martes, 7 de octubre de 2025

CORTINAS DE HUMO Y TIERRA EN LOS OJOS

 


Pedro Moreno Aguilar. Plataforma de Solidaridad con Palestina de Sevilla.

7 de octubre de 2025

 

Se cumple este siete de octubre el segundo aniversario del inicio de los bombardeos masivos sobre Gaza y las operaciones de exterminio de su población.

La Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (la RESCOP), que agrupa a la mayoría de las asociaciones de solidaridad con Palestina y marca en cierta manera las directrices generales del movimiento, convocó este pasado fin de semana manifestaciones en la mayor parte de las ciudades de nuestro país bajo el lema «Embargo de armas integral y Ruptura de Relaciones».

Aconseja la RESCOP poner el foco de las movilizaciones en estas dos reivindicaciones, en estas dos medidas que emplazan a nuestro gobierno y que junto con la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) al régimen israelí podrían contribuir a su aislamiento internacional y forzarlo a poner fin al genocidio. Así sucedió con el régimen sudafricano, que fue aislado internacionalmente, con la ruptura de relaciones diplomáticas, económicas, culturales y deportivas de muchos países hasta lograr poner fin a aquel régimen abyecto del apartheid. Así también tendrá que suceder con el régimen colonial, teocrático, genocida y de apartheid israelí, verdadera aberración política que perdura en pleno siglo XXI.

El sentimiento de compasión por el sufrimiento de los palestinos y el deseo de ayudarlos nos hace sentirnos humanos, seguir siendo humanos como decía Vitorio Arrigoni, y es importante rechazar la ola de deshumanización a la que parecen invitarnos gobiernos e instituciones europeas con sus políticas de odio contra los extranjeros, y sus llamamientos a la guerra contra pueblos indefensos previamente demonizados. Especialmente si son árabes y en sus países hay petróleo.

La empatía con la gente que sufre nos hace humanos, y es necesaria. Pero, atención, lo que está ocurriendo en Palestina y en todo Oriente Próximo no es causado por una catástrofe natural, ni una hambruna provocada por la sequía o las lluvias torrenciales, ni por un terremoto devastador, ni por erupciones volcánicas, ni por choques de asteroides. Es una gigantesca crisis humanitaria provocada por la voluntad de unos psicópatas, por una política colonial inicua que pretende la sustitución o eliminación de la población autóctona, de un racismo exacerbado que se impone mediante el terror y el asesinato de masas, de unos intereses espurios, de una enfermiza adición al petróleo, al gas, a la guerra de rapiña de nuestras élites degeneradas y decadentes.

Lo que no impide que algunos países europeos, precisamente los más involucrados en la ayuda a Israel, traten de lavar su imagen derramando lágrimas de cocodrilo por la cantidad de muertes por hambre y enfermedades y hayan reconocido estas últimas semanas el Estado palestino.

Mientras las miradas de los europeos se concentran sobre la flotilla y el burdo trampantojo del «plan Trump» distrae a la opinión pública con el aplauso servil y cínico de gobiernos e instituciones europeas, el genocidio palestino prosigue inexorable en su fase final. Ayer mismo el ejército del régimen israelí ha bombardeado dos veces la ya destruida escuela Al-Falah entre cuyas ruinas se hacinaban amontonadas y como podían numerosas familias desplazadas del barrio Al Zaytoun. El segundo bombardeo ha matado a todos los que intentaban socorrer a los heridos por el primer bombardeo. Los tanques avanzan hacia el centro de lo que fue la ciudad de Gaza en líneas compactas, matando todo lo que se mueve. Los drones arrojan gases químicos sobre las tiendas y chozos improvisados. Ya no llegan imágenes ni audios tras la desconexión completa de Internet. Ya no quedan periodistas, todos han sido asesinados. Yahya Barzaq, especializado en fotos de recién nacidos, lo asesinaron el martes pasado con un misil teledirigido.

Dice el historiador Ilan Pappé que la historia moderna de Palestina es la de un genocidio por etapas. Estamos, parece ser, en la fase final de este genocidio que empezó hace un siglo, cuando Francia e Inglaterra ocuparon militarmente Oriente Próximo y se repartieron el botín de guerra: Siria y Líbano para Francia, Palestina e Iraq para Inglaterra. Empezó desde el mismo momento que Inglaterra decidió crear una colonia europea en el corazón del mundo árabe como avanzadilla de su política imperial.

Desde entonces las masacres se han sucedido periódicamente: represión de la huelga general del 36, expulsión de setecientos cincuenta mil palestinos en el 48, matanzas en Gaza en 1956 (aprovechando el paso del ejército israelí que participó en la crisis del Canal de Suez), en la guerra de 1967 con la expulsión de todos los habitantes del valle del Jordán, etc. etc., de bombardeo en bombardeo y de matanza en matanza, hasta llegar a nuestros días.

Las manifestaciones multitudinarias, y constantes, no solo en Andalucía y en toda España, donde la mayoría de la población se siente pro palestina, sino también en toda Europa, donde no lo es tanto, han conseguido un rechazo generalizado de la opinión pública de la política israelí.

El pasado 7 de julio el Real Instituto Elcano, un «think tank» de opinión muy influyente en las élites de nuestro país, presentaba un informe demoledor. El ochenta y dos por ciento de la población española rechaza ya el genocidio. Es decir, un rechazo extensible incluso a los electores de los partidos de derecha que se declaran abiertamente pro israelíes. En el informe de junio anterior había alcanzado el setenta y uno por ciento. Este aumento vertiginoso de la opinión pública que condena el genocidio ha provocado un aumento exponencial de la participación en las manifestaciones y en los actos de boicot, como hemos visto en la campaña contra la participación del equipo israelí en la Vuelta Ciclista a España y estamos viendo con el secuestro de los activistas de La Flotilla de la Libertad. La presión sobre el Gobierno ha logrado también que se haya posicionado más claramente contra la política de exterminio del régimen israelí y haya anunciado medidas prácticas contra el genocidio más allá de las simples declaraciones.

