Vientos de Cambio Justo

martes, 17 de diciembre de 2019

¿Es posible aportar soluciones al problema del cambio climático sin abordar el problema de la desigualdad?




Miguel Toro

17 de diciembre de 2019

En estos días todo el mundo habla de la Cumbre del Clima que se está celebrando en Madrid en la primera quincena de diciembre. Más de 25.000 representantes de 200 países se están reuniendo en Madrid para intentar alcanzar acuerdos y compromisos entre naciones para combatir los efectos del cambio climático.

Como se comenta en todos los medios de comunicación, el cambio climático está modificando nuestra economía, salud y comunidades de formas diversas. La comunidad científica advierte de que si no ponemos el freno sustancialmente al cambio climático ahora, los resultados probablemente sean desastrosos. Tal como se comenta en los medios si la Tierra se calienta, alguno de estos importantes cambios ocurrirá:
·         El agua se expande cuando se calienta y los océanos absorben más calor que la tierra, el nivel del mar ascenderá.
·         El nivel del mar aumentará también debido a la fusión de los glaciares y del hielo marino.
·         Las ciudades de las costas sufrirían inundaciones.
·         Lugares en los que normalmente llueve o nieva mucho podrían calentarse y secarse.
·         Lagos y ríos podrían secarse.
·         Habría más sequías por lo que se haría más difícil cultivar maíz u otros productos agrícolas.
·         Habría menos agua disponible para la agricultura, la producción de comida, para beber o para ducharse.
·         Muchas plantas y animales se extinguirían.
·         Huracanes, tornados y tormentas producidos por cambios de temperatura y evaporación de agua se producirían con más regularidad.


Desde finales del siglo XVII el ser humano empezó a utilizar combustibles fósiles que la Tierra había acumulado en el subsuelo durante su historia geológica. La quema de petróleo, carbón y gas natural ha causado un aumento del CO2 en la atmósfera que produce un aumento de la temperatura. Se estima que desde que el hombre mide la temperatura, hace unos 150 años, esta ha aumentado 0,5º C y se prevé un aumento de 1º C en el 2020 y de 2º C en el 2050. Un aumento por encima de 1,5º C se considera que tendrá consecuencias irreparables en el entorno que nos rodea. El consumo de combustibles fósiles y el aumento de temperatura relacionado es la causa más importante del cambio climático y sus posibles efectos devastadores. El Protocolo de Kioto ya tenía como objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global. Esta conciencia global sobre el problema climático ha ido en aumento desde que se firmó el acuerdo de Kyoto en el año 1997 y las evidencias sobre el cambio climático se han ido acumulando.

La Cumbre del Clima se ha celebrado en España, pero si algo ha evidenciado la cumbre de Madrid es la distancia existente entre los países preparados para multiplicar sus esfuerzos en paliar el cambio climático y aquellos que no están dispuestos a asumir compromisos extra. En el primer bloque se sitúa de forma muy destacada la Unión Europea y su plan para alcanzar cero emisiones en 2050, apoyado en una inversión de 100.000 millones de euros. Conseguir la descarbonización de la economía, no solo en el territorio de la Unión, sino en el resto del mundo, exige una reconversión industrial y tecnológica, muy complicada, y requiere que la transición se realice no solo de manera equilibrada, sino además justa.

Pero las preguntas se acumulan: ¿Cómo parar el cambio climático? ¿Cómo nos afectará? ¿Nos afectará a todos por igual o a unos países más que a otros? ¿Y dentro de cada país a unos segmentos de población más que a otros? ¿Producirá paro o harán falta nuevos empleos? En Europa, sorprendentemente, todo el mundo se ha apuntado al ecologismo desde empresas eléctricas como Endesa, hasta bancos, empresas de seguros, etc. Igualmente todos los partidos políticos se han sumado a la fiebre ecologista, desde Podemos y el PSOE que ya estaban hasta el PP madrileño que hasta ahora peleaban con el Ayuntamiento dirigido por Manuela Carmena en el tema del Madrid Central. ¿Pero todos hablan de lo mismo?

