Vientos de Cambio Justo

martes, 30 de mayo de 2023

Jamil Sidqi al-Zahawi. Poeta, librepensador y feminista.


Waleed Saleh Alkhalifa
. Profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos.

30 de mayo de 2023 

La mujer iraquí al igual que el resto de las mujeres árabes y musulmanas ha sido a lo largo de muchos siglos objeto de marginación y discriminación en el ámbito social, económico y político. Ha tenido que soportar el peso de la tradición y las enseñanzas de la religión que la consideran una ciudadana de segunda, carente de razón y devoción, potenciando así la idea de su inferioridad, frente a la superioridad del hombre.

Iraq fue colonizado por el Imperio Otomano durante cuatro siglos aproximadamente (desde 1534 hasta la Primera Guerra Mundial). Los otomanos eran conocidos por su política conservadora en lo cultural y lo social y la mujer fue una de las mayores víctimas de aquella visión reduccionista y opresora.

A finales del S. XIX y comienzos del XX, empezaron a aparecer en el escenario mundial asociaciones feministas, en EE. UU., Gran Bretaña, incluso en Egipto. En aquellos años, la mujer iraquí seguía viviendo al margen de la sociedad, recluida en su casa y solamente abandonaba el hogar en caso de una necesidad urgente. Esta dura realidad hizo que se alzaran algunas voces en defensa de sus derechos, especialmente por al-Zahawi (1863-1936), uno de los grandes poetas del mundo árabe.

En agosto de 1910, al-Zahawi publicó en el diario egipcio al-Mu’ayyad un artículo con el título de “La mujer y su defensa-una voz reformista de Iraq”, un texto que no pasó por desapercibido por la conservadora sociedad iraquí que reaccionaba eufórica. Decía el poeta que la superioridad del hombre no tiene lógica, porque si de la fuerza física se tratara, existen animales más fuertes y robustos que el hombre y si fuera por la falsa excusa de la capacidad intelectual, no todos los hombres son iguales en esto y, aun así, uno no usurpa el derecho del otro por ser menos capacitado intelectualmente. Los más reaccionarios acusaban al poeta de rebelde y hereje que pretendía destruir la sociedad y abandonar la tradición y las costumbres. En su escrito, al-Zahawi criticaba a los líderes religiosos y su fanatismo. Un numeroso grupo de ellos fue a ver al gobernador otomano de Bagdad, Nadim Pachá, pidiendo el cese del poeta de su cargo como profesor en la Escuela de Derecho. El poeta fue expulsado de su trabajo con la acusación de haber atacado la sharía y de ser un ateo. La reacción social continuó y tomó la forma de una campaña agresiva apoyada por las mezquitas en todo el país y por figuras destacadas como Yawad al-Shabibi, Bahya al-Athari, Mustafa al-Wa’iz, Muhammad Sa’id al-Naqshabandi. Este último escribió un libro como respuesta al artículo del poeta con el título de: “al-Sayf al-bariq fi ‘unuq al-mariq” (La brillante espada en el cuello del hereje), desmontando las afirmaciones del poeta relativas a la actitud del islam hacia la mujer”. Pero nuestro poeta no se dejó intimidar y siguió escribiendo poemas a favor de la mujer y de crítica social. Además, salieron en su defensa personalidades árabes prestigiosas como el libanés Shibli al-Shumayyil, traductor y defensor de la teoría de la evolución de Darwin y el poeta y escritor egipcio Wali al-Dain Yakan, que compuso un poema denunciando el trato injusto que al-Zahawi estaba recibiendo.

Publicaba al-Zahawi también sus poemas y artículos en la revista egipcia al-Muqtataf, provocando una ola de protestas a lo largo y ancho del mundo árabe e islámico.

Son numerosos sus poemas a favor de la mujer y su papel en la sociedad. Consideraba el velo una barrera que impedía a la mujer integrarse plenamente en la sociedad y, la invitaba a deshacerse de este obstáculo. Comparaba a la mujer árabe – musulmana con la occidental. Veía cómo la primera estaba atada y vivía encarcelada entre cuatro paredes, rehén de la ignorancia y la marginación. Con la cara y el cuerpo ocultos por una tradición anacrónica que le impedía ver la luz, dedicando su existencia a satisfacer los deseos del hombre. En cambio, la mujer occidental ya se iba posicionando a la altura del hombre, construyendo una sociedad justa e igualitaria.

Al-Zahawi era crítico con la poligamia, con los matrimonios concertados, y con la exagerada diferencia de edad a favor del hombre en los matrimonios. Seguía en su defensa de la mujer los pasos del egipcio Qasim Amin. Su guerra contra el hiyab fue total:

“Descubre la cara, hija de los árabes; el velo es para la sociedad una enfermedad penosa.

