Rosario Granado Gallardo
11 de abril de 2023
“Muchos dicen que las sanciones son ineficaces y que no han debilitadoa la economía rusa. Y que al contrario producen efectos negativos sobre nosotros mismos. Las sanciones son un veneno de acción lenta, como que está hecho en base a arsénico, tarda en producir sus efectos pero lo hacen,y lo hacen de una forma irreversible”.
Joseph Borrell.
La Carta de las naciones Unidas
contempla en su artículo 39 la facultad exclusiva del Consejo de Seguridad de
determinar la existencia de alguna amenaza a la paz o algún acto de agresión, y
para contrarrestar tales actos y antes de decidir el empleo de la fuerza
militar regula en su artículo 41 la aplicación de medidas económicas o de otro
tipo, comúnmente llamadas sanciones, dirigidas a mantener o restaurar la paz y
seguridad internacionales.
En
el periodo de guerra fría sólo hubo sanciones de la ONU sobre los Estados de
Sudáfrica y Rodhesia, con un amplio acuerdo de todos los países del mundo, y
con el objetivo de contribuir a eliminar ambos regímenes racistas de minorías
blancas y obstaculizar su acción represiva. Eran medidas excepcionales. Sin
embargo, la desaparición de la URSS supuso un cambio en la correlación de
fuerzas a escala mundial lo que se reflejó en las decisiones del Consejo de
Seguridad, muy condicionadas por los intereses de los EEUU. La aplicación
reiterada de sanciones desde entonces ha generado terribles crisis humanitarias
y profundas deformaciones económicas y sociales, con secuelas a largo plazo.
Estas medidas coercitivas de tipo económico tienen evidentes contradicciones
éticas y humanitarias y no ayudan a resolver ningún problema; son siempre
adoptadas bajo presión norteamericana y contrarias en la mayoría de los casos a
las resoluciones adoptadas por la Asamblea General. Pero además de las
sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad, los EEUU y la Unión Europea
han impuesto sanciones unilaterales que van contra el derecho internacional.
Son impuestas contra los países pobres que no se han doblegado a sus intereses,
tienen como objetivo rendir por hambre a la población y provocar levantamientos
contra los gobiernos, y suponen de hecho una agresión y una declaración de
guerra, y precisamente por esto están expresamente prohibidas en derecho
internacional.
Las diversas agencias de
las Naciones Unidas (FAO, UNICEF, OMS, UNESCO y el Internacional Action
Center), coincidiendo con las misiones de observación y estudio, corroboraron
los siguientes datos como resultado directo de las sanciones económicas
aplicadas: sufrían malnutrición aguda 200.000 niños. Murieron más de 500.000
niños menores de 5 años. Murieron 1.500.000 personas. El 72 % de la población
no tenía cobertura de medicinas. La educación solo llegaba al 50 % de la
población en edad escolar. El analfabetismo adulto llegó a más del 40 %. Además
de otros estragos sobre seres humanos, flora, fauna y medio ambiente por el
empleo de armamento con uranio empobrecido.
Cuando el 19 de Marzo de
2003 empezaron los bombardeos sobre Bagdad y otras ciudades iraquíes, la guerra
y la barbarie tenían unos antecedentes que suelen pasarse por alto: Iraq era un
país debilitado con una grave crisis humanitaria por las duras sanciones que
sufría desde hacía 12 años. Sin embargo, a pesar del fracaso de las sanciones y
las terribles consecuencias sobre la población civil iraquí, en el Consejo de
Seguridad se generó una cierta euforia o “sanciomanía” (Luis Mesa Delmonte) que
impuso más sanciones a Yugoslavia, Libia, Liberia, Somalia, Haití, Ruanda,
Sudán, Sierra Leona y Afganistán. Así, el ex fiscal general de los EEUU, Ramsey
Clark, fundador y director del Internacional Action Center,
preguntó reiteradamente cómo se puede permitir la agresión con sanciones
económicas que golpean y matan a los más pobres y los más débiles.
Sanciones unilaterales,
ilegales, son las impuestas a Cuba por EEUU. Comenzaron en el año 1962 con un
objetivo claro: asfixiar económicamente y hacer rendir por hambre al pueblo cubano.
Hoy, a más de 60 años de la imposición del primer bloqueo, las sanciones
continúan y se han ido recrudeciendo. Para cubrirlas de una pátina de legalidad
las sanciones estadounidenses se nombran como si fueran leyes. En 1992, la Ley Torricelli
sancionaba a terceras naciones que comercializaran con Cuba. Posteriormente, la
Ley Helms-Burton recrudeció y afianzó aún más la hostil política contra el
pueblo cubano impidiendo a empresas de otros países hacer negocios en Cuba.
