martes, 15 de julio de 2025

REPLANTEAMIENTOS SOBRE EL SISTEMA AGROALIMENTARIO Y SUS DIMENSIONES POLÍTICAS Y SOCIALES

 


Leandro del Moral Ituarte, Fundación Nueva Cultura del Agua y Mesa Social del Agua de Andalucía

15 de julio de 2025

En el momento actual, para enfocar adecuadamente la transición socio-ecológica justa del sistema agroalimentario es imprescindible la reconceptualización política de la agricultura familiar, social o profesional, un concepto sometido a intensos debates y necesitado de cambios importantes. Por una parte, se multiplican los mensajes con los que, mezclando argumentos contradictorios e instrumentalizando emociones, se confunde a sectores fundamentales para esa transición. Desde la extrema derecha se intenta neutralizar al sector agrario profesional y arraigado en el territorio con mensajes sobre el “desprecio de los urbanitas a nuestros agricultores”, a los que la sociedad urbana, dicen, considera “simples parásitos, vividores de subvenciones, y enemigos del medio ambiente”, como repite nuestro exministro, y antes personaje relativamente razonable, Manuel Pimentel (2024)[i], en un libro que se devora en medios agrarios. Un fenómeno, planteado de manera tendenciosa y desorbitada, que se apoya en algunas verdades parciales. En efecto, hay que constatar que todavía se mantienen en sectores del mundo ecologista planteamientos y visiones negativas del sector agrario, enraizados en los debates históricos de la izquierda marxista sobre ‘la cuestión campesina’, actualizados en el marco de la crisis ecológica, que conducen a la falta de empatía hacia esa pequeña agricultura (“son los mismos pillos”) que para sobrevivir tiene que sacar la última gota de agua del acuífero ya sobreexplotado y labrar el último rincón de tierra de la ribera del arroyo ya invadido al extremo.

Pero, frente a eso, además de la fuerte tradición de pensamiento, organización y práctica que simboliza, por ejemplo, La Vía Campesina, estamos asistiendo en el territorio español a la emergencia de algo nuevo, apoyado en múltiples experiencias de ‘coaliciones tácticas’ entre ecologismo y agricultores; y dinamizado sin duda por la gran protesta agraria de 2024, que puso en evidencia la enorme potencia territorial del sector agrario, minoritario en términos de porcentaje de población ocupada o del PIB, pero que tiene en sus manos el 90 % del espacio no urbanizado, los suelos, la biodiversidad, el agua y la alimentación. Además de raíces culturales y señas de identidad socialmente compartidas.

El mundo agrario, que es profundamente desigual, con una gran parte de sus miembros en situación de ‘vulnerabilidad’, no expresa social y, sobre todo, políticamente con claridad esa desigualdad y los conflictos intrasectoriales que se derivan de ella. Sin duda, la propia estructura económica-productiva del sector deja poco margen y autonomía a los agricultores que, en gran parte, ceden su voz a estructuras organizativas sujetas a las demandas de las corporaciones que controlan los suministros y las ‘cadenas de valor’. Las organizaciones que se arrogan la representación de la parte del sector enraizada en el territorio saben que existen subsectores que encaran las presiones del mercado desde diferentes posiciones y relaciones de poder. Por eso, tienden a lanzar mensajes unitarios sobre los intereses agrarios, sin señalar y menos subrayar las diferencias, pensando que, si no lo hacen de forma ‘equilibrada’, eludiendo conflictos, la parte del sector agrario de mayor poder social y político va a desacreditar y a confrontar los planteamientos que afecten a sus intereses. Son conocidos, también, los episodios de ‘repliegue estamental’ en situaciones de crisis -sequía, crisis ambiental- en las que domina la identificación sectorial agraria global (cooptación de la portavocía por las élites agrarias, como FERAGUA en Andalucía o SCRATS en Murcia) frente a la expresión social de las distintas posiciones e intereses dentro del sistema agroalimentario.

Sin embargo, también es cierto que, sin pretender simplificar una larga y diversa trayectoria, esa tradicional y persistente hostilidad del sector ecologista y de la izquierda han facilitado y siguen facilitando el cierre de filas defensivo del sector agrario. Las situaciones son muy diferentes entre zonas o provincias de una misma comunidad autónoma, lo que pone de manifiesto la mezcla de factores estructurales y de liderazgos personales. Allí donde se produce, la incomunicación y confrontación entre élites agrarias y organizaciones ecologistas por un lado, y entre agricultores y activistas ecologistas por el otro, estos procesos son factores explicativos adicionales de la dificultad de los territorios rurales españoles para articular un movimiento de mayor calado y transversalidad capaz de disputar el modelo agrario dominante y el imaginario de una transición socio-ecológica hídrica y agraria justa.

