Si preocupase la
historia de España, no se consentiría que todo un Tribunal Supremo confunda un
golpe de estado de un militar que traiciona su juramento a un régimen
legítimamente constituido con una Jefatura de Estado.
22
de julio de 2019
A
lo largo de toda mi vida me han acompañado algunas constantes y una de ellas ha
sido la cantidad de personas empeñadas en contarme una historia de España
adulterada, una historia siempre narrada en forma maniquea de la que no se
libra ningún periodo pero que, en lo relativo a la Historia de España del siglo
XX, supera todos los límites soportables.
Así,
primero fue mi padre; los españoles eran buenos, nobles y desinteresados; los
extranjeros, malos y perversos; lo más importante que le podía pasar a alguien
en su vida era ser español; y cuando me hablaba de la Guerra Civil, los “rojos”
se habían olvidado de su condición de españoles poniendo por encima de ésta los
servicios a las potencias extranjeras. Tampoco ayudó mucho mi madre, jamás me
dijo una sola palabra de la Guerra Civil que ella vivió en Madrid con edad
suficiente para recordar con todo lujo de detalles; cuando le preguntaba me
decía que no recordaba nada.
Y
nada cambió cuando llegué al colegio y menos aún en el instituto. España era
una nación de héroes: Viriato, Don Pelayo, El Cid Campeador, Guzmán el Bueno y
un largo listado hasta llegar al General Moscardó y como no, a su Excelencia el
Dictador. Todas gentes desinteresadas, nobles, alejados de las pasiones
mundanas, “mitad monjes y mitad soldados”. Me hicieron aprender, de memoria,
frases que al día de la fecha aún recuerdo y que supuestamente representaban
conceptos que jamás nadie fue capaz de hacernos comprender, tales como aquello
de que España era una unidad de destino en lo universal. Sin comentarios.
Llegó
la transición y con ella un manto de olvido y silencio se fue extendiendo sobre
la sociedad española que, consciente o inconscientemente, mayoritariamente
fuimos aceptando. Nuestra historia no interesaba, era un tema tabú, y así fueron
pasando los años y vimos cómo se iban jubilando con honores y pensiones los
servidores de un régimen teocrático que no sólo privó de libertades y derechos
a generaciones de españoles, sino que además los torturó y reprimió, mientras olvidábamos
en las cunetas a miles de cadáveres sin identificar y dejábamos sin
reconocimiento ni restitución a cientos de miles de españoles y españolas
obligados al exilio, en el mejor de los casos, o perseguidos y condenados por
haber sido leales a una constitución aprobada por el pueblo.
Quiero
pensar que ese olvido colectivo, esa falta de formación histórica que padecemos
los españoles, al menos desde hace cerca de un siglo, es lo que ha llevado al
Tribunal Supremo, a su Sección Cuarta (conformada por cinco magistrados) a declarar
en un Auto que Francisco Franco Bahamonde fue Jefe del Estado Español desde 1
de octubre de 1936 hasta su fallecimiento. Realmente prefiero pensar que es
supina ignorancia histórica lo que lleva a la Sala a tal afirmación y no un
posicionamiento ideológico de sus integrantes.
Está
claro que la historia de España no parece que sea una materia que nos preocupe
ni ocupe mucho en este país, porque si así fuera, no permitiríamos que miles de
represaliados políticos sigan enterrados en las cunetas y fosas comunes en las
que fueron arrojados, mientras el mayor genocida de la historia de España sigue
enterrado en un mausoleo que además de estar soportado con fondos públicos está
cedido para un concreto culto religioso y, desde luego, si preocupase la
historia de España, no se consentiría que todo un Tribunal Supremo confunda un
golpe de estado de un militar que traiciona su juramento a un régimen legítimamente
constituido con una Jefatura de Estado.
Pero
lo peor es que tengo pocas esperanzas que algo cambie al respecto. Lo peor es
que no espero que, ni a corto ni medio plazo, nuestros conocimientos y
formación en historia mejoren y ello
porque los que estamos fuera del sistema educativo, entre la desidia
generalizada y el interés de algunos grupos de falsear nuestra historia,
tenemos pocas posibilidades de mejorar nuestros conocimientos históricos; y los
que aún se encuentran en el sistema educativo, a la vista de los manuales y
libros de texto que estudian y de la realidad con la que se enfrentan tampoco
parece que vayan a aprender mucha historia de España y menos cuando en
comunidades Autónomas como la de Andalucía, se toman decisiones tan fundadas y
científicas para mejorar la educación de nuestros niños y jóvenes, cual es
doblar el tiempo dedicado en los centros educativos a las clases de religión.
Siento
no ser más optimista y no terminar la entrada con esperanza y soluciones. No
veo interés alguno en quiénes podrían hacerlo, ni en mejorar los conocimientos de
historia de los españoles ni, lamentablemente, sus conocimientos en general. No
me voy a quedar en aquello de que un pueblo que desconoce su historia está
condenado a repetirla, lo mío es mucho más elemental, un pueblo que desconoce
su historia es un pueblo ignorante y no podemos olvidar que la ignorancia, como
decía H. H. Kames, es la madre del miedo y aquellos que mandan lo que más les
gusta, lo que mejor les conviene, es nuestro miedo.