Otra de las leyes elaboradas para robustecer el bloqueo económico, comercial y
financiero contra la Isla, es la Ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y
Ampliación de las Exportaciones del año 2000, la cual impide que los ciudadanos
estadounidenses viajen a Cuba en calidad de turistas. Asimismo impide el
financiamiento para productos agrícolas de EE.UU si van a ser vendidos a Cuba.
El bloqueo a Cuba es propio de guerra híbrida y no de tiempos de paz. Es una
violación clara del derecho internacional, va contra el principio de
independencia y contra los derechos humanos de la población cubana. Ha sido
rechazado en la Asamblea General de la ONU en numerosas resoluciones; cada año
desde 1992 se aprueba una resolución en su contra por la mayoría de la
comunidad internacional, siendo en los últimos años casi unánime. En el
contexto del Covid-19, el bloqueo llegó a límites insospechados de crueldad, al
obstaculizar donaciones solidarias, tratar de entorpecer el desarrollo de las
vacunas cubanas y limitar las posibilidades de acceder a medicamentos e insumos
básicos”.
Ante el silencio y la
desinformación de los medios corporativos occidentales, Siria sufre el castigo
de las sanciones ilegales impuestas unilateralmente por Estados Unidos, Reino
Unido y la Unión Europea, que se suman a los desastres sufridos por 12 años de
guerra. Estas sanciones fueron diseñadas explícitamente para castigar y aislar
al país y para hacer imposible su reconstrucción y su estabilización. Al mismo
tiempo Estados Unidos ocupa ilegalmente la zona de yacimientos petrolíferos y
de gas en el noreste privando al pueblo sirio de sus propios recursos, que
ascienden a miles de millones de dólares. Estos recursos robados salen del país
por las fronteras controladas por los grupos terroristas y las fuerzas militares
estadounidenses. Las sanciones imposibilitan la entrada de recursos básicos
como alimentos y medicinas, impiden el comercio y castigan a los países que lo
intentan. Para poder importar pequeñas cantidades de productos humanitarios
hacen falta permisos para los que hay que vencer obstáculos burocráticos
insalvables. Estas trabas han contribuido a retrasar o cancelar la importación
de cereales, arroz y azúcar. Todo ello aumenta la falta de disponibilidad de
comida, la subida de precios y el mercado negro, con efectos claros en la
inseguridad alimentaria.
El último
terremoto ha agudizado la crisis humanitaria en Siria. Mientras la gente moría
debajo de los escombros EEUU y la UE mantenían las sanciones y mentían
descaradamente sobre la verdadera situación en las fronteras. Karan Abi
Yazbeck, coordinador de Cáritas de Medio Oriente y África, Amparo Alonso,
también de Caritas Internationalis, Thomas Heine-Geldern, presidente de Ayuda a
la Iglesia Necesitada Internacional, Firas Lufti, superior de la Custodia de
Tierra Santa, y otras voces han denunciado que el principal obstáculo para la
reconstrucción del país son las sanciones y han pedido el levantamiento total
de las mismas. Los donantes particulares o las ONG tienen dificultades a la
hora de transferir fondos porque los códigos bancarios europeos (IBAN) y estadounidenses
(SWIFT) bloquean cualquier transferencia a Siria. Según las estimaciones de
Ross Smith, director adjunto del Programa Mundial de Alimentos, en la
actualidad hay en Siria unos 12 millones de personas en inseguridad alimentaria.
La exención de 180 días que ha permitido EEUU no es más que un lavado de cara.
Aislar a Damasco
ha sido la prioridad pero no ha funcionado del todo; una brecha se abrió con la
solidaridad de otras naciones. Son muchos los países que han conseguido llevar
ayuda humanitaria de emergencia a través del aeropuerto de Beirut: Irán, Rusia,
Iraq, Emiratos Árabes Unidos, Argelia, India, Libia, Egipto, Jordania, Armenia,
Pakistán, Túnez, Venezuela, Omán, China, Kazajstán, Bangladesh, Arabia Saudí,
Rumanía, Italia, Japón y hasta Yemen, muchos de ellos sometidos también al
bloqueo de Occidente. También UNICEF y la Organización Mundial de la Salud.
El terremoto confirmó
que la ayuda humanitaria está condicionada por los intereses de los EEUU, que
las sanciones son el mecanismo predilecto de Estados Unidos para doblegar a los
países que no bajan la cabeza, aunque el mayor impacto lo asuman sus pueblos.
Para reconstruir Siria lo más importante es que Occidente le permita vivir sin
robarle sus recursos, sin intentar manejar sus destinos políticos y aceptando
de una vez y por todas que perdieron la guerra, aunque una vez más hayan
contribuido a devastar un país.
