonas de origen de estos emigrantes, la despoblación está teniendo efectos significativos. Se genera una peligrosa dinámica demográfica ya que al tender a emigrar predominantemente poblaciones jóvenes y adultas, el envejecimiento de las zonas de origen, de las zonas rurales, es una consecuencia rotunda. Ello, además, genera baja natalidad, por la debilidad de la población en las franjas reproductivas, con lo que el crecimiento vegetativo (la diferencia entre las tasas de natalidad y mortalidad) acaba siendo negativo.

La primera década del siglo XXI, con un crecimiento económico muy rápido de la economía española, implicó cambios sustanciales. La crisis económica iniciada en 2008 produjo como resultado no el regreso de la población al campo, sino el aumento de los niveles de desempleo urbano. El abandono de las zonas rurales siguió aumentando.

El despoblamiento de una buena parte de nuestro medio rural es consecuencia de su atraso socioeconómico y su desatención pública. Este inmenso territorio rural alberga la práctica totalidad de nuestros recursos naturales y una parte muy destacada de los culturales, cuya conservación y recuperación afectan tanto a la población rural como a la urbana. Sin embargo se está despoblando. La lucha contra la despoblación y el abandono del medio rural choca con una pretendida racionalidad económica: no es rentable mantener en las zonas rurales equipamientos y servicios públicos equiparables a los de las ciudades; y con una justificación política: las zonas rurales se contemplan como un complemento electoral fácilmente asequible para alcanzar mayorías.


Abordar el problema del despoblamiento y del abandono de las zonas rurales implica, no veo otra manera, dotar a las zonas rurales de infraestructuras y equipamientos que las hagan atractivas. Esto puede implicar incentivar específicamente a los servidores públicos o privados que atiendan esas dotaciones públicas en sanidad, educación, cultura, atención a las personas mayores, etc. Cada vez está más claro que el desarrollo rural solo puede enfrentarse con éxito actuando sobre unidades territoriales amplias, formadas por municipios agregados (comarcas) que compartan planes de inversiones públicas y privadas incentivadas en función de objetivos sociales bien definidos.

Pero lo anterior no es suficiente: hay que diseñar una política de transferencia de rentas de las personas con rentas y/o patrimonios altos residentes en las zonas urbanas o rurales a las personas con rentas y patrimonios bajos residentes en las zonas rurales. Para ello debemos definir claramente que entendemos por rentas y patrimonios altos o bajos y que entendemos por zonas rurales. Esos detalles los dejamos para otro día. Pero algunos elementos están claros: el SMI (salario mínimo interprofesional) en toda España y en particular en las zonas rurales debe seguir aumentando, la declaración de Parques Naturales debe implicar compensaciones a la pérdida de rentas ocasionadas a los oriundos de la zona, el mantenimiento del olivar de montaña o la dehesa debe ser conseguido con subvenciones específicas a los propietarios, etc.

Aunque no podemos confundir la problemática de la agricultura con la del mundo rural hay una fuerte relación entre ambas. Abordar el problema del despoblamiento implica abordar la problemática del sector agrario, la problemática de las rentas agrarias y su distribución, la contribución de la agricultura a la fijación de la población en el territorio y la distribución de las subvenciones a la agricultura ya desde Europa, fundamentalmente la PAC (Política Agraria Común), o desde el estado central.

Claramente una forma de transferir rentas al mundo rural es hacer más rentables las explotaciones agrarias. Esto implica la mejora tecnológica de las explotaciones, por una parte, y por otra la coordinación de las pequeñas explotaciones en grandes unidades que les permitan una mejor estrategia de negociación de los precios de los productos agrícolas. El primer aspecto requiere incentivar desde el sistema público la modernización de las explotaciones agrarias para la incorporación de nuevas tecnologías. Aunque la agricultura se va modernizando lo está haciendo particularmente rápido en grandes explotaciones en muchos casos de dueños no residentes en el mundo rural y mucho más lentamente en aquellas pequeñas de residentes rurales. El segundo aspecto implica, entre otras cosas, la potenciación del cooperativismo agrario y la mayor democratización de este.

La democratización del cooperativismo agrario implica un aumento de la inspección y del control para impedir importaciones fraudulentas que mezcladas con las de aquí se venden como productos europeos para el beneficio de unos pocos. En la prensa se han descrito como los camiones cargan en fincas hortofrutícolas de Marruecos judías, tomates o calabacines, pasan por la aduana del puerto de Algeciras, a veces por Motril, y llegan a las naves de Almería. Allí, a escondidas, se cambian de caja los alimentos y se etiquetan como producidos en España. También se ha descrito la importación de aceite de Túnez y su mezcla con aceite local, dejando, en algunos casos, sin vender el andaluz. La democratización del cooperativismo agrario, supone, como piden los sindicatos de asalariados del campo un mayor control de la Inspección de trabajo de Andalucía y Extremadura para perseguir a los que defraudan a la Seguridad Social con trabajo en negro y jornadas sin declarar.