Pero no solo ocurre en España. Varios países han reconocido (aunque con setenta y cinco años de retraso) el Estado palestino, y Trump ha anunciado un «plan de paz» para Gaza.

Los poderes fácticos han tratado siempre de evitar que la opinión pública se cuestione algunas de sus decisiones impopulares, el apoyo incondicional en este caso al régimen israelí, tratando de distraer al personal con polémicas sobre temas irrelevantes o falsos y exagerando la importancia de temas secundarios. Es lo que en España llamamos «levantar cortinas de humo». Desviar el foco de atención de lo importante a lo secundario. Y una de las señales inequívocas que preceden a estas campañas de desinformación son los cambios bruscos de la «agenda mediática». De repente todos los medios de comunicación parecen haberse puesto de acuerdo en poner el foco de atención en determinados temas anodinos.

Hemos leído declaraciones coléricas de los gobernantes israelíes por haber prometido los europeos el reconocimiento de Palestina y que pudiera entenderse que por fin Europa hacía algo práctico. Pero si leemos con atención las declaraciones en la ONU de estos mismos gobernantes veremos que todos han callado la ocupación ilegal de territorios pese a que hace exactamente un año la Asamblea General de la ONU le había dado un plazo de un año a Israel para poner fin a la ocupación. Lo que evidentemente no ha hecho. Y en sus discursos en la ONU no han mencionado ninguno de ellos la prohibición a la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (la UNRWA) de entrar comida en Gaza. Ni comentado el sexto veto de los EEUU en el Consejo de Seguridad a una resolución para poner fin al genocidio. Ni el asesinato de los mediadores palestinos en Doha. Ninguno de ellos ha protestado por rehusarle los EEUU el visado al representante del supuesto Estado palestino reconocido por todos ellos (Mahmud Abbas tuvo que intervenir por teléfono). Eso sí, todos ellos hablaron de los rehenes como tema central de sus discursos, sin mencionar las decenas de miles de detenidos y torturados palestinos en campos de concentración en el desierto del Néguev.

El más hablador de todos, el inefable presidente de la República francesa, lo dejó claro: «Este reconocimiento es la solución de los dos Estados que permitirá la paz para Israel». Ninguna referencia al pueblo hambriento y masacrado bajo las bombas. En realidad, bajo esta comedia de reconocer el Estado palestino lo que reconocen por el contrario es la legitimidad de Israel y de sus masacres. Macron se apresuró a decir que «la segunda etapa, lo que se dice el día después, se pondrá una autoridad de transición en la que Israel será consultado y podrá, no digo que podrá sino que dirá si o no a cada miembro propuesto para gobernarlo». Es decir, el gobierno del Estado palestino prometido será nombrado por Israel bajo tutela occidental. Una tutela que podría representar Tony Blair como «Autoridad internacional de transición”. Como se ve, el plan Trump estaba decidido ya hasta en sus menores detalles. Macron es incapaz de guardar un secreto.

Por eso mismo, Francesca Albanese, escribió: «Los Estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas que han reconocido a Palestina añadiendo a su reconocimiento un montón de nuevas condiciones (la desmilitarización de la resistencia, censurar los manuales escolares, la selección de los candidatos a gobernar) dan muestras de un desconocimiento total de tres hechos fundamentales: El colonialismo es de otra época, la autodeterminación es por definición un derecho sin condiciones, y obrar así en un contexto de genocidio es una muestra de desprecio por la dignidad humana.»

Mientras llevan a cabo a puerta cerrada y con una desconexión total de las comunicaciones la fase final del genocidio, cuando más falta hace poner el foco de las reivindicaciones en la ruptura de relaciones y en un embargo real, de verdad, de armas con Israel, y de medidas concretas y efectivas de aislamiento de un régimen aberrante, nuestros gobiernos se aprestan a levantar, una tras otra, cortinas de humo para desviar la atención del crimen de masas y entretener a la opinión pública.

Tengamos siempre presente que lo que ocurre en Palestina no se debe a una catástrofe natural, que hay culpables de crímenes de lesa humanidad que tendrán que responder ante un tribunal penal internacional y que en Derecho Internacional los pueblos ocupados tienen derecho a defenderse y a defenderse por todos los medios, incluida la lucha armada, y que la potencia ocupante no tiene derecho a defenderse en absoluto, sino la obligación de retirarse.

Pase lo que pase el pueblo palestino sobrevivirá porque los pueblos son realidades a largo plazo mientras los Estados son realidades provisionales a medio plazo. Palestina vencerá desde el río hasta el mar, y será algún día un Estado libre y dichoso.

La expresión «cortina de humo» es relativamente reciente. Se empleó por primera vez durante la primera guerra mundial cuando los tanques iban precedidos de una espesa niebla artificial que los camuflaba para intentar sorprender de improviso al enemigo.

No nos dejemos sorprender. Desconfiemos de todas las cortinas de humo.

La expresión equivalente en francés es «jeter de la poudre aux yeux», echarle tierra a los ojos para cegar así al contrario, es más expresiva pero no menos verdadera.

No permitamos que nos arrojen tierra a los ojos. Seamos lúcidos mientras podamos. Y acompañemos a los palestinos hasta el final. Ellos son los únicos héroes, los verdaderos. Todo lo demás son cortinas de humo.