Sebastián Martín Recio. Médico. Marea Blanca de Andalucía
11 de
enero de 2025
A estas alturas del siglo
XXI vemos con claridad que estamos ante una gigantesca ofensiva del sistema
neoliberal puro y duro utilizando cuantas armas tiene en su poder para expandir
su ideología, sus alianzas y sus prácticas políticas
Un gigantesco zombie recorre el planeta. Una vez
instaurada o consolidada la globalización neoliberal, la paradoja más
interesante de analizar es cómo, utilizando los nacionalismos o los intereses
del llamado “Estado Nación”, las mismas
fuerzas capitalistas que llevaron a cabo esta globalización están
rentabilizando ahora el descontento social que la misma produce en cada país,
en cada rincón del planeta. Al poderío del sistema financiero internacional
se une la hegemonía comercial de los países que han sido capaces de organizar
una enorme producción de bienes y servicios a un menor coste, utilizando no
cabe la menor duda la mano de obra barata de millones de personas. Las
burguesías llamadas nacionales, regionales o locales, se han visto desposeídas
de sus dominios económicos en sus territorios respectivos y sustituidos por
empresas multinacionales transnacionales y mecanismos del mercado donde quedan
relegados a un papel secundario.
Tanto en el ámbito de la
globalización neoliberal como en el ámbito de la ofensiva neoliberal
territorial -llamémosle nacional-conservadora-, está el sector más vulnerable,
víctima de ambos procesos: los servicios públicos. Porque las compañías
multinacionales y el sistema de globalización, y también las llamadas
burguesías autóctonas que son subsidiarias de aquellas, tienen un esquema similar a la hora de abordar la
economía: uno, el llamado “supremo libre mercado” de la iniciativa privada y
también la disminución, por no decir eliminación, de impuestos. Y en este
último aspecto destacan los procesos de deterioro de los servicios públicos que
van vinculados a una insuficiencia presupuestaria para atender las demandas
ciudadanas o las necesidades sociales, así como para implementar las dotaciones
necesarias de estos servicios públicos, sean la sanidad, la educación, la
dependencia la atención a los mayores o las pensiones.
Porque es evidente que la
disminución masiva de impuestos conlleva unos menores ingresos que van a
repercutir en menores inversiones para estos servicios públicos; por tanto, a
la hora de defender estas conquistas sociales que dieron lugar a estos derechos
sociales, no podemos perder de vista el contexto global. La fragmentación
social y la “estupidización” generalizada a la que está sometida la población,
gracias a los medios de comunicación -dominados por estos intereses
neoliberales- están llevando a esa ingenuidad suicida de depositar la confianza
precisamente en quienes están esperando su momento para arrebatar cuanto antes
esos derechos y esas conquistas sociales, para privatizar esos servicios
públicos.
Para conseguir el apoyo
social a esas políticas liberticidas y destructoras del escaso Estado del
Bienestar existente, previamente es
necesario generar una desafección enorme hacia lo que significa la política.
Por ello cualquier caso de corrupción será proyectado de forma generalizada y
de fuego cruzado entre las distintas opciones políticas para conseguir la
famosa frase: “todos son iguales”, y
a continuación decir que toda la política es corrupción. Así se ha dado la
vuelta a ese concepto de política, tan noble y ético como la preocupación por
lo público, por lo común, por la ciudad, para reconvertirlo en la preocupación
por el interés particular y propio. En ese campo aparecen entonces cómo los
servicios públicos deteriorados generan una tendencia en la búsqueda de las
fórmulas privatizadoras, todas ellas con un trasfondo claramente de interés particular
o individual… En la sanidad, las pólizas privadas; en la educación, la
enseñanza privada; en las pensiones, los fondos privados de pensiones … Por
ello es importante para el sistema
mantener esa doble línea de actuación o estrategia: por un lado, de deterioro
de lo público con la desafección a la política; y, por otro, la tendencia
individualista y consumista de buscarse cada cual la solución por su cuenta y
con sus propios recursos.
Es decir, la disminución de
impuestos como conquista individual para disponer de esa parte del dinero que
se aporta al interés común, genera esa destrucción progresiva de los servicios
públicos como tal, sus dotaciones sus infraestructuras, sus atenciones,
etcétera. Con toda la desigualdad social y territorial que esa estrategia
genera… Y también, lo que resulta a medio y largo plazo mucho más grave, se va eliminando la conciencia social, el
interés por lo público, el concepto de vivir en un planeta que es de todos,
en una ciudad que es de todos, en un país o en cualquier comunidad que es de
todos, para dar paso hegemónico a la idea de que cada cual se busque la vida y
salve su situación de manera individual.
Es en este contexto donde la batalla cultural del sistema neoliberal va ganando espacio y donde desgraciadamente los ámbitos políticos y sociales, ideológicamente vinculados por la defensa de lo común, no encuentran o no son capaces de encontrar ese ámbito articulado unitariamente, de defensa unitaria, de proyección unitaria en las instituciones y en las calles. Defendiendo esos mínimos que parecían tan lógicamente conquistados y que se pensaba que nunca serían arrebatados … Conquistas y derechos sociales en peligro.