Ahora el mundo agrario parece haberse despertado. Miles de agricultores protestan en las calles de toda España por la crisis que atraviesa el sector. Claman contra la caída en picado de los precios en origen. Pero debemos preguntarnos: ¿están claras las reivindicaciones de los agricultores?, ¿están alineadas con la lucha contra la despoblación?, ¿están alineadas en la lucha contra el cambio climático?, ¿tienen como objetivo revertir las desigualdades económicas entre las zonas urbanas y rurales?, etc. Otras preguntas relacionadas con las anteriores serían: ¿está diseñada la PAC para revertir la despoblación rural y potenciar las zonas rurales?

La crisis del campo ha puesto sobre la mesa el debate sobre el SMI a 950 euros. Pero se están evidenciando otras realidades que debemos entender sobre la economía agraria. Según la organización agraria COAG en su informe La uberización del campo español: "Observamos un cambio de paradigma en el modelo productivo en el que los grandes inversores, en muchas ocasiones con capital ajeno al agrario que busca sólo rendimientos económicos (…) ganan terreno en detrimento de los agricultores y agricultoras tradicionales". Esto está implicando el avance de los modelos industriales de producción que junto a la financiarización del sector y la liberalización comercial se están llevando por delante los anteriores modelos productivos, tal y como está sucediendo en otros ramos, como el taxi o la distribución de mercancías al por menor, e incluso el propio modo de vida del campo, en cuyo horizonte comienzan a tomar cuerpo nubarrones con forma de falso autónomo. Esa transformación está intensificando los procesos de ‘uberización’, o cuando menos industrialización, junto con un importante incremento de la renta agraria y las exportaciones agrarias en la última década. Sin embargo, insiste COAG, "lo que va bien es lo macroeconómico, las grandes cifras de producción y exportación, pero a los agricultores y agricultoras no nos va tan bien" con este cambio de modelo en el que "nuestras explotaciones están dejando de tener carácter familiar" y en el que "el valor de lo que producimos no llega a quienes lo producimos".

La otra agria realidad es la distribución de las subvenciones de la PAC. Se siguen los llamados “derechos históricos” de la PAC, que en la práctica suponen distribuir más de 4.000 millones de euros al año entre quienes mantienen desde 2003 la propiedad de tierras en un reparto basado en la producción media de esas fincas entre los años 2000 y 2002, con independencia de que hoy se cultiven en realidad o se apaciente ganado en ellas. Basta con mantener los derechos para cobrar las ayudas europeas. Este sistema ha favorido a los llamados “agricultores de sofá” y ha tenido el efecto secundario de subvencionar un sector en el que conviven los elevados beneficios para la gran empresa con una baja rentabilidad de las pequeñas explotaciones. Baja rentabilidad que expulsa del ramo a los agricultores tradicionales y a los emprendedores. El Ministerio de Agricultura del actual gobierno defiende en Bruselas la eliminación de los llamados “derechos históricos” de la PAC.

Las movilizaciones agrarias tienen diversos matices políticos. Algunos están intentando usarlas contra el gobierno actual. El exalcalde de Almendralejo (PP), imputado en la trama Púnica se quejaba amargamente con una pancarta: “El coletas come lubina y los agricultores en la ruina”. Otros, como el presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores de Extremadura (ASAJA), piden directamente ir a protestar frente a la casa de Pablo Iglesias. Por otra parte algunas asociaciones de agricultores y ganaderos quieren que el Gobierno les perdone las cotizaciones a la Seguridad Social por sus trabajadores, esto es, que bonifique al 100% la cuota empresarial.

Como podemos ver las movilizaciones agrarias tienen un perfil complejo y en su interior aúnan diversos intereses contradictorios. Para mí el elemento central es mantener un gobierno en España que defienda los intereses de la mayoría progresista y que luche dentro de lo posible contra la desigualdad. Para conseguir que las reivindicaciones agrarias sean aliadas de esta mayoría progresista hay que apoyar algunas de sus reivindicaciones y desenmascarar los intereses particulares que están detrás de otras. En primer lugar hay que apoyar sin fisuras la subida del SMI, el aumento de las inspecciones y del control de las importaciones, un mayor control de la Inspección de Trabajo a los que defraudan a la Seguridad Social, no hay que bonificar las cotizaciones de las empresas agrarias a la Seguridad Social, y hay que conseguir en Bruselas el mantenimiento de la cuantía de la PAC pero su distribución con criterios que beneficien al pequeño agricultor asentado en el medio rural. Junto a lo anterior hay que ir diseñando una política más ambiciosa de transferencia de rentas de las personas con rentas y/o patrimonios altos residentes en las zonas urbanas o rurales a las personas con rentas y patrimonios bajos residentes en las zonas rurales y planes específicos de desarrollo concretados a nivel comarcal.