viernes, 4 de abril de 2025

DUELO POR LA MUERTE DE LAS PERSONAS INVESTIDAS COMO MINERAS


Félix Talego. Profesor de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, estudioso del hecho religioso.

4 de abril de 2025

Cinco personas han muerto recientemente en una mina en Asturias. Lamento esas muertes, que considero una desgracia evitable y estúpida, además de inicua.

Probablemente se veían a sí mismos como mineros, y así se les habrá identificado en sus entornos. Y con esa identidad de “mineros” se realizará estos días el ritual del duelo y los honores que se les rendirá.

La liturgia del duelo que presidirán (oficiarán) las autoridades, todas investidas para la ocasión de mineras, consagrará a las personas fallecidas como mártires. Más específicamente: mártires de la Producción minera. La persona mártir es aquella que asume su suplicio, es decir, la que reúne en sí los dos cargos fundamentales de todo sacrificio: verdugo y víctima.

Con independencia de lo que hubieran querido las personas fallecidas, al menos quienes participan y consienten esta liturgia, pretenden que se les reconozca como heroínas, en el modo singular de mártires.

Sus deudos y amigos llorarán su perdida con dolor, pero también conmovidos y embriagados por el orgullo amargo (o amargura fecundada de orgullo) que suscitará el boato y los himnos (cantos sagrados).

Se cumplirá otra vez una liturgia que tiene todo el sentido en la civilización de la Producción en la que vivimos, y solo en ella.

Esa liturgia obrará de nuevo el milagro: consagrará el dolor de la muerte otorgándole un sentido trascendente, sagrado. Y, simultáneamente, renovará la legitimidad o sacralidad de la mina, su estatus incuestionable. Y volverá a dar fulgor y recargar de sentido el lema que recitan todas aquellas personas que se identifican como mineras: “En la mina está el pan de mis hijos”

La cosmogonía de la Producción, que se ha hecho carne y habita entre nosotrxs en los dos últimos siglos, ha engendrado estos rituales, por medio de los cuales actualiza su verdad y refuerza su incuestionabilidad. Para ello, se alimenta del sufrimiento y la muerte de personas inocentes.

Hay que denunciar esta cosmología sacrificial, como lo hace, con la hondura de su razón poética, María Zambrano en Persona y democracia: «¡basta de héroes, víctimas y mártires!»