Vientos de Cambio Justo

martes, 10 de enero de 2023

LOS SECTORES CONSERVADORES QUIEREN UNA DEMOCRACIA SECUESTRADA


Editorial

Grupo Vientos de Cambio Justo: Antonio Aguilera, Manuel Armenta, José Antonio Bosch, Francisco Casero, Antonia Corona, Enrique Cobo, Rosario Granado, Sebastián Martín Recio, Leandro del Moral, Antonio Sánchez, Miguel Toro, Juan Manuel Valencia, Carmen Yuste

10 de enero de 2023

En estos momentos, tras la paralización de las decisiones del Senado por parte del Tribunal Constitucional, tenemos que empezar preguntándonos: ¿es España una democracia? La pregunta surge inevitablemente como reacción ante la situación inédita de un Tribunal Constitucional (TC) entrando en el Parlamento para impedir que se legisle. A ojos de todos los españoles, todas las costuras de nuestra Constitución han quedado al descubierto, o lo que es lo mismo, los agujeros de la transición han quedado de manifiesto.

La ciudadanía ha asistido atónita a la transgresión simultánea por parte del Tribunal Constitucional de tres artículos explicitados en la Constitución: “La justicia emana del pueblo” (Art. 177),  “la soberanía del pueblo reside en las Cortes” (Art.1.2) y  “Las Cortes son inviolables” (Art 66.3)…

¿Es España una democracia? Sin duda, en España hay democracia formal, pero, según algunos eminentes juristas, no ha habido nunca un minuto de democracia real. No la habrá hasta que haya una efectiva separación de poderes. En 2019 Bartolomé Clavero, en la presentación de su libro Constitución a la deriva, tras reiterar que “…el Tribunal Constitucional toma primero una decisión política y después la argumenta jurídicamente…”, dijo explícitamente“…El Tribunal Constitucional, el Supremo y la Audiencia Nacional son elementos tóxicos, corruptores del sistema constitucional español…” Vivimos en una democracia, sí, pero una democracia imperfecta.

El Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía popular, aprobó con 184 votos (nueve sobre la mayoría de 175) las reformas legales que trataban de eludir los obstáculos puestos por el PP y los sectores conservadores de la judicatura a la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Constitucional (TC). No es esta una renovación caprichosa: el CGPJ lleva cuatro años con mandatos de sus miembros caducados, y el TC, seis meses. Tras eso el TC adoptó una medida inédita: dejar en suspenso la tramitación de dichas reformas, que debía culminar en el Senado. El TC admitió una medida cautelar pedida por el PP, que supone la intromisión del poder judicial en la labor del legislativo, y que contraviene sin disimulo la potestad legislativa de las Cortes: una acción insólita en democracia.

El Tribunal Constitucional ha vulnerado la letra y el espíritu de la Constitución. Ha traicionado al Estado de Derecho y la separación de poderes. Y lo ha hecho sólo por mantener unos meses más el control del Partido Popular sobre la institución.

La excusa ha sido el recurso de amparo interpuesto por un grupo de diputados populares que alegaban que se les habían lesionado sus derechos como parlamentarios. Los populares no tienen mayoría en el Congreso, pero tampoco les hace falta si la tienen en el Constitucional.

El sector progresista del Consejo General del Poder Judicial decidió el día de Nochebuena conceder una victoria pírrica a los conservadores: dejar que impusieran a los dos magistrados del Constitucional a cambio de que se cumpliera la Constitución y el Tribunal volviera a tener mayoría de magistrados de sensibilidad progresista. El Tribunal Constitucional cuenta ahora con una mayoría progresista de siete magistrados contra cuatro conservadores. Pero el bloqueo en el poder judicial continúa por la negativa del PP a renovar el órgano de gobierno de los jueces.

La situación de bloqueo no tiene visos de resolverse en lo que resta de legislatura, por lo que Feijóo habría completado la misión que inició Casado: hurtar una legislatura completa de representación de la soberanía popular en el gobierno de los jueces.

La derecha tiene que aguantar un año más para lograr su objetivo. Algo en lo que son expertos, porque esta misma situación ya ha ocurrido en el pasado, pues la actual no es la primera situación de bloqueo que sufre el Poder Judicial. De hecho, es la tercera. Y en todas las veces el PP ha sido protagonista, y beneficiario directo.

Para acabar con este secuestro de la democracia por parte del PP y los sectores conservadores son necesarias algunas reformas de los mecanismos de elección de los miembros del Poder Judicial por parte del Parlamento. La primera es la mayoría necesaria para elección de los candidatos al Poder Judicial. Actualmente es necesaria una mayoría de 3/5 que fue aprobada en la transición por el PSOE y el PP para mantener esta elección bajo su control. Es necesaria una mayoría simple y no puede existir derecho a veto por parte de nadie. Se deben establecer sanciones penales si no se renueva el Poder Judicial y los miembros de este deben dimitir automáticamente una vez terminado su mandato. El Poder Judicial, la administración del Estado y en particular los altos funcionarios públicos deben dar cuenta de su gestión ante los ciudadanos y ser sancionados si no cumplen con sus funciones.

La gravedad de la crisis institucional no debe ser minimizada. Ante la insólita decisión de paralizar la actividad legislativa de las Cortes sin ni siquiera oírlas, una eventual mayoría militante del TC podría, a partir de ahora y a petición de un diputado, interrumpir el ejercicio de la potestad legislativa. Para evitar tentaciones futuras, es preciso que en la nueva iniciativa parlamentaria que el Gobierno o los grupos que le apoyan vayan a presentar, incluyan una reforma más de la Ley del Tribunal Constitucional: que la facultad de suspender por vía cautelar actos o decisiones recurridas en amparo no pueda afectar a la actividad legislativa.

Es curioso, igualmente, el papel relevante que está jugando la mayoría de los medios de comunicación, en manos del poder económico más retrógrado. Asuntos tan sumamente relevantes para el bienestar general como la subida de las pensiones el 8,5 %, que el crecimiento de la economía en 2021 haya sido del 5,5 % y las previsiones para el 2022 se sitúan alrededor del 4,5 %, o que la temporalidad en los contratos de trabajo se haya recortado en más de cuatro puntos respecto a la media europea, pasan casi desapercibidos. Sin embargo, cualquier decisión tomada por el gobierno progresista que no guste al sector conservador tiene un eco atronador, como si el país se fuera a romper o estar a punto de la catástrofe.

Toda la legislatura ha sido una muestra clara de cómo algunas fuerzas parlamentarias y no parlamentarias se oponen a la existencia de un gobierno progresista. Fuerzas que incluyen al PP, Vox, Ciudadanos e importantes medios periodísticos, mediáticos y económicos. Fuerzas que consideran que el país es suyo. Que el actual gobierno progresista es ilegítimo porque no es suyo. Y como no es suyo usan todas las armas legítimas e ilegítimas para intentar destruirlo y desacreditarlo.

Un sector que ha manifestado con claridad su falta de neutralidad, su oposición frontal al actual gobierno, ha sido la mayoría conservadora del sector judicial. Con el apoyo del PP, Vox y Ciudadanos este sector está siendo capaz de saltarse la ley y mantener un Consejo General del Poder Judicial caducado. Y quiere mantenerlo porque pretende situar a los juristas de su forma de pensar en los órganos principales de la judicatura, el Tribunal Constitucional entre otros, para que se opongan a las leyes emanadas del actual Parlamento.