Antonio Aguilera Nieves
17 de diciembre de 2024
Las capturas de la flota
pesquera andaluza han descendido un 25 % en la última década. De los casi 66
millones de kilos de 2013, se ha pasado a poco más de 52 millones de kilos en
2022. Las directrices políticas de la Unión Europea anuncian restricciones en
las cuotas de captura, cambios en las técnicas, disminución de las jornadas de
trabajo.
Balancear el manejo
sostenible de los caladeros y la viabilidad de un sector absolutamente esencial
en cuanto a los puestos de trabajo que genera, en cuanto a los alimentos que
proporciona, no resulta fácil. Por eso, cuando desde lejanos despachos se
establecen a trazo grueso tablas rasas, suele ocurrir que los más perjudicados
sean los eslabones más débiles, en este caso el sector artesanal y de bajura.
Andalucía es una región
costera, por tanto, pesquera y marinera. Algunos datos pueden ayudar a
visualizar la dimensión del sector. La flota pesquera andaluza tiene en la
actualidad 1.413 buques faenando, el 53 % de ellos en el Golfo de Cádiz y el 42
% en el Mediterráneo; el 5 % restante pesca en aguas internacionales. Por capacidad
instalada, Huelva es la más importante, con el 47 %, Cádiz el 20 %, Almería el
19 % y el 11 % en Málaga.
Es una flota pesquera
envejecida, con una edad media de los barcos de 31 años, y en continuo retroceso
en las últimas décadas: desde 2006 a 2023 se ha reducido la capacidad de los
barcos pesqueros (GT) en un 52 %. Los puertos pesqueros más importantes son los
de Isla Cristina, con 178 buques, Punta Umbría con 109, Sanlúcar de Barrameda
con 103, Vélez Málaga con 87 y Almería con 80.
Atención especial para
conocer mejor el sector pesquero merecen los tipos de buque. Así, son
arrastreros el 10 % de la flota; pescan con draga el 6 %; al cerco el 10 %; y
el 58 % de la flota se dedica a las artes menores.
El pesquero, como otros
sectores primarios de la cadena de valor alimenticia, sufre el mal de que
existe un disparatado gap (brecha) entre
lo que reciben marineros y armadores y lo que pagan los consumidores, lo que
unido a la dureza de la profesión hace que sea hoy en día uno de los oficios
más penosos que existen, si se considera la dureza y el riesgo de la actividad
pesquera respecto a las rentas recibidas.
A ello hay que unir que la
demanda de pescado, a pesar de que somos una sociedad consumidora con unos 10
kilos por persona y año, es muy elástica y por tanto sensible a los precios. La
subida de precios de los alimentos en 2023 y 2024 ha hecho descender el consumo
de pescado fresco casi en un 50 %.
La Junta de Andalucía
realiza desde hace bastantes años campañas de sensibilización y fomento del
consumo. Las últimas campañas llevan por título, “Consume pescado fresco
andaluz”, con acciones de sensibilización fundamentalmente en verano y en
espacios costeros. Fuegos de artificio, grandes sumas gastadas en campañas de
amplia difusión, pero de dudoso resultado en la generación de una demanda
estable y recurrente.
La propuesta del nuevo
comisario de pesca, Costas Kadis, viene heredada del anterior mandato. La
medida de punta de lanza ha sido la propuesta de reducción del 79 % en los días
de faena para la flota de arrastre del mediterráneo. Tras las negociaciones,
dicha reducción se ha logrado amortiguar ligeramente, pero el horizonte no ha
cambiado. A la presión política hay que sumar factores como la flota pesquera
envejecida, la falta de relevo generacional en la marinería y de rentabilidad
de los armadores que ensombrecen el futuro.
Vendrán más restricciones, como los recortes
en las cuotas de boquerón en el Atlántico, o de la merluza en Gran Sol. Como no
podía ser de otra manera, el Gobierno de España y la Junta de Andalucía se han
apresurado a ponerse radicalmente en contra de las medidas.
Y mientras, los pescadores,
como única alternativa, amarran el barco y se echan a la calle conscientes de
que en las fechas navideñas la población es más sensible a todo aquello que
tiene que ver con el pescado y el marisco. Recrudecerán las protestas, desde
luego, se están jugando su oficio, su puesto de trabajo, y el sector de los
armadores, industriales, exportadores, astilleros, rederos…, toda su actividad.