Para empezar a responder a estas preguntas, respuestas que no podremos dar en estas breves líneas, hemos de tener en cuenta que las personas más ricas del planeta, de las cuales una amplia mayoría vive en el norte global, consumen mucho más que cualquier otra. En torno a la mitad de las emisiones que provienen del consumo asociado al estilo de vida son producidas por el diez por ciento más rico de la población mundial. La mitad más pobre del planeta no emite nada a efectos prácticos. Esta desigualdad se repite en el interior de los diferentes países, donde el diez por ciento más rico a menudo consume entre tres y cinco veces más por hogar que el cincuenta por ciento más pobre. Poner el foco sobre los ricos y sus emisiones tendría un impacto enorme e inmediato. Esto no se está haciendo.

Debido al cambio climático la apropiación masiva de tierra y de agua ya está en marcha y los conflictos en torno al acceso a los recursos son innumerables en diferentes partes del mundo. La sequía ha tenido un papel fundamental en las crisis de los precios de los alimentos de 2007-2009 y 2010-2012, las cuales instigaron los movimientos sociales, las rebeliones y las revoluciones de ese periodo. Estos problemas están produciendo, y van a producir cada vez más, movimientos de población. Son los llamados refugiados climáticos. Frente a ello las posturas políticas xenófobas de extrema derecha a escala global van en aumento e incluso muchos partidos progresistas europeos están defendiendo la limitación de la libre circulación de los migrantes.

Los programas más progresistas para abordar el cambio climático, entre ellos el del Partido Laborista, plantean un programa social, en buena medida keynesiano, de nacionalización de la producción de energía, desarrollo de planes de aislamiento de las viviendas, aumento de la producción de energía renovable, la electrificación de todo el transporte por carretera, etc. Todo ello destinado a reducir las emisiones de carbono y crear puestos de trabajo. La esencia de la propuesta está en abordar el cambio climático con nuevas inversiones que creen empleo en sectores de energía renovables y una menor huella de carbono. Estas inversiones necesitan recursos que posiblemente serán públicos. Los países que no hagan esas inversiones se van a quedar fuera de la transición a una economía de bajas emisiones.

En este nuevo contexto de la lucha contra el cambio climático va a haber ganadores y perdedores. Algunos negocios van a lograr potencialmente enormes beneficios: las industrias de gestión de fronteras, de seguridad y de migraciones, las compañías mineras o las de transporte marítimo internacional van a salir beneficiadas de un modo sustancial. Lo mismo sucederá con las industrias que produzcan infraestructuras para las energías renovables y los coches eléctricos, o las que se ocupen de las plantas de desalinización y de la contención de las inundaciones, así hasta todo lo que va de la industria de los seguros hasta un sinnúmero de compañías de rehabilitación y gestión frente a las catástrofes. Pero va a haber muchos perdedores. Países enteros que no tengan los medios económicos o políticos para hacer las necesarias inversiones, capas de población que perderán su trabajo que ahora estaba en industrias con muchas emisiones, etc.

La lucha de las injusticias sociales y económicas va a entrar en conflicto en muchos momentos con la lucha contra el cambio climático. Puede abrirse un campo de batalla entre los ecologistas, pretendiendo priorizar la lucha contra el clima, y las izquierdas clásicas que pretenden priorizar la lucha contra la desigualdad. Los progresistas tenemos que encontrar una vía de encuentro entre ambas corrientes.

Esta vía de encuentro tiene que aunar la lucha contra el cambio climático con la lucha contra la desigualdad. Como hemos dicho en torno a la mitad de las emisiones que provienen del consumo asociado al estilo de vida son producidas por el diez por ciento más rico de la población mundial. Esto se repite dentro de los países. Por otra parte se requieren grandes inversiones públicas para abordar las nuevas infraestructuras necesarias. Ambas cosas no son posibles si a la vez no se aborda una gran batalla contra la desigualdad. Y esta batalla está fundamentalmente basada en la reforma decidida del sistema de impuestos a nivel de cada nación y a nivel global. Un sistema nítidamente progresivo en el que los que más tienen, que son los que más contaminan, paguen más. Un sistema donde las grandes empresas multinacionales, que también son las que más contaminan, paguen más. Evidentemente con impuestos que sean recogidos en niveles políticos superior al nacional. Al menos a nivel de la Unión Europea.

La lucha contra el cambio climático, la lucha contra la desigualdad y la lucha contra el paro son tres problemas que se tienen que resolver a la vez o no se resolverá ninguno.