Se cumplen ocho años de
la Orden Ejecutiva 13692, decretada por Barack Obama el 8 de marzo de 2015, que
sentó las bases jurídicas para la imposición de sanciones contra Venezuela. El
objetivo era “enfrentar la amenaza que representa Venezuela para los EEUU”.
Esta declaración fue prorrogada el pasado 1 de Marzo por Joe Biden, quien
afirmó que era "necesario continuar con la emergencia nacional".
Hasta el momento, tanto EE.UU. como otros países han aplicado un total de 929
medidas coercitivas unilaterales. En 2021, Alena Douhan, Relatora Especial de
los Derechos Humanos de la ONU, dijo que las sanciones habían causado un
"efecto devastador" y "catastrófico" sobre la población
venezolana. A las sanciones se suman los recursos confiscados o retenidos en el
exterior, que suman 24.000 millones de dólares, y el sabotaje contra la empresa
Petróleos de Venezuela (PDVSA). Cada medida concreta está dirigida a paralizar
la actividad del Estado venezolano, a asfixiar cada sector específico de su economía,
así como a hostigar o castigar a determinadas empresas o personas que tratan de
desarrollar legítimamente actividades económicas.
Dentro de las sanciones
impuestas por EE.UU. contra Irán es especialmente grave el caso de los
pacientes que padecen talasemia, un trastorno hereditario de la sangre que
requiere medicación especializada. Los relatores de Procedimientos Especiales
Alena Douhan y Obiora Okafor, el equipo más grande de expertos independientes
en el sistema de derechos humanos de la ONU, pidieron exenciones humanitarias y
recordaron la responsabilidad de proteger los derechos humanos de los pacientes
bajo los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos de la ONU. La
empresa suiza Novartis y la francesa Roquette Frères han negado esta medicación
a Irán debido a las elevadas multas puestas por EEUU a las compañías farmacéuticas
que venden medicamentos a Irán.
Las primeras sanciones
impuestas por EEUU contra Rusia fueron por “haber intervenido en las elecciones
americanas” y “por ataques cibernéticos”. Desde entonces no han dejado de incrementarse,
siendo ya totales tras la guerra de Ucrania. Elizabeth Rosenberg, subsecretaria
del Tesoro estadounidense, dijo que no aceptaban la neutralidad, y la presión
sobre los países neutrales fue enorme. Sin embargo, poco a poco EE.UU. va
perdiendo influencia sobre un número cada vez mayor de naciones sujetas a
sanciones, que reorientan su comercio hacia otras naciones. De hecho, hasta el
momento las sanciones a Rusia no han funcionado. No sabemos a más largo plazo
cómo se desarrollarán los acontecimientos, si tendrá razón Borrell en sus
declaraciones, más propias de un psicópata que de un diplomático: “Muchos dicen
que las sanciones son ineficaces y que no han debilitado a la economía rusa. Y
que al contrario producen efectos negativos sobre nosotros mismos. Las
sanciones son un veneno de acción lenta, como que está hecho en base a
arsénico, tarda en producir sus efectos pero lo hacen y lo hacen de una forma
irreversible”.
La verdad es que estamos
muy lejos del espíritu y la letra de la Carta de las Naciones Unidas. Para
Occidente las sanciones constituyen un arma más en la guerra para mantener el
orden político bajo la supremacía norteamericana. A las numerosas voces que
están pidiendo su levantamiento se une también China, quien en su Propuesta de
paz de 12 puntos, recoge en el punto número 10 el levantamiento de todas las
sanciones ilegales según el derecho internacional.
Pero la ONU y otras
instituciones internacionales han perdido ya la confianza de los pueblos; están
hoy totalmente desprestigiadas por su doble rasero, por estar al servicio de los
intereses de Occidente. ¿Cómo, si no, podemos explicarnos la impunidad de
Israel para mantener un régimen de apartheid? ¿Cómo, si no, podemos explicarnos
la aceptación y la normalización de las masacres sobre la población ocupada
palestina? ¿Cómo podemos entender que Israel pueda bombardear a su libre antojo
sin ninguna consecuencia Gaza, Alepo o Damasco? ¿Cómo se puede admitir un
bloqueo total sobre la ciudad de Gaza y sus campos de refugiados anexos que
dura ya diecisiete años? Se necesitan muchos cambios, pero sin duda se están
dando ya pasos importantes, especialmente en Asia, en África y en
Latinoamérica, para el establecimiento de unas nuevas relaciones
internacionales basadas en la igualdad y en el respeto mutuo.