Miguel Toro
4 de mayo de 2018
Como hemos comentado en posts anteriores, actualmente nos encontramos en
un momento histórico en el que se están produciendo una gran cantidad de
cambios. Todos estos cambios se están produciendo poco a poco, delante de
nuestros ojos, de forma que apenas nos damos cuenta. Nos damos cuenta de que
muchas cosas han cambiado y otras, ni siquiera existían entonces. Con un simple teléfono móvil, conectado a
internet, podemos hacer cosas que eran impensables hace unos años. Durante las
últimas décadas, se ha venido produciendo una automatización de las tareas más
tediosas y los avances en la Inteligencia
Artificial (IA) están permitiendo
automatizar tareas que hasta hace poco se pensaba que serían imposibles para
una máquina. Cada vez más dispositivos del ámbito cotidiano, sensores en
hogares, en coches, en cadenas de producción, se encuentran conectados a
Internet. Es lo que se denomina el Internet
de las cosas (Internet of Things, IoT) que está conectando a personas,
máquinas, recursos naturales, cadenas de producción, redes de logística,
hábitos de consumo, en una red mundial integrada. Esta red proporciona ingentes
cantidades de datos (en inglés, Big Data)
que adecuadamente procesados permiten mejorar la eficiencia, aumentar
drásticamente la productividad y reducir el coste de producir y distribuir toda
una gama de bienes y servicios por toda la economía.
El desarrollo tecnológico está permitiendo que, una vez hecha la
inversión, el coste de producción de una unidad adicional de algo sea cada vez
más bajo. Lo estamos observando cada día. Un caso concreto es la industria del
libro. Antes, producir un libro adicional, una vez terminado por su autor y
diseñado el formato, tenía un coste relacionado con el papel necesario, el
almacenamiento, la distribución, etc. Ahora el coste de producir una copia
adicional de un libro en formato digital, su coste marginal, es prácticamente
cero. La economía elemental nos indica que en competencia perfecta el precio de
las cosas tiende hacia su coste marginal. En definitiva, que en el escenario
que nos encontramos los precios de las cosas irán decreciendo y los costes y
los beneficios por unidad producida serán cada vez más bajos. Es lo que se
plasma en el libro de Jeremy Rifkin La
Sociedad de coste marginal cero: El internet de las cosas, el procomún
colaborativo y el eclipse del capitalismo (2014). La idea base del libro es
que el desarrollo de la tecnología y la competencia continua entre agentes
del mercado, van a llevar a muchos sectores hacia productos y servicios casi
gratuitos que reflejan el escaso coste marginal de producirlos.
Parece como si avanzáramos hacia un mundo feliz: el avance tecnológico
está permitiendo un avance de la productividad, lo que permitiría reducir el
tiempo de trabajo en primer lugar, y en segundo los precios de los productos
tenderían a ser cada vez más bajos.
En paralelo con lo anterior y debido a ello (la existencia de internet,
la automatización de las tareas, la tendencia a la baja del coste marginal y
por lo tanto del precio de las cosas) está apareciendo las empresas de la
llamada Economía Colaborativa. Se
denominan así mismas las nuevas empresas innovadoras. Son las Amazon,
BlaBlaCar, Uber, Cabify, eBay, Walmart y también, pero de otra manera,
Facebook, Google,
En este marco está surgiendo un nuevo movimiento político. El Consumo Colaborativo o Economía Colaborativa que
podemos definir como la interacción entre personas, normalmente con el uso de
internet, para satisfacer necesidades de esas personas. Esa Economía
Colaborativa se suele soportar sobre una plataforma digital, donde los usuarios
pueden interactuar entre ellos y/o con la misma plataforma, seleccionar el rol
que deseen en cada momento (por ejemplo: vendedor y comprador), construir un
sistema de evaluación entre usuarios, mediante el cual, adquirir una
reputación, y con ella, crear la confianza necesaria para seguir llevando a
cabo la actividad que deseen. Las plataformas anteriores se etiquetan así
mismas con los mejores ejemplos de Economía Colaborativa.
Es curioso, pero coherente con el marco que estamos describiendo, que
las ideas del antiguo liberalismo
económico estén floreciendo de nuevo. El ejemplo más palpable es el nuevo
libro de Vargas Llosa La llamada de tribu
(2018).