Lo que se sigue echando en
falta es una verdadera comisión de trabajo público-privada que trabaje en
consolidar alternativas. Que siente las bases sobre la premisa de la testaruda
realidad: el sector pesquero es un pilar de la economía, es un abastecedor
imprescindible de alimentos y a la vez, estamos obligados a realizar una
gestión saludable de la que procede todo, La Mar.
Han sido los marineros los
primeros en tomar conciencia de la necesidad de respetar los límites de
extracción de los caladeros. Desde hace décadas se encuentra el sector en una
profunda reconversión, pero hay que seguir avanzando, y lo saben, en técnicas
más selectivas, respetuosas con el fondo marino, con las especies, tanto las
comerciales como las no comerciales.
Pero no podemos hacerlos
responsables únicos de la situación delicada en que se encuentran las
pesquerías. Es necesario reconocer y asumir que hay que transitar hacia un
equilibrio entre producción y conservación. Por ello, la fijación de topes de
precios máximos y mínimos, control de los márgenes de beneficio en los
eslabones intermedios de la cadena, incentivos para la modernización del
sector, hacer atractivo el oficio de pescador, asegurar el suministro de
pescado fresco en los mercados locales a precios asequibles, deben lograrse
mediante medidas políticas, presupuestos y modelos participativos en los que un
actor fundamental sea el propio sector.
Pertenecer a la Unión
Europea tiene muchas ventajas, hay que seguir alimentando el espíritu
europeísta porque nos va bien, pero mientras dejemos solos a los pescadores
andaluces frente a las medidas impersonales de Bruselas, los abocaremos a una
radicalización nada deseable para nadie. Por eso, el ministro Planas y el
consejero Fernández Pacheco deben aunar esfuerzos y construir propuestas
sensatas, factibles y viables para el sector pesquero andaluz.
Las mismas tienen que estar
basadas en una característica esencial que lo mismo no se percibe adecuadamente
desde Bruselas: que el sector pesquero andaluz artesanal de bajura es
radicalmente distinto de las grandes factorías pesqueras industriales que
agotan las especies comerciales a las que se quiere poner coto. Es muy
diferente la realidad de un barco pesquero de bajura de Andalucía de la que
vive el arrastrero Annelies-Illena, un arrastrero de altura de 144,6 metros de
eslora, capaz de capturar 400 Tm de pescado al año y una capacidad de carga en
la bodega de 7.000 Tm, dedicado a abastecer las grandes fábricas centroeuropeas
de surimi. Nada que ver con el suministro de pescado fresco de la costa de
nuestra flota. No pueden ni deben equipararse en la normativa europea ambos
mundos.
La defensa del sector
pesquero andaluz pasa por lograr que se visualice su carácter singular en
cuanto al reducido tamaño de las embarcaciones, su pesca de bajura y artesanal
y el enorme valor añadido que aporta a las poblaciones costeras. Lograr su
viabilidad pasa por alcanzar en la Unión Europea una discriminación positiva
mediante una transición (mejor que reconversión) hacia técnicas más
sostenibles, equilibrios entre los períodos de captura y veda, moderando las
cuotas por especies y por licencias, incentivando una renovación de la flota,
reconociendo mediante rentas y regímenes especiales (sanitarios, de jubilación,
formativos) el oficio de marinero.
Mucha base de las políticas
europeas actuales se encuentra en el Pacto Verde Europeo. En el mismo se pone
especial énfasis en la soberanía alimentaria. El nuevo marco de la Política
Agraria Común ha caminado en ese sentido; sin embargo, se echa muy en falta que
esos mismos patrones se apliquen a la política pesquera. Hay que ser coherentes
y justos, por eso, por justicia, tenemos que evitar, por todos los medios, que
el sector pesquero andaluz acabe en el arrastre. Para transitar hacia la
soberanía alimentaria, para que nuestros pueblos costeros sigan teniendo la
vitalidad que los caracteriza, necesitamos un sector pesquero saludable y
fuerte en Andalucía, porque los pescadores son seña de la identidad andaluza.