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martes, 2 de julio de 2024

LAS AULAS NO SON PARA EL VERANO

Carmen Yuste Aguilar

2 de julio de 2024

 

Los largos días y las cortas noches de los veranos de la infancia y la juventud ocupan un lugar especial en nuestra memoria. Semanas sin colegio, libres de la rutina de las clases y las obligaciones escolares, de acostarse tarde y levantarse más tarde aún, desayunar sin prisas, helados, travesuras, andar con los pies descalzos para sentir el frescor de las losetas húmedas, eternas siestas en semipenumbra para esconderse del calor… A veces sin salir del barrio, otras en la casa familiar del pueblo, en la playa o la sierra e incluso más lejos. Reencuentros, nuevas amistades y amores efímeros que se juran eternos. Los veranos de nuestros recuerdos los evocamos como mágicos y, de alguna manera, seguramente lo fueron.

En estos primeros días de julio, muchas niñas y niños empiezan a construir sus recuerdos del futuro. Habrá viajes, juegos en el mar, excursiones a la montaña, los primos y primas del pueblo, chapuzones en la piscina, campamentos e incluso viajes al extranjero para conocer otras culturas y aprender idiomas. Habrá también un paseo por el barrio cuando refresque al caer la noche, tomar algo en la terraza de un bar, ir a ver una peli en los escasísimos cines de verano que aún resisten, salir a la plazoleta, pipas, charlas, ligues… - ¡Venga, a casa que ya es muy tarde! (Ya se puede intentar dormir con las ventanas abiertas).