Ambos movimientos, la Economía Colaborativa y el nuevo liberalismo,
coinciden en una cosa: el Estado es cada vez menos necesario, los ciudadanos
pueden, poniéndose de acuerdo entre ellos solventar sus problemas. Ambos
movimientos transmiten la idea de que hay que minimizar las injerencias del
Estado, restringir los poderes de los partidos políticos y dejar que la
solución la encuentre la llamada Sociedad Civil.
La cuestión está en que, a diferencia de los primeros conglomerados
empresariales, que evolucionaron en la década de 1900 apoyándose en
impresionantes inventos e innovaciones tecnológicas, Amazon, BlaBlaCar, Uber,
Cabify, eBay, Walmart, etc., han construido imperios basados en poca innovación
tecnológica, salvo una larga lista de innovaciones
consistentes en ingeniosos métodos para exprimir los precios de sus proveedores
y hacer trizas la remuneración de los trabajadores que participan en cada una
de las fases de producción y distribución de sus mercancías.
Sería un error decir que los conglomerados anteriores, maltratan a sus
empleados, por la sencilla razón de que tienen pocos. Al menos pocos según
ellos, que describen a la gente que trabaja para ellos como socios. Lo que significa que la empresa
no se considera obligada a tratar a su mano de obra como trabajadores
asalariados. Por el contrario, los obliga a ser autónomos y empleando un
lenguaje orwelliano prohíbe cualquier actividad sindical en sus instalaciones.
Estas empresas han acumulado un enorme control sobre los mercados, sobre
la esfera pública y sobre la democracia. Se han inmiscuido profundamente en
nuestra vida cotidiana, ejerciendo un gran control sobre nosotros de maneras
sutiles e imperceptibles y aunque parezca una idea muy contra intuitiva, el
auge de estas plataformas está promoviendo una nueva era de conformismo y un
panorama laboral lleno de autónomos que oculta, por una parte, un desempleo
encubierto cada vez mayor y una amenaza para la democracia y el Estado de
Bienestar. ¿Quién va a pagar los impuestos para mantener el Estado de
Bienestar, para mantener las pensiones, para mantener las infraestructuras
comunes? Los grandes conglomerados evaden los impuestos y los pocos que pagan
los pagan en el país donde tienen la matriz. Los autónomos, para optimizar el
vivir diariamente, minimizan su aportación a la Seguridad Social y piden
rebajas de impuestos.
Desde la época de la Ilustración la teoría política sugería la necesidad
de controles y equilibrios. Preocupaba el poder cuando no estaba limitado.
Desafortunadamente, los movimientos que describimos están obsesionados con el
poder del Estado, pero se preocupan menos por el poder privado, el de las
grandes empresas. Nuestros tribunales nunca han sido tan comprensivos con las grandes
corporaciones como ahora.
En este escenario las soluciones, las alternativas políticas, los
caminos a seguir no son sencillas, pero hay que empezar a plantear algunas. En
el pasado, fundamentalmente en América del Norte, se limitó el poder de las
grandes corporaciones o al menos se intentó. Cuando las compañías eran demasiado
poderosas, las dividían. Posiblemente habría que continuar con esa tradición
ahora, cuando lo necesitamos con tanta urgencia. Hay que repensar los
mecanismos de recolección de impuestos para mantener el Estado de Bienestar, las
pensiones, la necesaria Renta Básica en un escenario de mayor desempleo, las
inversiones necesarias en las infraestructuras que necesitamos para cambiar el
modelo energético, afrontar el cambio climático, etc.
Todo ello requiere más Estado, que recolecte más impuestos y los
invierta eficazmente en beneficio de la mayoría. Un Estado en cuyos parlamentos
haya una mayoría política que represente los intereses de la mayoría de la
población. Necesitamos que los partidos políticos progresistas sean conscientes de este escenario y actúen en consecuencia. Necesitamos una
Unión Europea alineada en la misma dirección.
En paralelo con lo anterior y debido a ello (la existencia de internet, la automatización de las tareas, la tendencia a la baja del coste marginal y por lo tanto del precio de las cosas) está apareciendo las empresas de la llamada Economía Colaborativa. Se denominan así mismas las nuevas empresas innovadoras. Son las Amazon, BlaBlaCar, Uber, Cabify, eBay, Walmart y también, pero de otra manera, Facebook, Google,