martes, 3 de junio de 2025

“SI EUROPA QUIERE EVITAR LA GUERRA, EUROPA DEBE PREPARARSE PARA LA GUERRA”

 


Pedro Moreno Aguilar

3 de junio de 2025

Con estas palabras, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, anunciaba sin tapujos el pasado mes de marzo de 2025 el mayor plan de rearme conocido en la historia de la Unión Europea.

El proyecto, llamado «ReArm Europe», busca dotar a la Unión Europea de una fuerza de disuasión suficiente, dijo, para garantizar su propia defensa ante la amenaza de Rusia y de paso seguir proporcionando armamento a Ucrania.

La historia muestra que las grandes carreras armamentísticas desembocaron en los últimos cien años en guerras generalizadas que afectaron a la mayor parte del planeta. Y a nadie se le escapa que a medida que haya más capacidad militar, habrá mayor posibilidad de participar en guerras, y especialmente en el área de influencia de los EEUU, codicioso confeso por controlar los inmensos recursos de Rusia y China.

No es de extrañar que las élites (a las que hasta hace poco se les denominaba «poderes fácticos») hayan decidido una amplia panoplia de argumentos dirigidos a convencer a la opinión pública de la necesidad de prepararse para una nueva guerra. Y los medios de comunicación se están empleando a fondo para popularizarlos.

Son argumentos inconsistentes y de sobra es conocida la falsedad de todos ellos, pero que siempre han funcionado cuando se trata de modificar la percepción de la opinión pública. Podríamos enumerarlos.

> Que si se quiere la paz hay que prepararse para la guerra (en este caso se recurre a un latinajo para darle un aspecto de verdad venerable: «Si vis pacem, para bellum», que dio lugar a la denominación de un arma de fuego alemana a finales del siglo XIX, la «parabellum», y también a un tipo de bala).

> Que todo el mundo quiere la paz, y los primeros en quererla los militares, faltaría plus.

> Que estamos amenazados por Rusia (es un lugar común desde hace más de un siglo presentar como un peligro inminente a este país repleto de codiciadísimas riquezas naturales y que nunca nos ha amenazado).

> Que los pacifistas son unos ingenuos, una especie de tontilocos, que viven en un mundo de fantasía que les impide reconocer que la guerra es inherente al ser humano, inclinado como todo el mundo sabe a la violencia por motivos genéticos, o evolutivos desde el principio de los tiempos, etc., etc., etc.

Argumentos pseudo científicos todos ellos, a los que se les añaden desordenadamente otros muchos de geoestrategias, de macroeconomías continentales, de grandes batallas de la historia, etc., etc., etc.

Sin embargo, se trata de un argumentario, aunque recurrente y efectivo propagandísticamente, totalmente falso, como lo demuestra de manera fehaciente un documento redactado en 1986 por un prestigioso equipo internacional de biólogos, genetistas y sociólogos y que es un documento base de Naciones Unidas. Es la conocida, por el lugar donde se reunieron bajo los auspicios de la ONU, como la «Declaración de Sevilla». Y no es casual que sea prácticamente desconocida incluso en la ciudad donde nació.

La Declaración, basada en hechos científicamente probados, afirma que no existe ningún obstáculo de naturaleza biológica que se oponga inevitablemente a la abolición de la guerra o de cualquier forma de violencia institucionalizada, proclama que la guerra es una invención social, y que por lo tanto también es posible socialmente la invención de la paz. Combate los mitos tenaces de la violencia, verdaderos obstáculos para la construcción de la paz. Y especialmente el mito según el cual la guerra y la violencia son inherentes a la naturaleza humana y son, por tanto, ineluctables.

Si como es de esperar la política de gastos extraordinarios en compras de armas afecta a los presupuestos sociales, la impostura del argumentario mediático a favor del rearme se hará cada más evidente. Pero no bastará con denunciar la impostura.


