Vientos de Cambio Justo

martes, 15 de octubre de 2019

EL VOTO POR UNA POLÍTICA VALIENTE EN FAVOR DE LA MAYORÍA SOCIAL



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v  Nuestro voto debe servir para revertir el denigrante aumento de las desigualdades.
v  Pedro Sánchez impidió el Gobierno de coalición porque no quería comprometerse con una política social progresista
v  El voto a Unidas Podemos es el único en el que se puede confiar para desarrollar las políticas favorables a la mayoría de la población
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Juan M. Valencia Rodríguez


15 de octubre de 2019

Con unas nuevas elecciones generales a la vista para el próximo 10 de noviembre, la cuestión esencial que atañe a la ciudadanía reside, a mi modo de ver, en decidir con acierto el sentido de nuestro voto para hacer posible una política que favorezca a las clases populares.

Tal política puede resumirse en revertir el bochornoso incremento de las desigualdades que se ha producido en España en las últimas décadas, con y sin crisis, y que se traduce en un reparto cada vez más injusto de la riqueza socialmente producida entre todos. Dicho objetivo general se concreta en una serie de aspectos:
·         Blindar mediante una ley de rango superior el sistema público de pensiones y de Seguridad Social frente a los intentos de privatización, asegurando unas pensiones dignas y el mantenimiento de su poder adquisitivo respecto al coste de la vida.
·         Hacer realidad la igualdad ante la ley entre mujeres y hombres, eliminando la brecha salarial de género y disponiendo los medios necesarios para combatir de manera eficaz la violencia machista.
·         Derogar la contrarreforma laboral iniciada por el presidente Zapatero (PSOE) y profundizada con Rajoy (PP), porque los trabajadores necesitan instrumentos legales para poder defender sus derechos, que están siendo duramente atacados.
·         Establecer un sistema fiscal más justo y progresivo que incremente los ingresos del Estado imponiendo mayores impuestos a quienes más tienen, incluidas las grandes empresas multinacionales, y persiguiendo con medios suficientes el fraude fiscal. No se trata de recortar el gasto público, sino de aumentar los ingresos para que el Estado pueda cumplir con su tarea de redistribución de la riqueza social.
·         Sustituir la política “austericida” de recortes sociales por un mayor gasto social, incrementando los presupuestos para necesidades sociales básicas como la Sanidad y Educación públicas.
·         Suprimir los privilegios de la Iglesia católica y anular las inmatriculaciones de bienes públicos que ha realizado.
·         Atender las necesidades sociales de los sectores más vulnerables: subida del salario mínimo; dotar la “ley de Dependencia” con el presupuesto necesario para su cumplimiento; asegurar unos mínimos de vida digna al gran número de familias que hoy están en España bajo el umbral de pobreza y en riesgo de exclusión social; acabar con los desahucios y limitar por ley las subidas de los alquileres de vivienda; una política de inmigración justa y humanitaria.
·         Derogar la “ley mordaza” que empobrece nuestra democracia y arrebatan derechos necesarios para que la población pueda defender sus intereses.
·         Combatir la desigualdad significa también afrontar con decisión la lucha contra el cambio climático que está situando al planeta ante una situación límite, y que siempre se ceba más con quienes viven en situación precaria. No hay plan B, no tenemos otro lugar en el que vivir. La emergencia climática exige un giro radical y un cumplimiento riguroso con los compromisos medioambientales contraídos por España.

Para hacer realidad esta política, que es la que favorece a la mayoría de las personas, necesitamos un Gobierno valiente, capaz de asumir los objetivos mencionados, lo quieran o no (que no lo aceptarán) los grandes poderes económicos y los grupos políticos conservadores.

La última y fracasada legislatura ha demostrado que el PSOE no ha emprendido ese “regreso a los orígenes” de un socialismo consecuente que algunos pensaban iba a protagonizar Pedro Sánchez. Una vez más, conforme a la tónica habitual seguida desde el retorno a la democracia, en los asuntos esenciales de política económica y social el PSOE, que promete una política de izquierdas en la oposición, practica una política de derechas neoliberal cuando accede al gobierno, preso de la red de intereses de los grandes grupos económicos. El PSOE tendrá que elegir a quién quiere servir, si a los poderosos o a la gente trabajadora.

Los hechos son claros para quienes quieran verlos sin cegueras partidistas, y así lo han dicho los analistas políticos más ecuánimes: si no se ha llegado a un gobierno de coalición progresista con Unidas Podemos, que era la opción de mayores garantías para poner en marcha una política en favor de la mayoría social, ha sido porque el PSOE de Pedro Sánchez no lo ha querido. Gastó casi todo el tiempo disponible en lanzar mensajes a la derecha para que permitieran con su abstención el gobierno monocolor del PSOE. Solo a última hora aceptó dialogar con Unidas Podemos y todo su manejo de la negociación se encaminó a impedir un gobierno de coalición: desde la extravagante exigencia de que el líder de la coalición con la que se negociaba no formara parte del Gobierno, hasta rechazar las sucesivas propuestas a la baja que Unidas Podemos le iba dirigiendo.

Esto que decimos es un hecho, que no obvia los errores, graves, que en la negociación han existido por parte de Unidas Podemos, que también han dificultado la consecución de un acuerdo. El deseo de no defraudar a sus 4,7 millones de votantes, que los habían apoyado para hacer posible una política social progresista y eso solo podía asegurarse con una presencia significativa de UP en el Gobierno, es comprensible y legítimo. Pero una cosa son los deseos y otra la realidad, y ante la posición negativa del PSOE, Unidas Podemos podía haber aceptado alguna de las ofertas de Pedro Sánchez o, en última instancia, haber evitado el riesgo de unas nuevas elecciones.

Pero tales errores no pueden ocultar lo esencial: Pedro Sánchez deseaba evitar a toda costa un gobierno de coalición con Unidas Podemos. ¿Y por qué ese rechazo a lo que era a todas luces la consecuencia más razonable del resultado electoral? La razón fundamental es que la dirección del PSOE no estaba dispuesta a llevar adelante una política social como la que hemos definido al comienzo de este artículo, que sin duda sus potenciales socios de gobierno le iban a exigir, y que era sin duda la deseaba también por las bases socialistas. Los propios dirigentes del PSOE lo han reconocido en público, al confesar que el Ministerio de Trabajo no podía ser para Unidas Podemos, porque la gran patronal (CEOE) no lo quería. Una evidencia de que Pedro Sánchez no estaba dispuesto en realidad a derogar la contrarreforma laboral de Zapatero/Rajoy.  Las presiones de los grandes poderes económicos han sido tan fuertes que una vez más el PSOE se ha plegado a sus intereses y ha impedido un gobierno de coalición progresista.

Para las nuevas elecciones entra en acción un nuevo elemento: Más País, el partido de Errejón. Este político, al que yo jamás podría dar mi voto porque no puedo confiar en una persona que ha dado muestras de una deslealtad insólita hacia sus antiguos compañeros de partido, es un vendedor de humo que no se sabe con quién está, que no ha concretado cuál es la política que defiende. 

En conclusión, por todo lo dicho, el único voto en el que se puede confiar para desarrollar las políticas favorables a la mayoría de la población es el voto a Unidas Podemos.