Todo se renueva, ¿por qué entonces se acepta esa costumbre arcaica?

Elimínalo y rómpelo, pues, nuestro tiempo y la razón lo rechazan”.

Esta actitud hizo que muchos hombres de religión lo atacaran, tanto en su país como durante su estancia en Egipto.

Gracias a él se abrió la primera escuela para niñas en Bagdad en 1899 con el nombre de Escuela Rushdi, que fue inaugurada durante el mandato del gobernador otomano de Bagdad Namiq Pachá. El Consejo Educativo de la ciudad, del que al-Zahawi formaba parte, estaba dominado por ulemas musulmanes guiados por el espíritu conservador otomano. Ellos pusieron condiciones para poder dar su visto bueno: el edificio que iba a albergar la escuela tenía que estar aislado de otros edificios, que no tuviera ventanas que dieran a la calle y que no hubiera árboles altos cercanos para evitar que los varones vieran a las niñas saliendo al patio o jugando con sus compañeras. Al-Zahawi afirmó en tono burlesco que solamente la pequeña cámara de la torre de la mezquita al-Gazl en el centro de Bagdad cumplía con esas condiciones. Está claro que al-Zahawi era un intelectual valiente, un librepensador con ideas nuevas. Quería que la mujer se armara con el conocimiento y participara con el hombre en la construcción de la sociedad y su futuro.

Al-Zahawi sabía que lo único que salvaría a la sociedad era la ciencia y la educación ya que no se progresa bajo la sombra de la ignorancia y la superstición.

Su fe religiosa era muy dudosa. Encontramos en su producción literaria un gran número de versos que plantean dudas sobre la existencia de Dios:

“Al dudar de la verdad de la Naturaleza y erigirte como predicador,

Inventaste un dios para resolver tus problemas

y, esto se convirtió en el gran problema”.

 

Sus detractores citan muchos versos de al-Zahawi como prueba de su ateísmo:

            “Las personas son como las plantas, se convertirán en rastrojos.

            No temas, nunca habrá Juicio o infierno”

“Algunos esperan después de muertos, encontrarse con huríes. Mientras que yo encuentro en esta vida mi paraíso y mi infierno”.

Un poeta azerí llamado Muhammad Hasan al-Naymi contestó los versos de al-Zahawi diciendo:

“¿Acaso tu padre fue un mono engendrado por una rana? Respeta a tu familia de la que estás orgulloso. Las naciones no han avanzado por tus delirios, pero sí por su voluntad y por lo que Dios les regaló de juicio que perdimos por la bebida”.

Al-Zahawi fue un personaje singular dentro del panorama de la cultura y literatura árabes por sus avanzadas e innovadoras opiniones y actitudes. Arriesgó su vida por defender ideas que chocaban frontalmente con las tradiciones conservadoras arraigadas tanto en la sociedad iraquí como en las sociedades del mundo árabe e islámico. Tuvo el coraje de ser una de las primeras personas en alzar la voz denunciando la injusticia que sufrían las mujeres en su país y en la cultura árabe e islámica. Afortunadamente surgieron en seguida otras voces autorizadas de mujeres y hombres que querían hacer justicia con esta mitad de la población que estaba siendo marginada y ninguneada. Voces como la de al-Rusafi (1875-1945), otro gran poeta iraquí, y las de muchas destacadas mujeres como Bulina Hassoun, que fundó Layla, la primera revista feminista de Iraq. O Afifa Raouf que representó a su país en la Conferencia Feminista Árabe celebrada en El Cairo en 1944. Destacó, asimismo, Naziha al-Dulaimi que fundó en 1952 la Liga para la defensa de los derechos de la mujer iraquí. Fue también nombrada ministra de fomento en 1959 y participó en este mismo año en la redacción del Código de Estatuto Personal (Código de familia) nº 188 que fue en su momento el más avanzado en todo el mundo árabe. Entre las generaciones siguientes destacaron otras mujeres como las poetisas Nazik al-Malaika y Lami’a Abbas Amara. Como fruto de esta larga lucha, la mujer iraquí conquistó con grandes esfuerzos derechos y libertades en el ámbito jurídico y familiar. Pero el deterioro y la pérdida de buena parte de estos derechos llegaron a partir de la segunda guerra del Golfo (1991), cuando el régimen del Baaz dirigido por Sadam puso en marcha la Campaña de la fe que significó básicamente un claro retroceso en las libertades de la mujer. Sin embargo, el mayor revés para la mujer iraquí vino con la invasión estadounidense del país en 2003 y la instauración de un sistema teocrático en manos de partidos políticos religiosos que tienen como modelo a seguir al régimen de los ayatolás de Irán, cuyo cometido esencial es controlar la sociedad y de forma especial a la mujer.