La tendencia de la evolución de las contradicciones y conflictos dentro del sector agrario es hacia el agravamiento. La información disponible apunta a la intensificación de los procesos de concentración de las explotaciones, de financiarización del sector con la extensión y fortalecimiento de nuevos agentes ajenos al territorio; procesos de modernización, de desarrollo y aplicación de innovaciones tecnológicas que requieren escalas de explotación y capacidades financieras y de gestión cada vez mayores. Es la expresión en el sector agrario del orden económico internacional identificado con la globalización de la economía capitalista, regido por principios neoliberales que orientan las funciones del Estado en beneficio del poder ejercido por grandes grupos empresariales con un elevado volumen de activos y, por tanto, capacidad negociadora, junto a la difusión de una lógica de acumulación financiera que permea ya todo tipo de actividades produciendo la pérdida de anclaje territorial de las grandes firmas agrarias controladas por fondos de inversión transnacionales. A la vez, como respuesta todavía insuficiente, se acentúa la conciencia de las propias diferencias dentro del sector agrario, tal como se ha reflejado durante las movilizaciones agrarias del año pasado, que propiciaron una nueva reflexión por parte de organizaciones ecologistas y partidos políticos sobre el mundo agrario, en el marco del debate sobre la necesidad de cambio del conjunto del modelo agro-alimentario.

Sin embargo, hay dudas sobre el futuro y la entidad política de estos debates y sobre el sentido del trabajo de apoyo a la activación discursiva y política del sector de la agricultura familiar-social profesional. El fortalecimiento del neoliberalismo y la financiarización es la tendencia real en la que estamos sumidos, impulsado por lo que parecen fuerzas motoras imparables. Pero también existen movimientos de resistencia y construcción de propuestas, muchas ‘alianzas tácticas’ y debates estratégicos como el que representa la Mesa Social del Agua de Andalucía, que suscita rechazo por parte de los poderes pero también curiosidad y estimulación de debates. Por arriba, también las instituciones tienen que responder con algo más que concesiones de carácter antiecológico y proteccionista. Un reciente documento de la Comisión Europea habla de justicia social en el campo e incorpora elementos de esta nueva conciencia en el discurso público y en el plano operativo. También la anunciada Ley de la Agricultura Familiar podría, y debería, ser una ocasión de avances significativos contra la hegemonía reaccionaria en el campo.

Hay que preguntarse, finalmente, sobre la especificidad y potencialidad que tiene situar estas reflexiones en el mundo del agua, es decir, hablando del sistema agrario, el mundo del regadío. ¿Qué aportaciones se pueden ofrecer desde la gestión del agua a los interrogantes que rodean la construcción de la transición ecológica, en nuestro caso hídrica, justa? Localizar la reflexión sobre la transición justa en el agua nos sitúa en un terreno de naturaleza física, jurídica, cultural y política especial. ¿Quién habla hoy de repartir la tierra? Pero, ¿por qué no de repartir el agua de otra manera, que es un dominio público de gestión colectiva, cuyo uso de hecho se asigna administrativamente? Del reparto del agua con criterios de carácter social y ecológico sí podemos hablar, abriendo un debate jurídico e instrumental sobre mecanismos concretos como la modulación de la reducción de dotaciones en sequías (que son laboratorios de situaciones crónicas en perspectivas de cambio climático), o la defensa de la reasignación de recursos vía centros de intercambio (‘bancos públicos de agua’) frente a los contratos de cesión de concesiones (‘mercados de agua’). En el momento histórico actual, además de mejorar los aspectos económicos y ambientales de la gestión del agua, hay que afrontar los cambios institucionales (normativos, organizativos, políticos) que permitan incorporar claramente la dimensión socio-ecológica en su asignación y reparto. A través de ese proceso de ‘transición hídrica justa’, el agua puede ser una referencia para el cambio general de modelo de desarrollo necesario.



[i] Pimentel, M. (2024). La venganza del campo. Almuzara.