La experiencia histórica demuestra que este tipo de argumentario simplista y recurrente evolucionará rápidamente si dios no lo remedia. Así sucedió en las vísperas de la primera y segunda guerras mundiales. Así podría suceder en la tercera que ahora se anuncia cada vez con más desparpajo.

En las dos ocasiones anteriores los pacifistas pasaron de ser considerados ingenuos, o ilusos, a ser acusados de «derrotismo», de minar la moral de las instituciones nacionales, de constituir voluntariamente o no, una especie de quinta columna del enemigo, de favorecer su visión del conflicto que se avecinaba y, por último, de traidores, y tratados como tales.

Es aleccionador analizar la represión progresiva de las críticas a la guerra en Francia entre 1938 y en 1939, años previos a la ocupación alemana y a la creación del régimen colaboracionista de Vichy. El historiador francés Gilles Morin hurgó en los archivos de los numerosísimos procesos judiciales que afectaron a miles de personas acusadas de «derrotismo». La expresión pacifista había dado paso repentinamente a la expresión «derrotista».

Podría pensarse que la mayoría de los afectados lo fueran por haber hablado a favor de los alemanes, dado la inminencia de la ocupación, pero no fue así. La mayoría fueron trabajadores asalariados que simpatizaban con el comunismo (60 %), y un cuarenta por ciento se consideraban apolíticos.

Fueron denunciados anónimamente por hablar más de la cuenta en los bares (hoy sería en las «redes sociales»). En muchos casos la ebriedad y la intemperancia les jugaron malas pasadas. Junto con la desconfianza ante las noticias difundidas por las autoridades o la prensa, la censura de la prensa de oposición (el periódico L'Humanité fue prohibido), la escucha de emisoras de onda corta de Alemania, culpar a los capitalistas ingleses y a los políticos franceses de agentes o títeres de Inglaterra y culpabilizarlos de todos los males, fueron los motivos más utilizados.

Algunos de ellos eran personas socialmente frágiles, analfabetos, jornaleros, huérfanos, lo que es de una crueldad desmedida. La represión que se cebó con todos ellos tuvo el efecto esperado y resultó disuasoria para la mayoría de la población, que se había vuelto suspicaz y atemorizada en aquellos tiempos de sospechas y denuncias. Resultó terriblemente eficaz.

En nuestros días los canales de televisión de los países considerados enemigos están censurados en nuestro país con el pretexto de transmitir propaganda rusa y solo por la puerta trasera de internet puede accederse a algunos de sus contenidos. Téngase en cuenta que la libertad de prensa se refiere al derecho de los ciudadanos a una información veraz (lo que no deja de ser un «juramento al sol» sin consecuencia alguna) y también a tener acceso a una información plural. La prohibición de contratar el Hispasat para emitir sus programas en español es pues una vulneración flagrante de la libertad de prensa, uno de los fundamentos de la democracia.

A su vez los que critican al gobierno o a las políticas serviles de la Unión Europea con los EEUU son acusados de transmisores de la propaganda enemiga. Y a los que defienden la paz se les moteja a menudo de ingenuos o pro rusos. No hay que subestimar estas patochadas. A veces nos burlamos de estas opiniones zafias y burdas, y se nos olvida, o no queremos saberlo, que están hablando en serio. Como en otra época pudo parecerles a los desmoralizados trabajadores franceses de anteguerra.

Con excepción de algunos raros estados patológicos, no estamos predispuestos a la violencia. Si la guerra es una invención social y no un maleficio de las sociedades humanas, será posible la invención social de la paz.

Nada está prefijado en la historia. Las sociedades pueden ser comparadas a una cuerda tensa de la que tiran por un lado las élites y por el otro cabo los pueblos. De una punta la clase dominante y de la otra los dominados. Que la sociedad se incline hacia la paz y los derechos sociales y no hacia la guerra depende de los que tiren con más fuerza. Y es llegado el momento de que halemos todos a una.